💠 Capítulo 16 💠

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(Narra Barbi)

La noche había caído sobre Marbella, y como de costumbre, todas nos reunimos en casa de Paola para prepararnos. Era un ritual que, aunque en apariencia no había cambiado, ahora estaba cargado de una tensión que antes no existía. Nos arreglamos con cuidado, sabiendo que cada detalle importaba más de lo que queríamos admitir. Esta no era una salida cualquiera; cada vez que nos dirigíamos a Puerto Banús, sabíamos que nos estábamos adentrando en un territorio peligroso, tanto emocional como físicamente.

Mientras nos maquillábamos y elegíamos la ropa adecuada, intentamos mantener la conversación ligera, como si todo fuera normal. Clara habló un poco sobre Tomás, con esa mezcla de duda y esperanza que ya me resultaba tan familiar. Paola, por su parte, nos contó que Rodrigo seguía insistiendo en verla. Podía notar la confusión en su voz, la incertidumbre sobre qué hacer con él. Era evidente que estaba luchando con sus sentimientos, atrapada entre lo que deseaba y lo que sabía que debía hacer.

Cuando finalmente estuvimos listas, salimos de la casa de Paola y subimos al coche. Conduje hacia la discoteca Momento, intentando concentrarme en la carretera y no en la creciente ansiedad que sentía en mi interior. Durante el trayecto, seguimos conversando, aunque todas sabíamos que nuestras palabras eran un esfuerzo por distraernos del nerviosismo que compartíamos.

—Rodrigo no deja de escribirme —dijo Paola, suspirando—. No sé qué hacer con él. Lo amo, pero no puedo seguir así.

—Es complicado —comentó Clara desde el asiento trasero—. Con Tomás es igual. A veces creo que lo mejor sería dejarlo, pero luego... luego hay momentos en los que siento que no puedo vivir sin él.

Yo asentí en silencio, sintiendo una punzada de empatía por ambas. Sabía lo que era estar atrapada en una relación que ya no era lo que había sido, pero también sabía lo difícil que era soltar algo que había significado tanto. No pude evitar pensar en Alex y en cómo tenía que enfrentarme a él esa noche. O eso creía.

Al llegar a la discoteca, el portero nos dejó pasar sin problemas, como siempre. No necesitábamos pagar entrada; éramos conocidas allí, pero no en el sentido común de la palabra. Nuestra tarea estaba clara: inducir a los hombres a comprar droga para Ruslan. Sabía que esa noche sería diferente porque, aunque Alex no trabajaba, me había enviado un mensaje que me dejó un sabor amargo en la boca.

Alex: ¿Por qué has ido a la discoteca? Sabes que no me gusta que estés allí sin mí.

No respondí. Tenía cosas más importantes en las que pensar, y además, había algo que no podía sacarme de la cabeza: si me encontraría con Massimo esa noche y, en caso de hacerlo, cómo me comportaría. El simple hecho de pensar en él me hacía sentir una mezcla de excitación y nerviosismo que no podía controlar.

Una vez dentro, comenzamos nuestra tarea. Sin Alex vigilando mis movimientos, me permití ser un poco más atrevida en mis aproximaciones a los hombres. Aunque no era una chica especialmente atrevida en público, sabía cómo manejarme en situaciones íntimas. Siempre había tenido un lado más salvaje, una parte de mí que disfrutaba del juego de la seducción, aunque pocas personas lo sabían, ni siquiera mis amigas.

Me acerqué a un hombre que estaba solo en la barra, su bebida ya a medio consumir y sus ojos recorriéndome con interés. No era especialmente guapo, pero estaba lo suficientemente borracho como para que eso no importara. Me acerqué, colocando mi mano en su brazo de manera casual, pero intencionada.

—¿Te diviertes? —pregunté con una sonrisa juguetona, acercándome lo suficiente como para que pudiera oler mi perfume.

El hombre sonrió de vuelta, su mirada fija en mis labios.

—Mucho más ahora que estás aquí —respondió, su voz arrastrada por el alcohol.

Me incliné un poco más, asegurándome de que el escote de mi vestido fuera lo suficientemente visible para mantener su atención. Sabía lo que estaba haciendo, y aunque no disfrutaba manipulando a la gente, era parte del juego al que nos habíamos visto obligadas a jugar.

—Quizás pueda hacer que te diviertas aún más —murmuré, dejándole una pequeña bolsa en la mano.

Él la miró, su sonrisa ensanchándose mientras me miraba con deseo. Estaba claro que no me diría que no. Pero justo cuando él se inclinaba hacia mí, buscando un contacto más íntimo, sentí una mano fuerte en mi brazo, tirándome hacia atrás.

Me giré, sorprendida y lista para defenderme, pero cuando vi quién era, mi corazón se detuvo. Massimo estaba allí, con una expresión furiosa en su rostro, tan cerca de mí que podía sentir su aliento en mi piel.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —espetó, su voz baja pero cargada de rabia contenida.

Me quedé sin palabras por un segundo, atrapada en la intensidad de su mirada. Era justo lo que había estado deseando: que apareciera, que me tomara, que rompiera esa distancia que él mismo había impuesto. Pero al mismo tiempo, su actitud autoritaria me irritó.

—¿Qué te importa a ti lo que haga? —respondí, intentando sonar desafiante, aunque mi voz traicionó un atisbo de nerviosismo—. Esto no es de tu incumbencia.

—Lo es cuando te veo coqueteando con un imbécil que claramente no te conviene —replicó, acercándose aún más, si es que eso era posible. Su tono era tan serio que por un momento pensé que iba a besarme. Y si soy honesta, lo deseaba desesperadamente.

Su furia parecía alimentada por algo más que simple preocupación, como si la idea de verme con otro lo volviera loco. Algo dentro de mí se removió al ver su reacción, una mezcla de satisfacción y deseo de provocarlo aún más.

—¿Qué te pasa, Massimo? —le pregunté con una sonrisa ladina, decidida a vacilarlo—. ¿Celoso, tal vez? Porque fuiste tú quien dijo que no quería tener nada que ver conmigo.

Él entrecerró los ojos, su mandíbula tensa. Estaba a punto de decir algo, pero antes de que pudiera continuar, sentí mi teléfono vibrar en mi bolso. Sabía que era alguna de mis amigas, probablemente Paola o Clara, y aunque todo en mi cuerpo me gritaba que me quedara allí con él, sabía que debía irme.

—Ahora tengo que irme —dije, separándome de él con un suspiro, aunque no pude evitar que mi voz sonara un poco decepcionada—. Pero sé que me vas a echar de menos.

Antes de que él pudiera responder, me di la vuelta y me alejé, sintiendo sus ojos clavados en mi espalda. Me costó todo el autocontrol que tenía no mirar atrás, no volver corriendo hacia él y terminar lo que habíamos comenzado.

Pero esta noche había otras prioridades. Sabía que Massimo no se iría a ninguna parte, que tarde o temprano tendríamos que enfrentar lo que estaba sucediendo entre nosotros. Pero por ahora, tenía que mantener la cabeza fría y concentrarme en lo que realmente importaba.

Mientras me dirigía hacia donde estaban mis amigas, no podía evitar sonreír. Había algo en este juego de tira y afloja con Massimo que me emocionaba, que me hacía sentir más viva de lo que había estado en mucho tiempo. Pero también sabía que estaba jugando con fuego, y que si no tenía cuidado, podría quemarme.

La noche estaba lejos de terminar, y sentía que el verdadero desafío aún estaba por llegar.

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Comentario de la autora: Agradezco todo el apoyo que me dais con vuestros votos y comentarios, son muy importantes para mí porque me ayudan a mejorar, ¡gracias! 🩵

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