La mañana avanzaba lentamente en el hospital. Los rayos de sol se filtraban suavemente a través de las cortinas de la habitación, iluminando el espacio de manera cálida y acogedora. Lamine, que había estado junto a Elena toda la noche, aún estaba sentado en la silla junto a su cama. Había pasado las últimas horas sin dormir, preocupado por lo que había sucedido, pero también inquieto por los sentimientos que habían comenzado a surgir en él.Elena, que había despertado hace poco, lo miraba desde su cama. Aunque aún se sentía débil y un poco desorientada, la presencia de Lamine a su lado le proporcionaba una tranquilidad inesperada. Se quedó en silencio, observándolo, notando el cansancio en su rostro y la forma en que sus ojos se fijaban en un punto en la pared, como si estuviera perdido en sus pensamientos.
Después de un rato, Lamine se dio cuenta de que Elena lo estaba mirando. Se volvió hacia ella y le sonrió suavemente, aunque había una sombra de preocupación en su expresión.
—¿Cómo te sientes? —preguntó él con voz suave, rompiendo el silencio.
Elena suspiró y se acomodó en la cama, tratando de encontrar una postura más cómoda.
—Mejor... pero aún un poco mareada —respondió, llevándose una mano a la cabeza—. No puedo creer lo que pasó anoche. Todo se siente como una pesadilla.
Lamine asintió, compartiendo su sentimiento de incredulidad.
—Fue una situación horrible... —admitió—. Cuando llegamos al bar y te vimos en esa situación, me sentí impotente. No podía creer lo que estaba pasando.
Elena lo observó detenidamente, notando la preocupación genuina en su voz. Aunque siempre había tenido una imagen de Lamine como alguien distante y a veces un poco arrogante, en ese momento lo veía bajo una luz completamente diferente.
—Gracias por estar ahí —dijo finalmente—. No sé qué hubiera hecho si ustedes no hubieran llegado a tiempo.
Lamine se encogió de hombros, restándole importancia a sus propias acciones.
—No fue solo cosa mía, todos estábamos preocupados por ti —respondió, pero luego añadió con más seriedad—. Pero me alegra que estés bien, Lena.
Elena notó que había usado su apodo, y eso la hizo sonreír ligeramente.
—Es raro que me llames Lena —dijo en tono de broma—. Siempre eres tan formal.
Lamine soltó una pequeña risa, un sonido que no esperaba escuchar salir de sus propios labios en ese contexto.
—Supongo que la situación lo amerita —dijo, encogiéndose de hombros—. A veces es bueno romper con las formalidades, ¿no?
Elena asintió, apreciando el esfuerzo de Lamine por aliviar la tensión. Después de todo lo que había pasado, un poco de ligereza era justo lo que necesitaba.
—Hablando de formalidades —dijo ella, cambiando de tema—, me sorprende que te hayas quedado aquí en lugar de Pedri. Él estaba muy insistente en quedarse, pero tú no lo permitiste.
Lamine se quedó en silencio por un momento, como si estuviera sopesando sus palabras.
—Pedri es un buen amigo —comenzó—, pero... no podía dejarte sola después de lo que pasó. Quería asegurarme de que estuvieras bien.
Elena lo miró, buscando algo en su expresión. Había una sinceridad en sus ojos que la hizo sentir una mezcla de confusión y agradecimiento.
—Lo aprecio, de verdad —dijo ella con suavidad—. Aunque aún no entiendo del todo por qué.

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𝐒𝐨𝐥𝐨 𝐭𝐮 (𝐋𝐚𝐦𝐢𝐧𝐞 𝐘𝐚𝐦𝐚𝐥)
Romansa𝑳𝒂𝒎𝒊𝒏𝒆 𝒀𝒂𝒎𝒂𝒍, 𝒖𝒏𝒂 𝒆𝒔𝒕𝒓𝒆𝒍𝒍𝒂 𝒆𝒎𝒆𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕𝒆 𝒅𝒆𝒍 𝒇ú𝒕𝒃𝒐𝒍, 𝒚 𝑬𝒍𝒆𝒏𝒂 𝑮𝒐𝒖𝒓𝒔, 𝒖𝒏𝒂 𝒔𝒕𝒓𝒆𝒂𝒎𝒆𝒓 𝒆𝒏 𝒂𝒔𝒄𝒆𝒏𝒔𝒐, 𝒇𝒊𝒓𝒎𝒂𝒏 𝒖𝒏 𝒄𝒐𝒏𝒕𝒓𝒂𝒕𝒐 𝒑𝒆𝒄𝒖𝒍𝒊𝒂𝒓 𝒆 𝒊𝒏𝒆𝒔𝒑𝒆𝒓𝒂𝒅𝒐: 𝒇𝒊𝒏𝒈𝒊𝒓...