💠 Capítulo 33 💠

29 14 74
                                        

(Narra Paola)

Cada día que pasaba sentía cómo las cadenas de Rodrigo se apretaban más alrededor de mi corazón. Sabía que lo que estaba haciendo estaba mal, sabía que me estaba manipulando, pero no podía evitarlo. Sus palabras dulces y sus promesas vacías me envolvían en una manta de comodidad que, aunque sabía que era falsa, no podía soltar. Me odiaba por ello, pero cuando estaba en sus brazos, me olvidaba de todo lo demás.

Había intentado hablar con Barbi. Sentía la necesidad de confesarle lo que estaba ocurriendo, de pedirle consejo, de suplicarle ayuda. Pero cada vez que levantaba el teléfono para llamarla o para enviarle un mensaje, algo dentro de mí se encogía, como si una parte de mí supiera que no estaba preparada para escuchar lo que Barbi me diría. Y ahora, con todo lo que ella estaba pasando con Massimo y Lorenzo, era aún más difícil encontrar el momento adecuado.

El grupo que alguna vez fue inseparable, ahora estaba dividido. Martina se había sumergido en los problemas con su familia y con Emma. Habían roto, y Martina lo estaba pasando muy mal. Ni siquiera se atrevía a contarle a sus padres que era lesbiana. No podía soportar la idea de que la rechazaran, así que se había alejado. No la veía desde hacía días, y cada vez que intentaba contactarla, recibía respuestas frías y distantes.

Clara, por otro lado, había decidido perderse en la vida nocturna de Marbella. Desde que Tomás la había traicionado, había comenzado a salir cada noche, muchas veces sin siquiera avisarnos. Su vida se había convertido en un desfile constante de hombres, uno tras otro, en un intento desesperado de llenar el vacío que Tomás había dejado. Intentamos hablar con ella, pero no cedía; se alejaba cada vez más.

Y yo... yo estaba sola. Mis amigas estaban demasiado ocupadas con sus propios problemas para darse cuenta de lo que me estaba sucediendo. Estaba atrapada en un ciclo de manipulación y control, y no podía salir de él. Cada vez que intentaba romper con Rodrigo, él encontraba una manera de arrastrarme de nuevo. Me convencía de que solo él podía protegerme, que sin él, todo se vendría abajo. Incluso amenazaba con hacer públicas ciertas verdades sobre mis padres si no seguía a su lado. Sabía que estaba atrapada, pero no sabía cómo escapar.

En medio de todo esto, aún teníamos que cumplir con las órdenes de Ruslan. Ninguna de nosotras había tenido el valor de enfrentarse a él, y cada noche en la discoteca era un recordatorio constante de nuestra situación. Yo seguía atrapando hombres, acercándome a ellos, coqueteando, asegurándome de que compraran la droga que Ruslan traficaba. Era como una coreografía bien ensayada, pero cada paso que daba me hacía sentir más sucia, más atrapada en una telaraña de la que no sabía si algún día podría escapar.

A veces, me preguntaba si Barbi o Clara también sentían lo mismo, si cada sonrisa que lanzaban, cada palabra coqueta que decían, también las destruía un poco por dentro. Pero no podíamos hablar de ello, no cuando nuestras vidas dependían de mantener la farsa. Todo lo que queríamos era mantener a nuestras familias fuera de peligro, y si eso significaba seguir el juego de Ruslan, lo haríamos.

Pero Rodrigo... él era diferente. Era más que un juego. Con él, estaba involucrada de una manera que me aterraba. No solo temía por lo que podría hacerme, sino por lo que ya estaba haciendo. Sentía cómo me absorbía, cómo cada día que pasaba bajo su influencia perdía un poco más de mí misma. Pero lo peor de todo es que, a veces, una parte de mí no quería resistirse.

Había algo adictivo en él, en la manera en que podía hacerme sentir segura y aterrorizada al mismo tiempo. Me decía que me amaba, que haría cualquier cosa por protegerme. Y yo, en mi desesperación, quería creerle. Pero sabía que era solo una ilusión, un espejismo en medio del desierto de mi vida.

(Narra Barbi)

Cuando volví a casa, me encontré con mis padres y mi hermano Carlos en el salón. Estaban sentados juntos, con expresiones serias en sus rostros. Mis padres me dijeron que esa noche íbamos a asistir a una cena benéfica organizada por Concordia, una de las organizaciones más importantes de Marbella, que recaudaba fondos para las víctimas del SIDA. Sería un evento lleno de gente importante, y por supuesto, teníamos que lucir impecables.

No podrás olvidarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora