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Llegó el día del partido contra Canadá. Llegó con una mezcla de nervios y emoción en el aire. Los entrenamientos de la mañana habían sido intensos, pero ahora, en el vestuario, la atmósfera estaba cargada de concentración.

El silbato inicial resonó en el estadio y el partido empezó con Canadá presionándonos fuerte desde el primer minuto.

A los 22 minutos, la magia de Rodri se hizo presente con un pase que agarró Julián Álvarez. Definió entre las piernas del arquero, poniendo el 1-0.

El segundo tiempo empezó con nosotros decididos a ampliar ventaja. A los seis minutos, tras un ataque colectivo, Enzo recibió la pelota y disparó, Messi, oportuno como siempre, desvió el tiro en el último momento, dejando sin chances al arquero.

En un momento se acercó un canadiense al área con un potente disparo que logré atajar, y me quedé celebrando en el piso. El silbato final resonó y nos abrazamos todos por estar nuevamente en una final de la copa américa.

Llegados al hotel, el hambre comenzó a apoderarse de nosotros después de un partido tan intenso. Nos fuimos al comedor, donde nos esperaba una cena bien merecida. Nos sentamos en una mesa larga, disfrutando de la comida y la camaradería.

De Paul, jodiendo cómo siempre, no tardó en soltar una risita. "Ey, muchachos, ¡No saben! Emi casi besa a Juli en el patio ayer."

Los chicos estallaron en risas y empezaron a cargarme. 

"¿Posta Emi?" dijo Julian. "No perdés el tiempo, ¿eh?"

"Ah, mirá vos" dijo Tagliafico con una sonrisa. "Eso explica por qué estabas tan concentrado en el partido."

Me reí ante sus comentarios. "Dale loco, tampoco es para tanto" respondí, tratando de restarle importancia al asunto.

Julieta, que estaba trabajando, entró en el comedor para asegurarse de que todo estuviera en orden. Noté una chispa de curiosidad en sus ojos cuando nos vio riendo y hablando animadamente.

"¿De qué se ríen tanto?" preguntó, mirando a De Paul.

De Paul, sin perder el ritmo, contestó: "Nada, nada, solamente estamos hablando del partido... y de algunos momentos antes del partido."

Julieta levantó una ceja, claramente desconfiada. "¿Ah, sí? ¿Y qué momentos serían esos?"

Los chicos se miraron entre ellos, y Enzo decidió intervenir. "Solamente estamos molestando a Emi un poco. Ya sabes cómo somos."

Ella asintió, aunque parecía aún más curiosa. "Bueno, sigan disfrutando. Voy a seguir trabajando."

Más tarde, mientras el grupo comenzaba a dispersarse, me fui a el bar del hotel en busca de un momento de calma. Necesitaba procesar todo lo que había pasado y lo que vendría en la final. La situación con Julieta seguía sin resolverse.

Me senté en una esquina tranquila del bar, pedí una cerveza sin alcohol (obviamente), tratando de despejar mi mente. Mientras lo hacía, noté a Julieta cruzar el vestíbulo, vestida muy bonita, como si estuviera lista para salir. La vi acercarse a la salida del hotel, y su expresión era una mezcla de frustración y enojo.

Decidí seguirla, curioso por saber qué estaba pasando. Cuando me acerqué a la entrada del hotel y me frene al lado de ella mientras veía su teléfono.

"Julieta, ¿todo bien? ¿Dónde vas?" pregunté, tratando de sonar casual pero con un toque de preocupación en mi voz.

Ella se giró y me miró, sus ojos reflejando un destello de sorpresa antes de que se disipara en una sombra de desánimo. "No es nada. Es que... iba a salir un rato."

"Con Diego, ¿No?" le pregunté, notando la manera en que su actitud cambió al pronunciar su nombre.

Julieta asintió lentamente. "Sí, pero... él se ve que se olvidó"

Suspiré "Él es un boludo por hacerte eso." dije molesto

Julieta me miró, claramente molesta. "No lo insultes, Emiliano. Ya sé que Diego tiene sus problemas, pero no necesito que lo critiques más."

"Perdón" me disculpé rápidamente. "Es que lo que veo es que te sigue boludeando"

Ella suspiró, "Me siento bastante frustrada. Estaba esperando pasar un buen rato para distraerme, pero ahora parece que no"

"¿Te gustaría salir a dar una vuelta ahora?" le propuse con una media sonrisa. "Te muestro cómo es divertirse con alguien que realmente te cuida y te aprecia."

Julieta me miró, claramente intrigada pero indecisa. "¿En serio?"

"Sí" respondí con una sonrisa sincera. "No tiene que ser algo extraordinario. Solamente una caminata por Nueva Jersey, para despejarnos un poco y disfrutar de la noche."

Después de pensarlo por un momento, Julieta asintió. "Está bien. Vamos."

Nos fuimos del hotel, y una vez en la calle, la noche de Nueva Jersey se desplegó ante nosotros con sus luces y la brisa fresca. Mientras caminábamos, la conversación fluía con más facilidad, y el ambiente tranquilo ayudaba a aliviar la tensión.

Hablamos sobre temas diversos, desde el partido hasta nuestras experiencias en la ciudad, riendo y disfrutando del momento. La atmósfera entre nosotros se relajó a medida que compartíamos historias y anécdotas.

A medida que avanzaba la noche, Julieta parecía más tranquila y su sonrisa se hizo más frecuente.

Mientras caminábamos por las calles de Nueva Jersey, la ciudad parecía aún más vibrante bajo las luces nocturnas. El aire y la calma de la noche creaban el ambiente perfecto.

"La noche está muy linda" comentó Julieta, mirando hacia el cielo con una sonrisa.

"Sí, pero no tanto como vos" le respondí, mirándola con sinceridad. Ella bajó la mirada, un poco sonrojada.

"Emi..." comenzó, pero yo la interrumpí suavemente.

"Julieta, realmente te mereces a alguien que te haga feliz y te trate con el respeto que te mereces" dije, girándome para enfrentarla, acercándome un poco más a ella.

Ella intentó hacerse la desentendida, cruzando los brazos y mirando hacia otro lado. "No sé de qué hablas Emi."

"No te hagas la boluda" insistí, acercándome más. "No te mereces a alguien como Diego. Mereces a alguien que te valore de verdad."

Julieta me miró con una mezcla de frustración y confusión. "Yo solo quiero estar con Diego" dijo, su voz sonando menos convincente de lo que probablemente pretendía.

"Si así fuera, ya me habrías alejado" le respondí, manteniendo mi mirada fija en la suya.

Hubo un momento de silencio, y en ese instante, todo pareció parar. El ruido de la ciudad desapareció y solo quedamos nosotros dos. Me acerqué más, notando cómo su respiración se aceleraba. Sin decir una palabra más, nos encontramos, y finalmente, nuestros labios se tocaron en un beso suave y profundo por primera vez.

El beso fue largo, lleno de todos los sentimientos que habían estado contenidos durante tanto tiempo. Nos apartamos lentamente, pero nuestras frentes permanecieron juntas.

Más Allá del Arco: Una Historia de Amor y FútbolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora