Capítulo 9 -Pequeñas trampas

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Aquella semana sucedieron dos hechos que removieron la aparente tranquilidad de la mansión y sus habitantes. Yichen empezó a ir a la academia y Liyuen recibió una invitación para recitar un poema en la recepción de los embajadores del vecino país de Huan. Y aunque ambos sucesos debieran haber dado emoción, habían sumido a la madre y al hijo en un estado de ensimismamiento.

Longxuan no entendía por qué Yichen había perdido el entusiasmo de ir a la academia .Cuando le había preguntado durante sus partidas nocturnas, había respondido que todo iba bien. Y tampoco entendía por qué la princesa parecía preocupada por su participación en la recepción. Pasaron un par de días hasta que descubriera lo que sucedía realmente.

Lo de Yichen fue un descubrimiento casual, tuvo que hacer una diligencia justo en el horario en que el niño salía de la academia, pero al pasar con el carruaje vio que había una pelea de niños en uno de los laterales y alcanzó a distinguir al pequeño príncipe. Pidió que detuvieran el carruaje y bajó de prisa.

-¿Qué sucede aquí? – preguntó enfadado cuando notó que el hijo de la princesa estaba en el suelo mientras intentaba defenderse de los golpes de uno de sus compañeros, que se notaba mayor que él.

-¡Es el Ministro! – exclamó uno de los involucrados. Él aún iba vestido con su toga de funcionario así que era fácil reconocerlo. Los niños salieron corriendo antes que pudiera hacer nada, y su mayor preocupación era socorrer a Yichen. Lo levantó El niño no se animaba a mirarlo.

-¿Estás bien? ¿Qué sucedió? – preguntó, pero no le respondía- ¡Responde! – lo urgió.

-Me estaban molestando.

-¿Te han estado golpeando todos estos días?

-No, solo hoy, me cansé de escucharlos, les exigí que se retractaran de sus palabras, pero no quisieron hacerlo.

-¿Qué es lo que te dijeron?- insistió.

-Nada.

-¡Habla Yichen!

-Hablaban de mi madre, tenía que defenderla- dijo y era obvio que no diría más. Longxuan se agachó para poder mirarlo a los ojos, le sacudió la ropa y le acomodó el cabello.

-Estás hecho un desastre. No necesitas pelear para defender a tu madre, y menos si estás en desventaja.

-Tengo que protegerla.

-Yo me encargaré de protegerla, no tienes que hacerlo tú. Ahora estoy yo- le dijo.

-¿De verdad? ¿De verdad va a protegerla?– preguntó el niño con los ojos llorosos.

-Sí, de verdad. Te llevaré a casa.

-No, ya vienen a buscarme y madre se asustará si no llego. No le diga nada de lo que pasó, por favor.

-De acuerdo – respondió, pensando que él mismo le había garantizado días atrás que el niño estaría bien en la academia. Se había equivocado- No le diré nada a tu madre, pero a cambio quiero los nombres de esos niños.

-No es necesario, seguro que ya no molestarán más después de verlo hoy.

-¿Recuerdas lo que hablamos? En un juego es importante conocer cómo está ubicada cada ficha, por eso necesito sus nombres- dijo intentando sonar convincente. Era una verdad a medias, era cierto que suponía que detrás de los niños molestando al joven príncipe había adultos moviendo los hilos, pero también estaba furioso por haberlo visto ser golpeado, estar tan vulnerable y al mismo tiempo intentar ser digno y maduro. Iba a asegurarse de que no volviera a suceder.

El niño musitó los nombres a desgana, eran hijos de nobles y funcionarios. Longxuan lo acompañó hasta la puerta principal de la academia y esperó con él que vinieran a recogerlo. Luego entró a hablar con las autoridades de la Academia.

Aquello lo dejó de mal humor y además le hizo ver que no era tan infalible como él creía, se vanagloriaba de su perspicacia, pero obviamente estaba pasando por alto muchas cosas. Como no creía que la providencia lo ayudara dos veces, tras la cena decidió preguntarle a la princesa qué la inquietaba.

-Le gusta la poesía, ¿por qué está tan preocupada por recitar un poema en la recepción? – le preguntó.

-Porque odio ese poema – respondió sorprendiéndolo.

-¿Lo odia? ¿Por qué?

-Imagino que lo conoce, habla de las luchas de unificación de nuestro reino, es largo y difícil. Lo recité una vez de niña, fue también en una recepción para embajadores extranjeros. Me equivoqué al recitarlo, empecé a tartamudear y mi padre me castigó diciendo que había avergonzado a nuestra nación. Nunca más pude volver a recitarlo, simplemente me trabo y las palabras no me salen. No puedo hacerlo – dijo con pena.

-Recite un poema diferente, entonces.

-Mi padre ha pedido específicamente ese, hasta lo ha hecho en forma oficial. Estoy segura que la Concubina Shuan le ha sugerido la idea, él no debe recordar el suceso, pero ella sí y quiere avergonzarme ante todos.

-No vaya, puedo decir que está enferma.

-Sabrá que es una mentira y hasta enviará al medico real con la excusa de preocuparse por mi salud.

-¿Y qué hará entonces?

-Iré, no me ha dejado otra opción.

-Es la Princesa, ¿solo va a quedarse allí soportando algo que no desea hacer?- preguntó enfadado, no podía creer que algo así la angustiara tanto.

-¿Y qué cree usted que es una princesa? ¿Qué otra cosa hace si no es soportar lo que no desea? – preguntó irritada y él bajó la mirada.

-Lo siento – dijo y se retiró.

Se quedó en su estudio pensando en qué podía hacer, manejaba cuestiones difíciles día a día, con su trabajo buscaba el bienestar del pueblo y eso exigía toda su dedicación e inteligencia, pero tenía a un niño que había sido agraviado en la academia, que ni siquiera podía defenderse sin ponerse en evidencia y una mujer a la que podían herir con un poema. Cuando ella había hablado de peligros había imaginado algo más tangible, ataques armados, alguna falsa acusación, situaciones con las que sabía lidiar, no había imaginado que los peligros podían ser tan sutiles y escurridizos. Tenía que empezar a mover mejor las fichas del tablero.

Al día siguiente, Longxuan reorganizó su agenda de trabajo y volvió a almorzar a la mansión. Tanto madre como hijo seguían retraídos en sus pensamientos, aunque intentaban disimularlo. Y extrañamente, él era el único que sabía que les pasaba, porque cada uno de ellos estaba tan preocupado en sus problemas y en ocultarlo que no habían notado lo que le sucedía al otro.

Yichen no quería asustar a su madre y menos aún que se enteraran que habían hablado mal de ella, Liyuen no quería que su hijo la viera triste ante la perspectiva de una humillación en la corte. Madre e hijo suspiraron al unísono y le hicieron perder el apetito. Volvió al trabajo prontamente para liberarse de todos los compromisos urgentes y luego informó que adelantaría su día libre.

Esa misma tarde visitó la Academia de Yichen acompañado del Ministro encargado de la educación quien supervisaba los exámenes anuales. El regente de la academia convocó a todos los estudiantes al patio central para recibir a tan eminentes visitas, halagó también públicamente a Longxuan recordando que había sido el primer lugar en el examen imperial para funcionarios y destacando cuán excepcional era. El Ministro observó al pequeño príncipe que estaba en las primeras filas, el niño se veía sorprendido y también, algo que él no había esperado, orgulloso. Por lo visto su método había sido el correcto, había pensado muchas maneras en las que actuar, su primer impulso había sido castigar a los responsables del maltrato, pero una acción muy directa solo perjudicaría a Yichen. Ya le había pedido demasiado al hacerlo renunciar a sus ambiciones académicas y esconder su capacidad, no quería herirlo más. Pero necesitaba dar un mensaje claro, el niño no estaba solo, él lo respaldaría y tenía el poder necesario para hacerlo.

Tras una breve conferencia a los estudiantes sobre la importancia de la formación académica, se despidieron. Antes de marcharse, se acercó al pequeño

-Nos vemos en casa cuando regreses – dijo y le dio una palmadita en la cabeza a modo de saludo, Yichen asintió con una sonrisa.

La Grulla y la LunaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora