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Llegó la final de la Copa América. El día que todos habíamos esperado estaba finalmente acá. El estadio estaba lleno de energía, y las gradas vibraban con emoción. Las banderas ondeaban, y los cánticos resonaban por todo el estadio.

En el vestuario, el ambiente era lleno de determinación. Los chicos estábamos concentrados, cada uno lidiando con sus nervios a su manera. Algunos rezaban, otros se mantenían en silencio, y algunos, como yo, intentábamos mantener el ánimo alto con jodas y palabras de aliento también.

Julieta estaba en las gradas, su apoyo siempre presente. Pude verla antes de entrar al vestuario, su sonrisa y su energía me daban fuerzas. Sabía que ella estaría ahí, animándome en cada momento del partido.

Sin embargo, el partido se atrasó un poco debido a disturbios fuera de la cancha. Los nervios aumentaron a medida que esperábamos, pero traté de mantener la calma. Sabía que una vez que estuviéramos en el campo, todo iba ser diferente.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, nos dieron la señal de que podíamos entrar. Salimos al campo, la ovación de los argentinos era ensordecedora. El corazón me latía con fuerza, la adrenalina corría por mis venas. Nos alineamos y escuchamos los himnos nacionales, con el orgullo y la emoción a flor de piel.

Miré hacia las gradas y vi a Julieta, su presencia y la euforia era un recordatorio de por qué estaba ahí y lo que realmente importaba. Le dediqué una sonrisa y un pequeño gesto con las manos, y ella me respondió con una mirada llena de amor y apoyo alzando sus manos.

El partido empezó. El primer tiempo fue intenso, aunque sin demasiadas situaciones de gol. En un momento, Leo tuvo una jugada que encendió nuestras alarmas: después de tirar un centro desde la izquierda, quedó muy sentido en el tobillo derecho y tuvo que ser atendido. Volvió al campo, mostró algunos gestos de dolor, pero logró completar los 45 minutos iniciales.

Durante el descanso le preguntamos si estaba todo bien, según él, no era para abandonar el campo por el momento. Que iba a seguir.

Empezó el segundo tiempo. En un momento que ya nos estábamos acomodando; Leo sintió una molestia en un pique y rápidamente se dio cuenta de que no iba a poder seguir en la final. Ver salir a Leo molesto y triste fue difícil, pero ver en la pantalla grande como leo lloraba desconsoladme, fue la chispa que encendió al equipo para decir; vamos a darlo todo, por él.

Nico González le anularon un gol por una posición adelantada de Tagliafico, después un cabezazo suyo pasó cerca del palo y tuvo la última, pero la tiró por arriba. Fue la última antes de que fuéramos a el alargue. El tiempo extra empezó. Nos mostramos más ambiciosos que Colombia, aunque ambos equipos ya sentían el cansancio. Scaloni buscó nuevas energías con Lea Paredes, Gio Lo Celso y Lautaro Martínez.

En el segundo tiempo del alargue, Gio Lo Celso asistió a Lautaro Martínez y definió el tan esperado gol. Finalmente el silbatazo final llegó. El estadio estalló de alegría, y yo corrí hacia mis compañeros para celebrar. La emoción era indescriptible. Ahora éramos bicampeones de América. Nos abrazamos, reímos y lloramos de felicidad.

Julieta, desde las gradas, me miraba con orgullo. Sabía que este triunfo también era suyo, por todo el apoyo y el amor que me había dado. Le dediqué una sonrisa y un gesto con la mano para que se acercara. Todos empezamos a abrazar a nuestros familiares y yo recibí a Juli, quien corrió a mí, abrazándome. La levanté en el aire y la besé apasionadamente.

"Emi, ¿estás loco?" dijo Julieta, sorprendida riendo.

"Ya no me importa nada" respondí, mirándola con intensidad. "Te quiero comer a besos."

"Vamos a sacarnos una foto con la copa" le dije, agarrándola de la mano y llevándola hacia donde los chicos estaban con la copa.

Posamos juntos, sonriendo para las fotos, sin preocuparnos por nada más. Era un momento para recordar siempre, una victoria compartida.

Más tarde, en el vestuario, el ambiente era una mezcla de euforia y alivio. Los chicos estaban bailando, cantando, saltando y tomando fernet.

Otamendi, con un fernet en la mano, dando vueltas por el vestuario empezó a hacer un vivo mientras cantábamos y saltábamos. "¡Daaaaaaaaaaaleeeeeeeeeee!" gritaba, seguido de un "¡Eaaaaaaa!" o un silbido.

"Dale Leo, deja de renguear loco" Grito Otamendi al ver a Messi, a lo cual nos reímos.

Todos se unieron a la locura, y el vestuario se convirtió en una fiesta. Nos abrazábamos, brindábamos y cantábamos las canciones de la hinchada. Era un momento de pura felicidad, sin preocupaciones, sin tensiones, solamente celebración.

Julieta estaba al lado mío, riendo y disfrutando de cada segundo. La agarré de la mano y la llevé al centro del vestuario, donde nos unimos al grupo para saltar y cantar al rededor de la copa.

La noche se extendió, y las celebraciones continuaron con la misma intensidad. Era un momento que quedaría grabado siempre. Finalmente, volvimos al hotel, todavía eufóricos y algo entonados por todo lo que habíamos tomado. Julieta y yo nos fuimos a mi habitación, riéndonos y hablando sobre lo increíble que había sido el día.

Una vez en el cuarto, nos tiramos en la cama, aún sintiendo la emoción de la victoria. Julieta se recostó encima de mí y me besó. Los besos se volvieron más intensos rápidamente, y sentí el calor de su cuerpo contra el mío y me frené por un momento.

"No, Emi, seguí..." me pidió dulcemente, mirándome con esos ojos llenos de deseo y ternura.

La miré, acariciando su carita suavemente. "Juli, ¿Estás bien con esto?."

Ella sonrió y acercó su cara a la mía, rozando mis labios con los suyos. "Estoy más que bien, Emi. Quiero esto, quiero estar con vos"

Sus palabras me llenaron de una mezcla de alivio y deseo. La besé nuevamente, esta vez con más pasión, sintiendo cómo nuestros cuerpos respondían el uno al otro. Mis manos recorrieron su espalda, deslizándose debajo de su remera y sintiendo su piel cálida.

Ella dejó escapar un suspiro suave mientras mis labios se movían a su cuello, besándolo y mordisqueándolo suavemente. "Emi..." susurró, arqueando su cuerpo contra el mío.

La ropa fue desapareciendo lentamente, cada prenda sacaba con cuidado y deseo. Nos quedamos disfrutando de la conexión profunda que sentíamos.

Nos dejamos llevar por la pasión. Nuestros cuerpos se movieron juntos en un ritmo perfecto, cada caricia y cada beso intensificando la conexión entre nosotros.

"Emi... no pares" me pidió mientras se aferraba a mí, su cuerpo temblando de placer.

"Jamás" respondí, acelerando nuestros movimientos, sintiendo cómo nuestros cuerpos se acoplaban de manera perfecta.

El clímax llegó, y nos aferramos el uno al otro. Nos quedamos abrazados, respirando con dificultad, sintiendo una paz y una felicidad abrumadora.

"Sos hermoso" dijo Julieta, su voz aún temblando

"Vos sos hermosa" respondí, besándola suavemente en la frente. "Te amo, Juli."

"Yo también te amo, Emi" dijo, acurrucándose más cerca de mí

Nos quedamos ahí, enredados en los brazos del otro, sintiendo el latido de nuestros corazones sincronizados.


Más Allá del Arco: Una Historia de Amor y FútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora