Aysha dio un paso atrás para admirar su obra maestra. Sus ojos brillaban mientras me miraba de arriba abajo, con una sonrisa de orgullo.
—Abbie, te ves increíble. Ese vestido te queda perfecto, pareces una reina —dijo emocionada, aplaudiendo suavemente.
Miré mi reflejo en el espejo, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. El vestido era de un tono borgoña profundo, con un elegante escote cruzado que acentuaba mis formas de una manera sutil pero sofisticada. La tela sedosa caía suavemente sobre mi cuerpo, deslizándose hasta llegar al muslo, donde una abertura dejaba ver una pierna al caminar. Nunca me había puesto algo tan atrevido, pero en ese momento, me sentí poderosa, como si pudiera conquistar el mundo.
Mis tacones de aguja combinaban perfectamente con el vestido, elevándome unos centímetros más, lo justo para sentirme aún más segura. Mi cabello castaño, que Aysha había peinado con suaves ondas, caía sobre mis hombros, brillando bajo la luz del cuarto.
Mis ojos ámbar resplandecían más que nunca, realzados por un maquillaje que, aunque natural, destacaba sutilmente su tonalidad dorada. El brillo en mi mirada reflejaba lo que sentía en ese momento: una mezcla de nervios, emoción y algo de confianza que apenas comenzaba a reconocer en mí misma.
—Aysha, me veo... diferente —le dije, todavía procesando la imagen frente a mí.
—¡Diferente no! Te ves espectacular. Créeme, Eros no sabrá qué decir cuando te vea.
Solté una risa nerviosa, pero no pude evitar sentirme bien con su comentario. Era cierto, me sentía diferente, pero en el mejor de los sentidos. Como si por una noche pudiera dejar de lado todas mis inseguridades y ser simplemente... yo, sin reservas.
—Bueno, no puedo negar que me siento como una verdadera reina —admití con una sonrisa cómplice.
—Y así es como debes sentirte —dijo Aysha, guiñándome un ojo—. Ahora, ve a esa fiesta y asegúrate de que todos lo sepan.
El timbre de la puerta sonó, y sentí cómo el aire abandonaba mis pulmones por un segundo. Eros ya había llegado. Una mezcla de nervios y emoción comenzó a subir por mi pecho.
—Vas a estar perfecta, como siempre —dijo Aysha mientras ajustaba un mechón suelto de mi cabello y me guiñaba un ojo—. Ahora, ve a deslumbrarlo.
Tomé una respiración profunda y descendí con ella hasta la puerta. Me detuve un instante antes de abrirla, sintiendo el peso del momento. Eros nunca me había visto así. Finalmente, con un suspiro tembloroso, giré la perilla y abrí la puerta.
Allí estaba él, más apuesto de lo que recordaba, pero lo que me atrapó fue su mirada. Eros me observaba como si nunca hubiera visto algo igual. Sus ojos recorrieron mi figura de arriba a abajo, y su mandíbula parecía tensarse mientras una sonrisa perezosa empezaba a formarse en su rostro.
—Dios... —murmuró, sus palabras casi inaudibles al principio. Luego, se aclaró la garganta, pero no pudo apartar los ojos de mí—. Abbie... estás... —hizo una pausa y se rió de sí mismo—. No tengo palabras. Creo que no me había dado cuenta hasta ahora de lo hermosa que eres, pero... —sus ojos bajaron hasta mis labios, luego al escote del vestido y regresaron a mi rostro—. Te ves como una diosa.
—Tú también te ves muy guapo —dije, mordiéndome ligeramente el labio.
Él también se veía impecable, con su traje oscuro perfectamente ajustado, la camisa blanca dándole un toque elegante pero informal, y el cabello revuelto de una manera que parecía estudiadamente desordenada.
—No sé cómo voy a sobrevivir esta noche sin que todos te miren, pero te prometo que no voy a dejar de mirarte ni un segundo —susurró con voz ronca, bajando su tono hasta hacerme sentir un suave escalofrío en la piel—. Este vestido fue hecho para ti... o tú para él. No sé, pero... eres perfecta.
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En Cada Atardecer
RomanceLa felicidad no llega cuando conseguimos lo que queremos, si no cuando disfrutamos lo que tenemos. Pero serias capaz de dejar ir tu felicidad solo para que la persona que amas consiga la suya. Abbie Evans ha tenido que lidiar toda su vida, con lo...