Cap. 22

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Elena y Lamine se encontraban dentro del campo, rodeados por la familia de Lamine. La tarde estaba llena de risas y conversaciones, pero lo que más destacaba era la pequeña figura de Keyne, el hermano menor de Lamine que no se despegaba de Elena desde el momento en que la vio.

Sus pequeños pies lo llevaban con torpeza, pero con determinación, hacia Elena, quien lo observaba con una sonrisa cálida. Cada vez que Keyne tambaleaba, Elena se agachaba para ofrecerle su mano y estabilizarlo, lo que hacía que el niño la mirara con una mezcla de admiración y alegría. Sus ojitos brillaban, y cada vez que se sentía seguro junto a ella, una risa infantil llenaba el aire.

—¡Mira quién no te quiere soltar! —dijo Lamine con una sonrisa mientras observaba a su hermano pequeño aferrarse a Elena.

Elena se inclinó para tomar la pequeña mano de Keyne, quien la miraba con los ojos llenos de inocente devoción. El niño apenas podía pronunciar algunas palabras, pero la conexión entre ellos no necesitaba palabras. Con cada paso tambaleante que daba, Keyne se aseguraba de estar lo más cerca posible de ella, como si en su presencia encontrara una sensación de seguridad y calidez que no quería soltar.

—¡Hola, campeón! —dijo Elena en un tono suave, dirigiéndose al niño mientras lo ayudaba a caminar con más confianza—. ¿Estás listo para dar un paseo conmigo?

Keyne respondió con una sonrisa gigante, mostrando sus dientes pequeños y regordetes. Sus pasos se volvieron un poco más decididos con Elena a su lado, como si su presencia le diera un coraje adicional. La familia de Lamine observaba la escena con ternura, notando cómo el pequeño Keyne no se separaba de Elena ni un momento.

—Creo que te has ganado un nuevo admirador —comentó uno de los familiares de Lamine, haciendo que todos rieran.

—Parece que sí —respondió Elena, riendo suavemente mientras seguía caminando despacio con Keyne, quien a cada paso trataba de ir más rápido, emocionado por la aventura.

Lamine no podía evitar sonreír al ver la conexión especial que Elena había formado con su hermano menor. Ver cómo ella cuidaba de Keyne con tanto cariño y paciencia le llenaba el corazón. Keyne, por su parte, no dejaba de mirar a Elena, sus ojos brillantes reflejando pura admiración.

Después de un rato, Elena y Keyne se sentaron en el césped, y el niño, cansado pero feliz, se acurrucó en el regazo de Elena, su energía finalmente agotada por la emoción del día. Elena le acarició suavemente el cabello mientras el niño cerraba los ojos, listo para una pequeña siesta.

Lamine se acercó y se sentó junto a ellos, observando cómo Keyne se quedaba dormido en los brazos de Elena. Era una escena que jamás habría imaginado, pero que en ese momento le parecía la más natural del mundo. Sin decir una palabra, Lamine le dirigió una sonrisa cálida a Elena, que ella le devolvió con una mirada de comprensión.

Elena sabía que la relación con Lamine había ido creciendo poco a poco, pero momentos como este, rodeada de su familia y con Keyne acurrucado en sus brazos, le hacían sentir que estaba verdaderamente conectada con él en un nivel más profundo.

Mientras el sol se iba ocultando, bañando el campo en una luz dorada, Elena y Lamine se quedaron allí, disfrutando de la tranquilidad del momento. Sin necesidad de palabras, sabían que algo especial estaba creciendo entre ellos, y ese día, con la familia de Lamine y el pequeño Keyne a su lado, lo sentían más que nunca.

..........

El ambiente en el estadio estaba cargado de emoción mientras el Barça se enfrentaba al Napoli en un partido clave. Los aficionados llenaban las gradas, ondeando banderas y coreando canciones que resonaban en cada rincón del campo. Elena estaba allí, sentada en una de las tribunas junto a la familia de Lamine, observando con atención cada movimiento en el terreno de juego.

𝐒𝐨𝐥𝐨 𝐭𝐮 (𝐋𝐚𝐦𝐢𝐧𝐞 𝐘𝐚𝐦𝐚𝐥)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora