Cap. 29

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La mañana en Konoha llegó envuelta en una atmósfera de tensión. El cielo, encapotado, parecía reflejar el peso que sentían los ninjas en su interior. Sabían que, a pesar de la aparente calma, la tormenta que se avecinaba no tendría misericordia.

Kakashi se encontraba nuevamente en la torre de reuniones, rodeado de sus compañeros jounin.

El Hokage había dejado claras las prioridades: proteger la aldea y prepararse para lo peor. No habría margen para errores.

—Cada equipo estará coordinado con otro —dijo Kakashi, desplegando un mapa en la mesa de reuniones—. Tendremos puntos estratégicos en las afueras de la aldea para detectar cualquier movimiento inusual de Akatsuki o de los seguidores de Orochimaru. Necesitamos anticiparnos.

Kurenai asintió mientras trazaba líneas con el dedo sobre el mapa.

—Mi equipo puede encargarse del flanco oeste. Con nuestras técnicas de genjutsu, podemos mantener una vigilancia constante y dar señales en cuanto detectemos algún peligro.

—Mi equipo estará en el sur —dijo Guy, su energía nuevamente en alza—. ¡Nada pasará por nosotros! El poder de nuestra juventud será un muro infranqueable.

Asuma permaneció en silencio unos momentos, encendiendo un cigarrillo antes de hablar.

—El norte está más expuesto. Mi equipo se quedará allí. Tenemos a Shikamaru, así que no será difícil crear una estrategia de contingencia si algo sale mal.

Kakashi asintió, satisfecho con la coordinación. Pero había una última pieza que quería asegurar.

—Yo me encargaré del centro. Será el área más complicada, así que necesitaré refuerzos para movilizarme rápidamente en caso de que algo suceda en otro punto.

El plan estaba listo. Sabían lo que debían hacer, pero lo que no podían controlar era el tiempo: cuándo Akatsuki o Orochimaru harían su movimiento. Esa incertidumbre pesaba sobre todos.

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Más tarde, mientras el sol empezaba a ponerse, Kakashi se dirigió a la Academia. Había algo en la paz de ese lugar que lo atraía últimamente.

Tal vez era el deseo de encontrar un respiro en medio de tanto caos, o tal vez... era Iruka.

Lo encontró en el patio de la Academia, mirando a un grupo de estudiantes que practicaban lanzamientos de shuriken.

Iruka parecía concentrado, pero Kakashi notó las líneas de preocupación en su rostro. Había algo en él que no solía ver: una tensión constante.

—Iruka —saludó Kakashi, acercándose.

Iruka se giró, su expresión suavizándose al verlo.

—Kakashi-sensei —respondió con una sonrisa cansada—. ¿Cómo van los preparativos?

—Todo está en marcha —respondió Kakashi mientras observaba a los estudiantes—. Cada equipo está en posición, pero... nadie sabe cuándo comenzará la tormenta.

Iruka asintió lentamente. Sabía que no había respuesta a esa pregunta.

—Es difícil mantener a los niños concentrados con todo lo que está pasando —dijo Iruka, dejando escapar un suspiro—. Ellos sienten que algo está mal, pero no entienden qué. Lo peor es que yo tampoco puedo decirles mucho.

—Haces más de lo que crees —dijo Kakashi, mirándolo de reojo—. Les das estabilidad. Algo que muchos de nosotros no tenemos en estos tiempos.

Iruka sonrió, aunque sus ojos seguían reflejando su preocupación.

—Tú también tienes esa estabilidad, Kakashi. Aunque no lo veas. Todos confiamos en ti. Yo confío en ti.

Kakashi bajó la mirada un momento. Las palabras de Iruka siempre lograban atravesar la coraza que había construido durante años.

Sentía que en medio de toda la preparación, de la estrategia y del caos, Iruka era su ancla.

—Es difícil confiar en uno mismo cuando todo lo que viene parece abrumador —dijo Kakashi en voz baja—. Pero gracias. Aprecio lo que dices.

Iruka lo observó un momento antes de hablar de nuevo.

—No tienes que hacerlo solo, Kakashi. Lo que venga, lo enfrentaremos juntos.

Kakashi sintió un nudo en el estómago ante esas palabras. Algo en su interior le decía que Iruka no era solo un apoyo, sino que había empezado a significar algo más profundo.

Una conexión que, aunque no esperaba, le brindaba una calma inesperada.

El silencio que compartieron fue reconfortante, uno que hablaba de promesas no dichas, pero comprendidas.

—Debería volver a la torre —dijo Kakashi finalmente, rompiendo el momento, aunque con cierta reticencia—. Hay más detalles que cerrar antes de que amanezca.

Iruka asintió, pero antes de que Kakashi pudiera girarse por completo, sintió una mano en su muñeca, suave pero firme.

—Cuídate —dijo Iruka, sus ojos mostrando una mezcla de preocupación y afecto—. No solo por nosotros, sino por ti.

Kakashi se quedó congelado por un instante, sintiendo el calor de la mano de Iruka en su piel. Sin decir una palabra más, asintió y se soltó suavemente antes de desaparecer en una nube de humo.

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Esa noche, mientras Konoha dormía, los jounin no. Cada uno en su puesto, vigilando las sombras, esperando el primer movimiento del enemigo.

Kakashi, desde su posición en el centro, observaba las estrellas con los ojos entrecerrados. Sabía que pronto todo cambiaría. Akatsuki y Orochimaru no tardarían en mostrar sus cartas.

Pero por primera vez en mucho tiempo, Kakashi sentía que no enfrentaría la tormenta solo.

Pero por primera vez en mucho tiempo, Kakashi sentía que no enfrentaría la tormenta solo

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ᴀᴛʀᴀᴘᴀᴅᴏ ᴊᴜɴᴛᴏ ᴀ ᴇʟ (ᴋᴀᴋᴀɪʀᴜ)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora