💠 Capítulo 5 💠

29 22 66
                                        

El cielo se había oscurecido por completo cuando Clara y Martina llegaron a la casa de Paola. Sus padres, como era habitual, estaban fuera, disfrutando de una velada con amigos en otra villa. Esto dejaba a Paola, que era hija única, con la casa para ella sola. Normalmente, esta independencia era un privilegio que ella disfrutaba, pero hoy la soledad se sentía como una carga.

El sonido del timbre resonó por la casa, y Paola, que había estado mirando su teléfono nerviosamente, dio un pequeño salto. Me acerqué a la puerta, con Paola siguiéndome de cerca. Cuando abrí, Clara y Martina entraron rápidamente, trayendo consigo una mezcla de preocupación y determinación.

Clara llevaba un vestido azul marino que le llegaba hasta las rodillas, con un escote cuadrado que resaltaba sus clavículas. Su cabello castaño oscuro caía en ondas suaves, enmarcando su rostro. Siempre había sido la más clásica de nosotras, con una belleza atemporal que nunca pasaba de moda. Clara y Tomás habían estado juntos desde el instituto, y su relación, aunque aparentemente perfecta, siempre me había parecido demasiado idílica. A veces me preguntaba si Clara, con su carácter dulce y reservado, ocultaba alguna inquietud bajo esa fachada de perfección.

Martina, en cambio, tenía un aire completamente diferente. Llevaba unos pantalones ajustados de cuero negro y una blusa de seda roja, con un escote pronunciado. Su cabello rubio estaba recogido en una coleta alta, lo que realzaba su rostro anguloso y sus ojos azul hielo. A Martina siempre le había gustado destacar, ser el centro de atención, pero había algo en ella, una parte de su vida que nunca compartía del todo. Su familia era estricta, lo sabíamos, pero intuíamos que había más cosas que ella prefería mantener en secreto.

—¿Cómo estás, Paola? —preguntó Clara, con una voz suave, mientras le daba un abrazo.

—Nerviosa, pero mejor ahora que estáis aquí —respondió Paola, tratando de esbozar una sonrisa.

Martina, que no era tan dada a las muestras de afecto, le dio una palmadita en la espalda a Paola.

—Tranquila, Pao. Vamos a estar contigo todo el tiempo. No dejaré que nada malo te pase.

Nos dirigimos al salón, donde nos sentamos en círculo, rodeando a Paola como si estuviéramos protegiéndola del mundo exterior. La luz suave de las lámparas iluminaba el espacio, creando un ambiente íntimo, aunque cargado de tensión.

—¿Cuál es el plan entonces? —preguntó Clara, rompiendo el silencio.

Paola tomó aire, como si estuviera preparándose para una confesión.

—La dirección que me enviaron es una discoteca en Puerto Banús, pero la entrada no es la normal. Me han dicho que entre por la parte de atrás.

Martina frunció el ceño, claramente preocupada.

—Eso suena muy mal, Paola. No podemos dejarte ir sola.

—No lo haréis —aseguró Paola—. He pensado que podríamos ir todas, pero separadas. Yo tomaré un Uber hasta allí, para no levantar sospechas. Barbi, tú me seguirás con el coche, y Clara y Martina irán contigo. Así, si algo pasa, no estaremos todas en el mismo sitio.

—Tiene sentido —dijo Clara, asintiendo lentamente—. Pero necesitamos estar preparadas para cualquier cosa. Esto no es un juego.

Asentí, sintiendo la responsabilidad de la situación.

—Tenemos que vestirnos adecuadamente para la ocasión, pero no podemos destacar demasiado. Necesitamos mezclarnos, ser parte del entorno sin llamar la atención.

Subimos al cuarto de Paola para prepararnos. El ambiente estaba cargado de tensión, pero intentábamos mantener la calma por su bien. Todas sabíamos que la noche iba a ser complicada, pero no queríamos demostrar nuestras propias inquietudes.

No podrás olvidarme Donde viven las historias. Descúbrelo ahora