💠 Capítulo 31 💠

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(Narra Barbi)

El nudo en mi estómago se había vuelto constante. Desde aquella noche en la que compartimos más que solo caricias, las cosas con Massimo habían cambiado, y no precisamente para bien. Cada mensaje que enviaba parecía perderse en el vacío, y las respuestas, cuando llegaban, eran breves y distantes. Sentía como si una sombra se hubiera posado sobre nosotros, oscureciendo lo que había sido tan brillante y vibrante.

Había intentado no darle importancia, convenciéndome de que tal vez estaba ocupado, que quizá los problemas con su padre estaban tomando más tiempo del que esperaba. Pero a medida que pasaban los días, era imposible ignorar la realidad: algo estaba mal, y Massimo no me lo estaba diciendo.

Esa tarde, mientras me arreglaba para salir con las chicas, no pude evitar quedarme mirando mi reflejo en el espejo. El maquillaje estaba impecable, pero mis ojos delataban la inquietud que sentía. ¿Por qué sentía que lo estaba perdiendo? ¿Acaso había hecho algo mal?

—Barbi, ¿todo bien? —La voz de Paola me sacó de mis pensamientos. Se apoyaba en el marco de la puerta, observándome con preocupación.

Forcé una sonrisa, pero el gesto se sintió falso incluso para mí. —Sí, claro, todo bien.

Paola no pareció convencida. Se acercó y me abrazó por detrás, su gesto cálido y reconfortante. —Sé que algo te preocupa. ¿Es Massimo?

Mi corazón dio un vuelco. ¿Era tan evidente? Me miré de nuevo en el espejo, viendo el reflejo de ambas, y sentí una oleada de tristeza. —Sí, es él. Está distante, diferente. No sé qué está pasando, Pao, y me está matando.

Paola frunció el ceño, su expresión reflejaba tanto confusión como empatía. —¿Lo has hablado con él? Quizá está pasando por algo y no quiere preocuparte.

Suspiré, apartando la mirada. —Lo he intentado, pero parece que cada vez que quiero hablar con él, me evita. Me responde con monosílabos, como si... no quisiera hablar conmigo.

—Eso no suena a Massimo —respondió ella, cruzándose de brazos—. Tal vez... ¿crees que esté relacionado con su padre? Sabes que no se llevan bien.

—No lo sé, Paola. Lo único que sé es que siento que lo estoy perdiendo, y no sé por qué.

Paola me abrazó con más fuerza. —Tienes que enfrentarlo, Barbi. No puedes seguir así, desgastándote. Habla con él, y si no quiere hablar... bueno, ya sabrás que no es culpa tuya.Asentí, pero sentía que mis palabras no iban a cambiar nada. Algo me decía que Massimo estaba lidiando con más de lo que quería admitir, y yo estaba quedando al margen.

(Narra Massimo)

El peso de mis decisiones me estaba aplastando. Desde aquella mañana en que dejé la nota en el escritorio de Barbi, todo había ido en picada. Me decía a mí mismo que era lo mejor, que mantener la distancia era lo correcto si quería protegerla. Pero cada vez que veía su nombre en mi teléfono, sentía que una parte de mí se rompía un poco más.

Después de aquella llamada con mi padre, su advertencia había quedado grabada en mi mente como un veneno lento. "No te olvides de quién eres y de quién soy yo". Esas palabras me perseguían, recordándome que no importaba cuánto quisiera a Barbi, mi vida y la suya estaban en peligro si continuaba acercándome a ella.

Pero había algo más, algo que me atormentaba aún más: Lorenzo. Sabía que estaba en Marbella, sabía que no tardaría en hacer su movimiento. Y si él sabía de Barbi... No, no podía arriesgarla.

Por eso, cuando Barbi me llamó esa tarde, dejé que el teléfono sonara hasta que se fue al buzón de voz. No podía hablar con ella, no podía mentirle a la cara. Y la verdad, no sabía qué decirle. ¿Cómo explicarle que mi silencio era por su bien? ¿Cómo hacerle entender que alejarme era lo único que podía hacer para protegerla?

Me quedé mirando el teléfono, sus llamadas perdidas y mensajes acumulándose. Cada uno de ellos era una daga en mi corazón, recordándome que cuanto más la alejaba, más la hería.Decidí que no podía seguir así. Necesitaba ver a Lorenzo, confrontarlo antes de que se acercara a Barbi. Marqué su número, mi pulso acelerado mientras los tonos sonaban.

—¿Massimo? —su voz, despreocupada, resonó al otro lado de la línea, como si esperara mi llamada.

—Lorenzo, sé que estás aquí. —Mi voz era dura, controlada—. Mantente alejado de ella.Su risa burlona me hizo apretar los dientes. —Ah, la chica. Sí, he oído hablar de ella. Bonita, ¿no? Debe ser difícil para ti, mantenerla segura, quiero decir.

—No juegues conmigo, Lorenzo. Sabes que no te lo permitiré.

—Oh, Massimo, no te pongas así. Solo estoy de paso. Quizá, si te portas bien, no me moleste en conocerla.

Sentí que la ira se mezclaba con el miedo en mi interior. —No te acerques a ella, te lo advierto.

—Nos vemos pronto, amigo. Muy pronto.

La línea se cortó, dejándome con una sensación de impotencia. Sabía que no podía proteger a Barbi de todo lo que venía, pero también sabía que no podía permitir que Lorenzo se saliera con la suya.

(Narra Barbi)

Esa noche, mientras caminaba con las chicas hacia el coche después de la cena, no podía quitarme a Massimo de la cabeza. Intenté sumergirme en la conversación, reírme, distraerme, pero nada funcionaba. Lo único que podía pensar era en cómo se había alejado de mí, en cómo cada día lo sentía más distante.

Sentí mi teléfono vibrar en el bolsillo, y mi corazón dio un brinco. Saqué el móvil con la esperanza de ver su nombre, pero no era Massimo.

Las chicas se despidieron y me quedé sola en el coche, mirando la pantalla del móvil, esperando un mensaje, una llamada... algo. Pero nada llegó. No podía seguir así, necesitaba respuestas. Encendí el coche y conduje hacia el apartamento de Massimo, la mente llena de preguntas sin respuesta.

Cuando llegué, el edificio estaba oscuro y silencioso. Me paré frente a la puerta de su apartamento, respiré hondo y llamé. No hubo respuesta. Llamé otra vez, con más insistencia, pero de nuevo, nada. Sentí una mezcla de frustración y desesperación.

—Massimo, por favor, abre —susurré, apoyando la frente contra la puerta. Sabía que estaba allí, lo sentía. Sabía que me estaba evitando.

Después de lo que parecieron horas, me rendí. Me di la vuelta y comencé a caminar hacia el ascensor, mi corazón hecho pedazos. Cuando llegué a la planta baja, recibí un mensaje."Lo siento. Hablamos mañana. M."

Era todo lo que decía. Miré las palabras, sin saber si sentirme aliviada o aún más angustiada. Sabía que algo estaba mal, pero también sabía que él no me lo diría. Y esa noche, mientras volvía a casa, sentí que la distancia entre nosotros se había hecho insalvable.

(Narra Massimo)

Me quedé detrás de la puerta, escuchando los golpes, escuchando cómo Barbi llamaba mi nombre, pidiéndome que abriera. Cada palabra suya era como un cuchillo que se clavaba más y más profundo en mi corazón. Pero no me moví. No podía enfrentarla, no cuando sabía que cada momento que pasábamos juntos la ponía en más peligro.

Cuando finalmente escuché sus pasos alejándose, cerré los ojos, sintiendo la culpa y el dolor arrasando dentro de mí. La estaba perdiendo, y no había nada que pudiera hacer para detenerlo.

Le envié un mensaje, las pocas palabras que pude juntar, sabiendo que no serían suficientes, que no calmarían el dolor que seguramente estaba sintiendo. Pero era todo lo que podía hacer.Me dejé caer en el sofá, agotado, mis pensamientos giraban en torno a lo que Lorenzo había dicho, a lo que podría hacerle a Barbi. Sabía que mi silencio la estaba lastimando, pero sabía que si la dejaba entrar en mi vida ahora, la pondría en un peligro aún mayor.

Tenía que encontrar una manera de enfrentar a Lorenzo, de detenerlo antes de que hiciera algo que no pudiera deshacer. Pero hasta que lo lograra, la única manera de proteger a Barbi era mantenerla a distancia, aunque eso significara romper mi propio corazón en el proceso.

Esa noche, no dormí. Pasé las horas oscilando entre la desesperación y la determinación, sabiendo que el tiempo se estaba acabando, que Lorenzo no tardaría en hacer su jugada. Y cuando llegara ese momento, tendría que estar preparado, porque perder a Barbi no era una opción.

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