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Desconozco cuanta ansiedad puede soportar un corazón de media, pero hoy he superado esa cifra con creces. Ni siquiera sé cómo me levanto, solo sé que cuando vuelvo a recobrar la conciencia estoy delante de él, con las manos en sus hombros, examinando su cuerpo de arriba a abajo en busca del origen de toda esa sangre.

—¿Se puede saber que haces?— Pregunta, en un tono tan frío como su mismo ser.

Me alejo en cuanto compruebo que no es suya, profiriendo un largo suspiro e ignorando por mi propia sanidad el comentario.

—¿Five?— Allison da un paso al frente entre la negrura para encarar a su hermano— Pensábamos que estabas en la academia... Ann nos dijo que no vendrías.

El nombrado niega con la cabeza en lo que se sienta sobre un montón de cajas, notoriamente agotado. Retomo mi antigua posición al lado de Viktor, que me recibe con una ligera curva de entendimiento entre su mueca de dolor.

—¿Ahora respondéis bajo la autoridad de una periodista?— Contesta, con un deje despectivo que me atraviesa como un dardo.

Ben, a pocos metros de distancia, corrobora lo dicho con un bufido. Me extraña que no haya soltado ninguna pulla mordaz al respecto, pero igualmente lo dejo pasar. Estoy demasiado ocupada compadeciéndome como para hacer caso a sus quejas.

—¿Sabes cómo salir de aquí?— Retoma la conversación Lila, tras una breve pausa.

—¿No es más fácil que utilice su poder para sacarnos?— Apunto, señalando lo obvio.

—Estoy demasiado cansado como para que eso funcione— Mantiene sus ojos clavados en los míos. Incluso entre la oscuridad puedo divisar el brillo que desprenden— Creo haber visto una salida. Al fondo del pasillo hay una puerta que puede llevar a la superficie. No perdemos nada por probarlo y los guardias ya no serán un problema.

—Hay un ligero inconveniente...— Interviene Luther— Viktor está herido y no puede caminar.

—Yo lo ayudaré— No sé cómo reúno las agallas para hablar. La garganta me escuece y los brazos aún me tiemblan ligeramente, pero siento la necesidad de colaborar ahora que el sentimiento de culpa me invade por completo.

Nadie objeta nada a lo dicho, cosa que me reconforta. Five, aún sentado sobre las cajas, se concede un par de minutos para recobrar el aliento antes de volver a hablar.

—Vale, seguidme y no hagáis ruido— Es lo último que dice antes de abrir la puerta y desaparecer por el pasillo.

Los hermanos lo obedecen, y de uno en uno van abandonando la pequeña sala dejándonos a Viktor y a mí rezagados. Desliza un brazo por encima de mis hombros y yo lo sujeto con fuerza de la cintura para que no pierda el equilibrio. A cada paso que da, deja escapar un gemido de dolor que se siente como una puñalada. El pasillo se extiende y me parece más largo de lo que era antes. Tenemos que caminar un par de minutos hasta toparnos con la puerta que Five reconoce como una salida. Nos amontonamos a su alrededor, expectantes a que la abra. Rezo en mi interior por que tenga razón y al otro lado nos espere el cálido abrazo de la luz del día. Pero obviamente no iba a ser así de fácil.

Five da una zancada y atraviesa el umbral con cautela. Los demás lo siguen imitando sus mesurados movimientos y cuando estamos todos dentro ninguno evita contener la respiración.

Se trata de una habitación gigantesca, claramente carente de luz cómo el resto de la instalación. Se pueden distinguir al fondo un par de camas que, podría asegurar, son de hospital, con soportes para suero o medicación a su lado. Hay máquinas un tanto extrañas dispuestas por todo el lugar, al igual que todo tipo de material médico, cómo batas o carritos repletos de agujas de un tamaño considerable.

DeconstructedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora