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El fin de semana finalmente llegó, y la casa estaba lista para recibir a los chicos. El aroma del asado ya empezaba a estar en el aire cuando sonó el timbre. Fui a abrir la puerta y me encontré con Rodri, que me saludó con su característica energía.

"¡Juli! ¡Qué alegría verte!" dijo mientras me levantaba en el aire y me giraba en un abrazo lleno de entusiasmo.

"¡Rodri! ¡bajame que me mareo boludo!" le dije riendo, mientras él me bajaba con una sonrisa.

"Perdón, es que te extrañamos che" contestó, todavía sonriendo. "La casa está increíble, ¡me encantó!"

Antes de que pudiera responder, los demás empezaron a llegar. Enzo fue el siguiente, seguido de Otamendi, Julián Álvarez, Tagliafico y Paredes. Cada uno me saludó con un abrazo y comentarios alegres sobre la casa y cómo había quedado todo.

Todos se fueron al patio, donde estaba la parrilla, la pileta y el quincho, un espacio perfecto para pasar la tarde. Emi estaba preparando el asado, concentrado en su tarea.

"¡Dibu, esta carne no se te puede quemar, eh! Que estamos todos con hambre" dijo en joda Paredes mientras se acercaba a picar algo de lo que ya estaba listo.

"Vos tranqui, dejalo al hombre que sabe" le respondió Emi sin perder la concentración.

Mientras tanto, los chicos empezaron a picar lo que ya estaba en la mesa: queso, aceitunas, chorizo y un buen chimichurri. Las jodas y los chistes no tardaron en aparecer.

"Che Juli, ¿Cómo estás llevando esto de vivir con Emi?" preguntó Julián, sonriendo.

"Muy bien Juli" Respondí. "Aunque ya sabes que a veces se pone intenso"

"¿ya te enseñó a atajar penales?" agregó Tagliafico, uniéndose.

"Si, Emi me enseña a atajar penales, yo les enseño a ustedes a cocinar" respondí, y todos rieron.

El asado estaba casi listo, y el ambiente no podía ser más perfecto. Los chicos siguieron con sus jodas, mientras Emi servía la carne. La tarde pasó entre risas, buenos momentos y el placer de compartir una comida típica de nuestra tierra en un rincón de Inglaterra que, por un día, se sintió como estar en casa.

"Te digo Juli, este es el mejor asado que tuvimos en mucho tiempo" dijo De Paul, dándole una palmada en la espalda a Emi.

"Eso es porque le puse amor" respondió Emi, sonriendo.

"Bueno, si es por eso, tenés que cocinar más seguido" agregó Enzo, levantando su copa para brindar.

"¡Por los amigos, la comida y porque somos Bicampeones de América!" dijo Otamendi, levantando también su copa.

"¡Salud!" respondimos todos al unísono, brindando

El ambiente en el quincho seguía siendo de puro entretenimiento después del brindis. Con las copas aún en la mano, todos decidieron que era el momento perfecto para jugar una partida de truco.

"Lea, te digo que te vivís carteando hermano" escuché decir a Emi después de perder una mano. Intentaba mantener una expresión seria, pero era imposible no reírse con él.

"¿Yo? ¡Nada que ver!" respondió Paredes, soltando una carcajada. De Paul, que estaba al lado, también se rió mientras negaba con la cabeza.

"¡Respeten los rangos!" soltó De Paul. Eso provocó otra ronda de risas entre todos. A veces me sorprendía lo cómodos que se sentían juntos, como si fueran una gran familia. Me encantaba formar parte de eso.

Después de varias manos de truco, y con la tarde avanzando, algunos decidieron que era hora de meterse a la pileta. Se sacaron las camisetas y se lanzaron al agua, disfrutando del calor y de la compañía. Enzo, sin embargo, se quedó un poco rezagado.

"Che Juli, me olvidé la malla" dijo Enzo con una sonrisa, encogiéndose de hombros.

Lo miré  y después giré hacia Emi. "¿Emi, le podés sacar una malla del placard a Enzo para que se la preste?"

Emi, concentrado en su partida de truco, asintió sin dudar. "Anda con él y mostrale las que hay" dijo.

Asentí y me levanté para acompañar a Enzo al cuarto. Cuando entramos, abrí el placard y empecé a buscar entre las cosas de Emi, sacando un par de mallas para que él eligiera.

"¿Te gusta alguna de estas?" le pregunté, sosteniéndolas en alto.

Enzo se acercó un poco más, inspeccionando las opciones. "La negra está bien" respondió, aunque noté que no parecía estar muy concentrado en la elección.

Seguí buscando por si había alguna otra opción que pudiera gustarle más. "Si querés, podés cambiarte acá" le dije distraídamente, todavía enfocada en encontrar algo más que pudiera necesitar.

De repente, cuando me giré, lo encontré a Enzo a solamente unos centímetros de distancia, mucho más cerca de lo que esperaba.

"Juli" dijo con una voz suave pero firme, sus ojos fijos en los míos. "Me encantas...demasiado"

Antes de que pudiera procesar lo que estaba pasando, sentí su mano en mi cara, y sin previo aviso, me besó.

Mi mente quedó en blanco por un segundo, completamente desconcertada. No sabía cómo reaccionar, ni siquiera cómo sentirme. Solo estaba ahí, parada, intentando entender lo que acababa de pasar mientras todo a mi alrededor parecía frenarse. Esto no podía estar pasando.

Me separé de golpe, dando un paso hacia atrás mientras lo miraba con los ojos muy abiertos. 

"¿Enzo, qué haces?" pregunté con la voz temblorosa, sin poder ocultar el desconcierto en mi tono. Mi corazón latía rápido, y sentía una mezcla de emociones que no podía ni siquiera identificar del todo.

Enzo se quedó en silencio por un momento, notando mi reacción. La seguridad que había mostrado segundos antes parecía haber desaparecido. "Perdón Juli... no sé qué me pasó" susurró, bajando la mirada. "No quise incomodarte, en serio."

"Enzo, ¿Por qué hiciste eso? ¡¿Estas Loco?!... yo estoy con Emi" le dije, con mi voz subiendo bastante.

Él asintió, claramente arrepentido. "Ya sé Juli, perdoname. No tendría que haberlo hecho" dijo con sinceridad, aunque el ambiente estaba completamente tenso.

Tomé una respiración profunda, intentando recomponerme. "Vamos a olvidarnos de esto, ¿sí? No quiero que esto afecte nuestra relación, ni la que tenés con Emi" le dije, aunque no podía evitar sentir una cierta distancia en mis palabras. Todo se había vuelto tan complicado en un instante.

"obvio Juli, no va a volver a pasar" prometió Enzo, con un tono que parecía sincero, pero yo aún estaba demasiado confundida para procesar todo.

Asentí, intentando calmarme. "Mejor volvamos con los chicos" dije, queriendo salir del cuarto y de la situación lo antes posible.

Salimos del cuarto en silencio, ambos con pensamientos pesados. Mientras caminábamos de regreso al patio, intenté reprimir las emociones que me invadían. Necesitaba actuar normal, pero no podía dejar de pensar en lo que acababa de pasar.

Cuando llegamos al patio, la risa y el bullicio de los demás me recibieron, un fuerte contraste con el torbellino de emociones que sentía por dentro. Emi me lanzó una sonrisa desde la pileta, y sentí una punzada de culpa. Le devolví la sonrisa, aunque no pudo ser tan genuina como hubiera querido.

Me senté en una de las sillas cerca de la parrilla, intentando recuperar la compostura. Enzo también se unió a los demás, después de haber ido a cambiarse como si nada hubiera pasado. Pero noté que evitaba mirarme directamente. Todo se sentía diferente ahora, como si una sombra se hubiera instalado entre nosotros.

Sabía que tenía que hablar de esto con Emi, pero el solo pensamiento me hacía sentir un nudo en el estómago. No quería lastimarlo, ni arruinar la relación de él con Enzo. Pero tampoco podía mantener algo así en secreto. La incertidumbre sobre cómo todo esto podría cambiar la dinámica entre nosotros y con el grupo me abrumaba.

Más Allá del Arco: Una Historia de Amor y FútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora