Una vez leí que los museos son ideales
para las primeras citas. Decían que podías preguntar qué piensa alguien sobre una obra de arte o una exposición, y eso te revelaría más de esa persona que las típicas preguntas sobre hobbies o intereses. Quizás porque las reacciones, esos gestos espontáneos y genuinos, dicen más que cualquier descripción introspectiva.Así que aquí estoy, recorriendo las salas de un museo junto a Eros, preguntándome qué dirá de él la manera en que observa cada cuadro, la forma en que sus ojos se detienen en los detalles.
—¿Qué opinas de esta?.
Le pregunté cuando nos detuvimos frente a una pintura particularmente abstracta. Los colores parecían bailar sobre el lienzo en una especie de caos controlado. Es el tipo de obra que no te da respuestas, solo preguntas.
—Que no la entiendo, al igual que las otras —admite finalmente, encogiéndose de hombros.
No puedo evitar reírme, aunque intento disimularlo, lo que provoca que él me mire con una mezcla de desconcierto y diversión.
—No te rías, es difícil entender la pintura —se queja, aunque sé que no lo dice en serio.Todavía sonriendo, lo miro y respondo:
—Es porque tú le tienes que dar un significado. Al verla, trata de pensar en lo que crees que quiere transmitir, lo que te hace sentir. Es más sobre lo que te inspira que sobre entenderlo todo.
Eros sigue observando la pintura, como si mis palabras hubieran encendido algo en su interior. Veo cómo su expresión cambia ligeramente, un indicio de que quizá esté comenzando a ver algo más allá de las formas y colores que tanto lo habían desconcertado antes. Sin embargo, después de un largo momento, suspira y sacude la cabeza.
—No puedo hacerlo, sigo sin entenderla —confiesa, volviéndose hacia mí con una sonrisa de resignación—¿Y tú? ¿Qué opinas de esta pintura?
Me tomo un momento para pensar, dejando que mis ojos recorran el lienzo antes de responder.
—Para mí, esta pintura representa la lucha interna entre el caos y el orden. Es como si el artista estuviera tratando de capturar esa batalla en su mente, los pensamientos y emociones que se agolpan, chocan y se entrelazan, buscando una manera de encontrar su lugar. Es una especie de tormenta interna, un reflejo de lo complejo que puede ser intentar darle sentido a todo lo que sentimos y pensamos.
Eros me escucha atentamente, sus ojos fijos en los míos mientras hablo.
—Definitivamente mi novia es increíble —dice con una sonrisa que hace que mi corazón se acelere.
Entonces, me toma de la mano y me hace dar una vuelta, como si estuviera presentándome ante un público invisible.
"Novia." La palabra resuena en mi mente, todavía algo que trato de procesar. Cada vez que la dice, siento ese hormigueo en el pecho, una mezcla de emoción y asombro. Es como si esa palabra tuviera un poder especial, algo que hace que mi corazón se acelere con cada repetición. Pero lo que más me desconcierta es la manera en que la dice, con tanto orgullo, como si ser su novia fuera su mayor logro, su más preciado tesoro.
—¿Por qué nuestra primera cita en un museo? —pregunté, dejando que mi curiosidad saliera a flote—. Podríamos haber ido a un lugar que te gustara más a ti.
—Porque quería estar en un lugar que te hiciera feliz —respondió sin dudar—. Además, si escogi algo que me gusta a mí...
Me miró con una sonrisa traviesa, dejando la frase en el aire.
—¿Qué? —insistí, entre divertida e intrigada.
—Tú. —Sus ojos dejaron la pintura y se posaron en mí, serios y sinceros—. A ti te encanta todo lo relacionado con el arte, y a mí me encanta todo lo que tenga que ver contigo.
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En Cada Atardecer
RomanceLa felicidad no llega cuando conseguimos lo que queremos, si no cuando disfrutamos lo que tenemos. Pero serias capaz de dejar ir tu felicidad solo para que la persona que amas consiga la suya. Abbie Evans ha tenido que lidiar toda su vida, con lo...