(Narra Massimo)
Marbella había sido un cambio inesperado, aunque no del todo desagradable. Después de años viviendo una vida nómada, siguiendo a mi padre de ciudad en ciudad, de negocio en negocio, él había decidido que este lugar sería nuestra base. No me molestaba la idea de establecerme en una ciudad como esta. Puerto Banús tenía su encanto, con sus yates lujosos, su vida nocturna vibrante, y la sensación de que todo el mundo estaba jugando un juego de apariencias.
Mi padre, por supuesto, encajaba perfectamente en ese juego. Era un hombre de negocios astuto, con dinero suficiente para comprar lo que quisiera y una reputación bien conocida por su capacidad para manejar empresas y mujeres con la misma destreza. No estaba orgulloso de él. Sabía lo que hacía cuando se creía fuera de la vista de mi madre. Sabía cómo usaba su dinero y su poder para conseguir lo que quería. Mi madre también lo sabía, pero a ella no le importaba. Ella estaba más interesada en mantener su estatus social que en lo que él hacía con otras mujeres.
Cuando mi padre me informó que conoceríamos a su nuevo socio y a su familia en una comida en Nobu, no pude evitar sentir una sensación de aburrimiento anticipado. Estas comidas siempre eran lo mismo: charlas de negocios disfrazadas de conversaciones casuales, un desfile interminable de sonrisas falsas y cumplidos vacíos. La única razón por la que no me opuse fue porque adoro la comida japonesa, y Nobu siempre había sido uno de mis restaurantes favoritos.
Esperaba una comida predecible, una conversación aburrida sobre inversiones y mercados internacionales, y quizás una o dos preguntas sobre mi vida que me vería obligado a responder con la mínima cantidad de detalles. Pero todo cambió en el momento en que la vi entrar al restaurante.
No era la primera vez que la veía. La había encontrado en una discoteca, dos veces para ser exactos, y desde la primera vez, algo en ella me había atrapado. No sabía qué era. Tal vez su mirada, que parecía desafiarme y atraerme al mismo tiempo. O tal vez la forma en que se movía, con una confianza natural que no necesitaba de adornos. La segunda vez, la había tenido tan cerca que sentí que podía arrebatarle la ropa en ese mismo instante. Pero, antes de que pudiera hacer algo, ella había salido corriendo, dejándome con un deseo insatisfecho y una curiosidad insaciable.
Y ahora, verla aparecer en Nobu, caminando hacia nuestra mesa con esa misma seguridad que había visto en la discoteca, me dejó sin aliento por un momento. Era incluso más hermosa a la luz del día, con un aire de elegancia que solo realzaba su atractivo. Mi aburrimiento se desvaneció al instante, reemplazado por una necesidad urgente de saber más. De saber por qué había salido corriendo esa noche. De saber si sentía lo mismo que yo cuando estábamos cerca.
Ella me vio, y su reacción fue inmediata. Se quedó paralizada, como si no pudiera creer lo que estaba viendo. Y luego, en un gesto rápido, fingió una llamada en su teléfono y salió del restaurante. Supe que necesitaba seguirla. No podía dejar pasar esta oportunidad de enfrentarla, de obtener respuestas.
Me levanté de la mesa con la excusa de que necesitaba hacer una llamada yo también, y la seguí a una distancia suficiente como para que no sospechara. La vi caminar fuera del restaurante, perderse en sus pensamientos mientras respiraba profundamente, como si intentara calmarse. Después de unos minutos, volvió a entrar y se dirigió al baño. Fue entonces cuando tomé mi decisión.
Esperé unos segundos y luego entré al baño. No había nadie más allí, solo ella, frente al espejo, retocándose el maquillaje. No pude evitar admirar la forma en que cuidaba cada detalle, asegurándose de que su apariencia fuera perfecta. Pero sabía que esto no se trataba solo de maquillaje. Sabía que estaba luchando por mantener el control, por ocultar lo que realmente estaba sintiendo.
Cuando salió del baño, no le di tiempo para reaccionar. La empujé suavemente hacia dentro de nuevo, lo suficiente como para que entendiera que no iba a dejarla ir tan fácilmente.
—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —dijo, su tono lleno de una furia que solo aumentaba mi deseo por ella.
Me acerqué, acorralándola contra la pared del baño. Estaba tan cerca que podía ver cada pequeño detalle de su rostro, cada pestaña, cada línea suave en sus labios.
—Deberías tener más cuidado con los lugares que frecuentas —le dije, manteniendo mi voz baja, pero autoritaria—. No querrías que tus padres supieran por dónde has estado, ¿verdad?
Vi cómo sus ojos brillaban con una mezcla de desafío y algo más, algo que me decía que, a pesar de sus palabras, no estaba tan en control como pretendía.
—¿Y quién dice que mis padres tienen que saberlo? —respondió, levantando una ceja con un desafío que me hacía querer tomarla ahí mismo—. ¿O acaso te preocupa que descubran que tú también estabas allí?
No pude evitar sonreír, aunque no me alejé ni un milímetro. Su audacia me fascinaba, pero también sabía que esta era mi oportunidad de dejarle claro que no estaba dispuesto a jugar a sus juegos.
—No quiero tener nada que ver contigo —le dije, aunque mis ojos traicionaban el deseo que sentía—. Así que será mejor que ambos callemos.
Ella se mordió el labio, y por un momento, pensé que cedería. Pero luego, con una picardía que me descolocó, se inclinó ligeramente hacia mí, lo suficiente para que nuestras respiraciones se mezclaran.
—¿Seguro que no quieres tener nada que ver conmigo? —preguntó, su voz suave pero cargada de provocación—. Porque me parece que te mueres por besarme. Siempre estás tan cerca...
La tensión entre nosotros era casi insoportable. Podía sentir la lucha interna que estaba librando, al igual que la mía. Cada fibra de mi ser quería inclinarme y besarla, pero sabía que si lo hacía, perdería todo el control que había logrado mantener hasta ahora.
—Más quisieras tú que yo te besara —murmuré, aunque mi voz ya no tenía la misma firmeza de antes.
—Lo que yo quiera es irrelevante —respondió con un tono juguetón, acercándose aún más—. Lo que es evidente es que tú no puedes resistirte. Y eso te aterra, ¿verdad?
Estaba jugando conmigo, y lo sabía. Pero no podía dejar que ganara tan fácilmente. Me aparté, aunque solo lo suficiente para crear una pequeña distancia entre nosotros. Necesitaba recuperar el control antes de que fuera demasiado tarde.
—Eres una chica muy peligrosa, Barbi —dije, mi voz cargada de advertencia.
—Y tú un cobarde por no admitir lo que quieres —me respondió, su mirada fija en la mía, desafiándome a dar el siguiente paso.
Sabía que no podía seguir así, que necesitaba alejarme antes de que todo se desmoronara. Sin decir nada más, me giré y salí del baño, aunque cada paso que daba sentía como si estuviera huyendo. No podía permitir que ella viera lo mucho que me afectaba. No podía permitir que supiera que, en realidad, me moría por besarla.
Cuando la puerta se cerró detrás de mí, me detuve por un momento, respirando profundamente para calmarme. Había perdido esta batalla, pero sabía que esto no había terminado. Había algo entre nosotros que no podía ignorar, algo que, tarde o temprano, nos obligaría a enfrentarnos de nuevo.
Volví a la mesa, fingiendo que nada había pasado, aunque mi mente seguía atrapada en el recuerdo de su proximidad, en la sensación de su aliento contra mi piel. Sabía que las cosas se complicarían, pero también sabía que no podía simplemente alejarme de ella. No ahora que había probado lo que era estar tan cerca.
Este juego estaba lejos de terminar, y aunque aún no sabía cómo, estaba decidido a ganarlo.
——————
Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵
ESTÁS LEYENDO
No podrás olvidarme
Teen FictionEn el vibrante y lujoso escenario de Marbella, Bárbara y sus amigas se sumergen en una red de secretos y peligros que amenazan con cambiar sus vidas para siempre. Entre chantajes, una trama ilegal, y encuentros cargados de pasión y erotismo, descubr...
