2.

2.5K 172 2
                                    


Me despierto en mi vieja y polvorienta cama en el ático del laboratorio de mi padre. Una nube negra se se cierne sobre mis recuerdos más recientes ¿Cómo he llegado hasta aquí?

No recuerdo haberme acostado anoche... A decir verdad, apenas recuerdo una mísera parte de lo acontecido ayer.

Tanteo con la palma la mesita que está al lado de mi cama, en busca de mi libreta de notas, pero no la encuentro. Entonces, como un resorte, salto del colchón y empiezo a buscar mi cuaderno desesperadamente, derribando todo lo que encuentro a mi paso.

Al final, todo esfuerzo es en vano, porque mis notas han desaparecido y a consecuencia, todo mi estudio también. Tampoco me pasa por alto la ausencia de mi pluma favorita, de la que apenas me separo más de dos minutos.

Noto el frío del suelo cuando comienzo a dar vueltas por la buhardilla, levantando olas de polvo a mi paso. Me devano los sesos en adivinar a dónde demonios fui ayer y como pude olvidarme algo tan valioso como lo es mi cuaderno.

No casa conmigo el ser olvidadiza. Soy calculadora, metódica. Sin ningún atisbo de duda algo debe haberme pasado y eso solo agudiza mi ansiedad.

Bajo las escaleras a toda prisa, aún descalza. Estoy tan alterada que ignoro el mero hecho de que mi padre siempre suele dejar restos de cristales por el suelo y corro un gran riesgo de cortarme. Sorteo varias habitaciones hasta que lo encuentro, concentrado en lo que le da vueltas al contenido de un matraz.

-He perdido mi cuaderno- Escupo sin más, con los ojos clavados en los suyos- Mi investigación, mis progresos...

-Lo tienen los Hargreeves- Me interrumpe, volviendo a concentrarse en lo que estaba haciendo.

Parpadeo impactada tras la nueva información recibida. ¿Cómo demonios ha llegado mi cuaderno a las manos de la familia a la que precisamente espío?

Ayer no visité a los hermanos... Al menos que yo recuerde.

Como si me leyera la mente, mi padre comienza a explicarme lo sucedido:

-Ayer te envíe a su casa. Me dijiste que por fin se habían reunido y necesitábamos obtener la información que estaban apunto de compartir. Al par de horas volviste, pero estabas fuera de tí. Hipnotizada, fuiste directamente al cuarto de arriba articulada como un robot. Supe que te pasaba algo cuando no divisé tu cuaderno.

Abro la boca. La cierro. La verdad es que no tengo ni idea de qué decir. Lo que está narrando mi padre suena como si estuviera en otro idioma y los nervios previos me han dejado tan exhausta que no tengo energías para procesar lo que me está contando.

-Se trata de la habilidad de la tercera: engañar a la mente del prójimo al gusto. Te engatusó con su labia y su poder hizo que tus piernas volvieran automáticamente a casa.

Me agarro las sienes, noto mi cabeza al borde de colapsar. Si lo que mi padre está diciendo es verdad, solo puede significar una cosa: me han descubierto. Me han descubierto y tienen toda la información que he recopilado sobre ellos hasta ahora... Y algunos comentarios personales satíricos que me gustaría que se mantuvieran en privado.

Sin mediar palabra alguna, salgo del laboratorio y regreso a la buhardilla para cambiarme de ropa lo más rápido posible. Unos vaqueros y una camisa darán el pego. Además, para rematar mi conjunto de incógnito me enfundo una gorra y me coloco unas gafas de sol sobre la nariz apesar de las nubes que decoran el cielo. Apenas formulo una despedida cuando cruzo el umbral de la puerta hacia los sitios que suelen frecuentar los hermanos. Tras dos semanas de espionaje he podido dilucidar sus lugares favoritos y la dirección de unos cuantos. En concreto, las ruinas de lo que parece un viejo edificio académico que hace de casa para dos de ellos. He determinado esa construcción como punto de encuentro en estos dos últimos días, y con total certeza de que allí los encontraré, empiezo a encaminarme.

He paseado tanto por estas calles durante estos ultimos días que recorro el camino de adoquines casi instintivamente, tratando de urdir un plan para recuperar mi cuaderno sin ser vista. Aunque por más que le doy vueltas, no se me ocurre nada mejor que plantarme allí y reclamar por lo que es mío. Es arriesgado, pero ya conocen mi identidad y, con total seguridad, todo lo que opino sobre ellos.

Estoy a una manzana de llegar a mi destino cuando diviso en la lejanía una figura que se me hace familiar. Con un andar muy característico, camina en mi dirección lo suficientemente ensimismado como para pasarme por alto, pero no me arriesgo. En cuanto logro dilucidar que hermano es (Y se trata bajo ninguna duda del quinto) atajo por el primer callejón que veo.

Pero más allá de pasar desapercibida, el gesto solo hace que capte su atención. Escucho pasos tras de mí volverse cada vez más rápidos y seguros. A consecuencia acelero los míos, revelando que, efectivamente, estoy huyendo de él.

-¡Eh, tú! ¡Detente ahora mismo!- Exclama, tan autoritario que me hiela la sangre.

Pocos pasos después me encuentro con un muro de ladrillos mal cementados y unos contenedores de basura repletos de bolsas malolientes.

"Genial" pienso, deteniendo mi marcha "Que conveniente que este callejón no tenga salida"

No deja escapar ni un minuto más para arremeter contra mi cuerpo e inmovilizarse contra la pared más cercana. Cierra un agarre fuerte alrededor de mis dos muñecas y las presiona violentamente contra mi espalda mientras que mi mejilla es aplastada contra la pared.

-¿Otra vez tú, eh?- Comenta exhalando aire por el esfuerzo que está utilizando para sostenerme- ¿No captaste bien el mensaje ayer?

Comienza a retorcer la piel de mis muñecas con saña. Reprimo un gemido de dolor porque ni loca le dejo ver a este tarado que me está haciendo daño.

-Me habéis robado algo que me pertenece- Contesto, recurriendo a la verdad- Lo quiero de vuelta.

El muy hijo de puta sigue torturando mis brazos en lo que escupe una risa ácida.

-¿Ese librito que has llenado de notas sobre mi y mi familia mientras nos acosabas sin ningún escrúpulo?

Bufo perdiendo los estribos.

-¡No es acoso si es por una buena causa!- Afirmo, bajo la atenta mirada del chico, que ante mis palabras, afloja un poco el agarre.

-¿Y esa buena causa es...?

-Ayudar a la panda de ineptos que constituye tu familia- Suelto, y el agarre vuelve a reafirmarse.

-No te mato aquí y ahora porque no quiero más muertes sobre mi conciencia- La ira consume su tono y me tránsmite escalofríos- Y tus jueguecitos no hacen más que impacientarme.

-Te juro que no estoy jugando- Suspiro y pienso profundamente en lo que quiero revelarle y lo que no- No sé qué os habré contado ayer, pero sé que se viene una catástrofe y por alguna broma del destino, vosotros sois la única solución con la que cuenta la tierra. También sé que no es la primera vez que hacéis esto, y que las últimas veces han salido tan mal que el universo en si mismo se resetea y por alguna extraña razón os da otra oportunidad para enmendar vuestros errores. Tengo más información como esta, y si me sueltas y me das la oportunidad de dialogar, podría seros de gran ayuda.

Mi discurso parece descolocarle. Su sujeción se vuelve torpe sobre mí, así que sin pensarlo tanto como debería, arremeto de espaldas contra él,  empujandolo tan fuerte como puedo. Tropieza y cae de espaldas y ante el estupor, no reacciona. Yo, sin embargo, aprovecho para salir corriendo a toda prisa.

No miro atrás hasta que giro el pomo de la academia y me introduzco en su interior

DeconstructedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora