6.

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El cielo se tiñe de una tonalidad naranja cuando el sol decide acostarse en el oeste, señal para que me ponga en marcha. Ataviada con un precioso vestido granate y una bandolera con todo lo que creo necesitar, cierro la puerta de mi habitación con cerrojo y me asomo a la ventana. Me acobardo un poco al ver la altura pero no dejo que eso me frene. Con un brillo obstinado en los ojos, subo un pie al alféizar y luego el otro, quedándome de cuclillas sobre el marco.

No hace falta decir que el corazón me va a mil por hora, en una mezcla de nevios por lo que estoy apunto de hacer y por desobedecer una orden directa de mi padre, que no se toma muy bien que lo desacrediten. Agito la cabeza, alejando esos pensamientos y sin darle más vueltas, agarro la tubería con las dos manos y con toda la fuerza que poseo, me dejo caer hasta poder sostenerme con ambas piernas al cilindro de titanio, que cruje bajo mi peso.

Dejo escapar un suspiro. El marco de mi ventana se burla de mi medio metro más arriba de mi cabeza y el suelo me saluda esperando que me caiga.

"A las muy malas te caes en la basura" Me repito, liberando un poco el agarre y dejándome caer un poco hacia abajo sucesivamente hasta estar de pie sobre el contenedor. Doy un último salto y por fin piso tierra firme.

"No me puedo creer que esa locura haya funcionado".

Sonrío antes de salir disparada hacia donde Klaus me había indicado: un restaurante esquinero no muy alejado de donde se encuentra la academia. Desde fuera destaca un cartel de un color rosa neón la mar de llamativo que proyecta unas letras fosforescentes, supongo que indicando el nombre del lugar. Cuando me introduzco en el establecimiento, no se me pasa por alto la cantidad de hombres de mediana edad que hay. Algunos me echan un par de miradas indiscretas mientras ocupo una mesa vacía medio oculta al fondo del local.

Me siento sobre los sillones de cuero blanco que rodean la mesa y saco de mi bandolera mi cuaderno, repasando todo lo que tengo pensado decirle a los Hargreeves. Cualquiera que me viera hablando sola pensaría que estoy loca, pero no puedo arriesgarme a cometer un fallo. Tiene que salir todo perfecto.

Pasan unos minutos, pero nadie aparece. Y no es hasta que estoy apunto de irme que la familia hace acto de presencia. Uno por uno van entrando al restaurante distintivamente, no pasando desapercibidos para nadie. Klaus lidera la marcha con una sonrisa estampada en el rostro y la cierra el último de los hermanos: número siete, con el que no he tenido el placer de hablar. Me levanto de mi asiento con toda la gracilidad que puedo fingir cuando por dentro soy un manojo de nervios.

-¡Ann!- Saluda Klaus en el momento en que me ve- ¡Que alegría que hayas venido!

-Habéis tardado una eternidad- Comento con el semblante serio.

-Perdón si a la dama no le gusta que la hagan esperar- Escupe Five, siendo el primero en tomar asiento- Acabemos con esto de una vez.

-No le hagas caso- Dice Diego mientras se pone a la altura de Klaus y frente a mí- Hemos tardado tanto porque no podíamos dar con Viktor.

El aludido rueda los ojos, para luego posar su vista sobre mi. Y no la despega hasta que Ben pasa por su lado y toma asiento al lado de Five, igual o más hastíado. Hago lo mismo, sentándome en una esquina con el gran hombre que me acorraló el otro día robándome espacio. A su derecha se encuentran número tres y Lila.

-Ehm... Bien- Balbuceo, no sabiendo muy bien como empezar- Se que vuestras primeras impresiones sobre mí han de ser un desastre...

-Definitivamente- Sisea el de ojos rasgados, lo suficientemente alto como para que yo lo escuche. Trago saliva, pero no le doy el placer de descolocarme.

-Y mi intención es arreglarlo- Respondo al comentario- Gracias a mi padre tengo grandes conocimientos científicos y mucha información sobre la catástrofe que se avecina... Aún no sé con precisión cuándo, pero seguro que más pronto que tarde.

-Si mi opinión vale de algo- Comienza número uno- Yo creo que podría sernos de mucha ayuda.

-Callate, Luther- Espeta número cinco, plantando las palmas en la mesa- Una veinteañera con aires de grandeza no nos sería de ayuda en ningún contexto.

-¿Disculpa?- Pregunto, curvando mi boca en una sonrisa ladina extremadamente falsa- Estás actuando como si tú no tuvieras tan solo un par de años más que yo.

-Si tú supieras...- Masculla la tercera. La misma que mi padre dijo que me había hipnotizado.

Guardo silencio un segundo, ordenando mis pensamientos. Se me estan acabando los argumentos y no tengo claro que más decir. Solo Luther y Klaus parecen estar de mi lado, tal vez Diego también, pues se mostró bastante amistoso hace unos minutos. Eso me deja con tres de siete hermanos y Five luce convencido a rechazar mi oferta las veces que haga falta, Lila, a su lado, asiente a todo lo que dice. Por no hablar de Ben, que preferiría estar en cualquier otro sitio. Viktor por su parte, sigue mirándome atentamente con un brillo especial en la cara.

Es entonces cuando recuerdo un detalle bastante importante:

-¿Alguno se ha sentido raro estos últimos días?- Exclamo, paseando mi mirada por cada uno de los rostros presentes- ¿Como si sintiera un cosquilleo... O visiones extrañas?

Nadie habla, pero no me pasan desapercibidas las miraditas que todos le están dirigiendo a Five, que a regañadientes se hace escuchar:

-He estado teniendo pesadillas estos últimos días- Comenta y evita mirarme- Pesadillas relacionadas con el apocalipsis.

-Por eso avisaste a todos los demás cuando los viste en el cumpleaños de la hija de Diego...- Conjeturo y un asentimiento por su parte es suficiente para saber que estoy en lo correcto- Mirad, he arriesgado mucho viniendo. Mi padre no está de acuerdo en que me entrometa, ya que puede ser peligroso. Pero tiene que entender que el riesgo vale la pena. Tenéis que entender que el riesgo vale la pena.

Hago énfasis en esto último, dándole un toque dramático. Y parece hacer efecto, porque los hermanos se miran entre ellos en busca de respuestas. Klaus es el primero en reanudar la conversación:

-Quien vota por que Ann se quede- Dice y alza una mano al instante. Los demás, algo reacios a apelar a la democracia, se quedan estáticos. Luther es el siguiente en levantar la mano, seguido de Diego y, para mi sorpresa, de Viktor. Veo a número tres vacilar, pero termina uniéndose a la moción, dejando como resultado cinco votos contra cuatro- Pues decidido.

Five bufa, levantándose abruptamente y soltando maldiciones en su camino hacia la puerta. Pero estoy demasiado contenta como para que me importe. Miro a Klaus, que me dedica una mueca de complicidad al ver que nuestro plan había funcionado.

Entre el barullo apenas me doy cuenta de que mi movil lleva un rato sonando dentro de mi bolso, y excusándome con breves palabras, salgo un segundo fuera del local para ver quien me llama con tanto ahínco. Se me sale el corazón del pecho al ver el nombre de mi padre dibujado en la pantalla. Apago el móvil lo más rápido que puedo y expulso un suspiro liberando la tensión.

No me puedo creer que haya logrado convencerlos, pero tampoco puedo creer que eso signifique traicionar la confianza de la persona que me crío. Si me llama ya debe saber que no estoy en mi cuarto, por lo que si vuelvo a mi casa me esperarán consecuencias graves. Muy graves. Mi padre no es una persona que sea benévola con sus castigos.

-Parece que no soy el único que no te quiere aquí- Suelta una voz masculina a mi lado, provocando que de un saltito hacia atrás. Me relajo al ver que se trata de Five, que se encuentra de pie a mi lado con un cigarro entre los dedos. Alzo una ceja ante esa particularidad.

-Desconocía que fumabas- Me limito a responder, guardando el movil y olvidandome por un segundo de mi padre.

-Ya... Tal vez no eres tan buena espía como pensabas- Repone, dándole una calada para luego tirar una ceniza.

Ruedo los ojos, harta de sus continuas pullas.

-Ni tú tan listo como yo pensaba- Comento y no pierdo más tiempo en esa conversación que no me lleva a ningún lado. Me doy media vuelta y me introduzco nuevamente en el restaurante.

DeconstructedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora