Capitulo 3

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Tres años después

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Tres años después

Observo el regalo con detenimiento. Es algo caro y lujoso, como siempre. Leopoldo creyó que sería una buena idea regalarme un Lamborghini negro por mi cumpleaños número veintiuno. Pero, como siempre, solo quiero pasar este día tranquila. Miro a Mateo, que está burlándose; él sabe que no me gusta celebrar mi cumpleaños, y mucho menos recibir regalos.

— Oye, no es tan malo. No a cualquiera le regalan algo de esta magnitud — comenta con una sonrisa.

Lo miro mal antes de darme media vuelta y subir al ascensor, seguida de él.

— Devuelve el auto — ordeno.

— No puedo y lo sabes — responde, encogiéndose de hombros.

— Entonces deshazte de él o lo que sea — insisto, frustrada.

— Leopoldo se molestará — replica Mateo, su tono adquiriendo un matiz serio.

Cierro los ojos, tratando de controlar mi creciente irritación. Solo quería que este día fuera normal, sin regalos, sin fiestas, sin nada. Quería encerrarme en mi cuarto, hundirme en el trabajo o en mis tareas de la universidad, y que el mundo me dejara en paz por un día.

— Dime que no hay más regalos — le digo cuando el ascensor se detiene en el último piso.

— Sabes la respuesta — responde con una mueca, que confirma mis peores sospechas.

Entro en mi departamento, y lo que veo no sé si me hace enojar, ponerme feliz o triste. La escena que se desarrolla frente a mí es lo que más temía.

— ¡Felicidades! — gritan todos al unísono.

Observo el lugar con desagrado. Hay globos, un cartel enorme de felicitaciones y confeti por todas partes. Lucía lleva un gorro de cumpleaños y se acerca sonriente para ponerme una corona en la cabeza. La miro, y parece tan feliz que me desagrada aún más. Yo solo quiero que este día pase.

— Te dije que no quería festejar — le recuerdo con un suspiro.

— ¡Oye! Yo no hice nada — responde Lucía, levantando las manos en señal de inocencia.

La miro, sorprendida y sin creerle del todo. Ella es tan feliz y animada que me cuesta creer que no haya planeado esto.

— Pero ellos sí — dice con una risita, señalando hacia la cocina.

Mis hermanos, Massimo y Leonardo, salen de la cocina con un pastel, cantando.

— Felicidades a ti, felicidades, viejita, felicidades a ti — canturrean al unísono con una sonrisa burlona.

— Ustedes no deberían estar aquí, par de monos — les digo, sonriendo a pesar de mí misma.

— No íbamos a dejarte sola en un día tan especial — dice Leonardo, dándome un suave abrazo.

IMPERIO OCULTO ( La sombras de la mafia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora