Capítulo 17.

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Me desperté de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Miré el reloj: 4:00 a.m. El sonido sordo y rítmico que me había sacado del sueño volvió a escucharse, esta vez más claro. Provenía de la ventana junto a mi cama. Contuve la respiración, preguntándome si lo había imaginado, pero ahí estaba de nuevo, el golpeteo insistente contra el vidrio, como si alguien estuviera intentando llamar mi atención.

Me levanté de la cama con cuidado, tratando de no hacer ruido, y me acerqué a la ventana. Mis dedos temblaron ligeramente cuando aparté la cortina, y lo que vi al otro lado me dejó sin aliento. Era Eros, de pie en el pequeño jardín, golpeando suavemente el vidrio. Abrí la ventana con cuidado, sin poder ocultar mi sorpresa.

—¿Qué estás haciendo aquí, Eros? —susurré, tratando de no sonar tan alarmada.

—Necesito hablar contigo —dijo él, su voz cargada de una urgencia que no pude ignorar.

Lo miré incrédula y luego al reloj en la pared.

—Son las cuatro de la mañana, Eros. ¿No podemos hablar mañana? —Negó con la cabeza, con expresión decidida.

—No, necesito hablar contigo ahora. Porque mañana… mañana no sé si tendré el valor.

Suspiré, sabiendo que no podría disuadirlo tan fácilmente.

—Es muy tarde para bajar. No quiero despertar a mi madre.

—No me voy a ir de aquí hasta que hablemos —insistió, su voz reflejando una mezcla de frustración y determinación.Le sostuve la mirada por un instante, y finalmente cedí.

—Está bien, voy a bajar, pero solo será un momento. No quiero que mi madre se despierte.

Eros asintió, y cerré la ventana con un suave clic. Me puse un abrigo, alisé mi cabello rápidamente, y comencé a bajar las escaleras de puntillas, cuidando de no hacer ruido. Al salir de la casa, lo vi allí, esperándome, y noté que aún llevaba la misma sudadera gris y los pantalones oscuros con los que lo había visto en la fiesta.

—¿Que es lo que quieres Eros? —pregunté, tratando de mantener la calma en mi voz, aunque el nudo en mi estómago se hacía más grande con cada segundo.

El aire fresco de la noche me hizo estremecer, pero no estaba segura si era por el frío o por la intensidad con la que él me miraba.

—Abbie, he estado pensando en lo que me dijiste en la fiesta toda el la noche... en realidad, mucho más tiempo, pero hoy... hoy ya no puedo guardármelo más.

—Eros ya no tenemos nada de qué hablar, ya fui muy clara contigo.

—No, si tenemos —dijo con firmeza —Ya no puedo seguir pretendiendo que no me importas más de lo que debería.

Sentí cómo mi corazón se detenía por un segundo, y luego comenzaba a latir con fuerza.

—Eros no hagas esto más difícil, olvídalo quieres, ignóralo, ignorame —le pedí con mi voz suplicante.

—De que me sirve ignorarte si te pienso a cada segundo —dijo con voz temblorosa—Eres la única persona que ocupa mi mente, aunque quiera sacarte de ella.

Estaba a punto de decir algo, cuando él dio un paso hacia mí, acortando la distancia que nos separaba y me miró con ojos suplicantes.

—Yo ya escuche lo que tenias que decirme, ahora es mi turno de hablar —sentenció.

Me quedé en silencio, dejando que las palabras de Eros se asentaran entre nosotros. La intensidad en sus ojos me decía que esto era algo que llevaba guardando dentro por mucho tiempo, y aunque quería interrumpirlo, sabía que necesitaba dejarlo hablar.

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