Caminé sin rumbo por las calles, con la noche cayendo lentamente a mi alrededor.Había decidido ir a la cafetería, buscando un rincón familiar y la presencia reconfortante de Bobby. Pero al llegar, vi que Sadie estaba cerrando el lugar.
—¿Bobby ya se ha ido? —pregunté, tratando de mantener la calma en mi voz.
Sadie levantó una ceja y miró el reloj de su muñeca antes de mirarme de nuevo.
—Sí, ya se ha ido. Cerramos hace rato. ¿Qué te pasa? Te ves rara.
No pude contener las lágrimas que empezaron a aflorar. Me apoyé en la pared cercana, tratando de detener el temblor en mi voz. Sadie me observó por un momento, claramente incómoda con la situación.
—No… no puedo más —musité, sintiendo cómo las lágrimas caían sin control.
—¿Qué diablos? —murmuró, intentando adoptar una actitud más empática— Abbie ¿Porque lloras?
Sentí como se acercaba lentamente hacia mi, sin saber que hacer.
—¿Que se supone que debo hacer en estos casos? —murmuro.
Miré a Sadie con lágrimas aún en mis ojos. A pesar de su distancia emocional habitual, su esfuerzo por ayudarme me conmovió. Con un suspiro, le dije:
—Solo necesito un abrazo.
Sadie parpadeó, claramente incómoda con la idea.El contacto físico no era algo que ella manejara con facilidad, y su rostro mostraba claramente su aversión hacia la idea. Sin embargo, se aclaró la garganta y trató de mantener una actitud de firmeza.
—¿Un abrazo? —repitió, con un tono que intentaba ser casual pero sonaba más bien forzado—. Bueno, no es mi especialidad, pero… supongo que podría intentarlo.
Extendió los brazos lentamente, como si el simple acto de abrazar fuera una tarea monumental. Me envolvió en un abrazo torpe y algo rígido. La incomodidad era palpable, pero el gesto de Sadie, aunque torpe, me dio algo de consuelo.
—Ahí lo tienes —dijo Sadie, intentando mantener el tono casual—. No te acostumbres demasiado a esto. No suelo hacer de terapeuta.
—Gracias —murmuré, aún temblando un poco—. A veces, incluso el intento cuenta mucho.
Sadie asintió, soltándome lentamente y retirando sus brazos con un leve suspiro.
—Creo que algo esta atormentando esa loca cabecilla tuya ¿cierto? —asentí, aun con lágrimas en mis ojos—En ese caso creo que te llevare a un lugar.
Acepte sin mucho ánimo, y comenzamos a caminar por las calles de Pringville. Hasta que llegamos a un bar de aspecto rudo, con luces de neón parpadeando en la entrada. El lugar estaba lleno de motociclistas y gente con apariencia rebelde. El sonido de la música rock y el murmullo de conversaciones animadas llenaban el aire.
Sadie buscó una mesa libre en un rincón menos iluminado y me invitó a sentarme.
—Siéntate —dijo mientras se deslizaba en la silla frente a mí—. Pediré algo para que te relajes.
Dijo mientras llamo a la camarera que no tardo en llegar.
—¡Lila! ¡Cuánto tiempo sin verte! —la saludo Sadie.
—¡Sadie! ¿Qué tal? ¡Hace siglos que no venías por aquí! ¿Qué hay de nuevo?
—Todo sigue igual Lila —respondió Sadie—Necesito tu mejor botella para mi amiga y para mí. Estamos de paso y, francamente, queremos olvidarnos del mundo por un rato.
—Entiendo. ¿La misma que solías pedir?
Por lo visto Sadie conoce bastante bien este lugar.
—Exactamente. Y un par de vasos también. Gracias.
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En Cada Atardecer
RomanceLa felicidad no llega cuando conseguimos lo que queremos, si no cuando disfrutamos lo que tenemos. Pero serias capaz de dejar ir tu felicidad solo para que la persona que amas consiga la suya. Abbie Evans ha tenido que lidiar toda su vida, con lo...