3.

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Escruto en derredor, achinando los ojos mientras me acostumbro a la oscuridad del lugar. Sin embargo,  pasan unos minutos y sigo sin ser capaz de ver más allá de mis narices. Así que, con los brazos estirados, comienzo a dar pasos de ciego.

La sala huele a humedad y polvo, y hay restos de escombros por todos lados. Estoy en medio de mi proceso de inspección cuando choco de repente contra alguien.

-¡Oh! Excusez-moi mon ami- Pronuncia, en un tono extraño, dando tumbos hacia atrás- Con esta basura de iluminación es imposible ver por donde vas.

Parece que el contrario espera que responda, pues apenas se mueve de su sitio. Juego con mis manos nerviosa, cambiando la tonalidad de mi voz para que no me reconozca:

-Totalmente cierto, amigo mio.

Me dispongo a rodearlo antes de que se de cuenta de que soy una intrusa , pero, en la lejanía, se empiezan a hacer presentes unos pasos apresurados que repentinamente se detienen. Entonces, la puerta se abre de manera abrupta, dejando que un rayo de sol ilumine la estancia. En el umbral se dibuja la figura a contraluz de mi perseguidor.

-¡PÁRALA KLAUS!- Chilla, en lo que se adentra en el salón.

La persona que tan amigable se había mostrado hasta hace tan solo unos instantes obedece, haciendo el amago de agarrame por la cintura para detenerme. Pero, por suerte, reacciono lo suficientemente rápido como para esquivar sus brazos y salir despedida hacia dios sabe dónde.

Mientras corro no puedo evitar el impulso de reírme de mí misma al ver como mi intento de "ir de incógnito" se desmorona por completo.

"Es imposible que las cosas me salgan tan mal"

Paro en seco al divisar un aparador medio descompuesto a unos pocos metros. La idea se formula en mi cabeza al mismo tiempo que me acerco, lo muevo de una patada y lo posiciono en mitad del camino. Vuelvo a reanudar la huída, mirando hacia atrás de tanto en tanto. Poco después, observo como los dos hermanos caen de bruces contra el suelo al chocarse con el mueble, que se ocultaba perfectamente entre las sombras.

-¡Quítate de encima, imbécil!- Suelta el menor, en un intento desesperado por levantarse- ¡QUÍTATE KLAUS!

El aludido se deja caer a un lado mientras se palpa un costado con la palma de las manos, supongo que adolorido. Una vez liberado, el quinto se yergue y, trastabillando un poco, vuelve a correr.

Entre tanto, aprovecho la distracción para ocultarme tras un pilar de piedra lo suficientemente grueso como para esconderme un rato sin llamar la atención. 

En cuanto escucho las zancadas alejarse y desaparecer entre la oscuridad, asomo un poco la cabeza. Otra vez el lugar está dominado por la más absoluta negrura, a excepción de los segmentos iluminados que se hallan cerca de las ventanas. Me guío a través de ellos, siguiendo la hilera de luces por lo que parece ser otro gran salón. Este se encuentra en mejor estado. No está lleno de escombros y la decoración es bastante decente para ser un sitio abandonado. No puedo evitar fijarme en el pequeño balcón interior que deja ver el segundo piso, demostrando una pared repleta de cuadros pulcramente colocados.

Una mesita central llama mi atención. Se encuentra llena de papeles, lápices y lo más importante: Una libreta abierta de par en par.

-Ya te tengo- Mascullo para mi misma, haciéndome con ella.

-Puedes llevártela- Comenta una voz femenina a mis espaldas.

Me doy la vuelta bruscamente, descubriendo a una mujer de rasgos indios observarme de forma inquisitiva, pero esbozando una sonrisa en su rostro definido:

-Adelante, cógela- Continúa, acercándose poco a poco -De verdad. La leímos entre todos ayer ¡Deberías habernos visto! Creo que en mi vida había visto a Diego abrir un libro...

Me quedo plantada en el sitio porque genuinamente no sé cómo reaccionar. Noto el calor subir hasta mis mejillas, que a estas alturas han de estar como un tomate. La estampa debe de ser graciosísima ya que la mujer comienza a reírse a carcajadas, finalmente a pocos metros de mi.

-¡Deberías verte la cara!- Suelta en lo que alza un dedo y me señala burlonamente.

-Al menos si lo habéis leído, tal como dices- Suspiro, agarrando el cuaderno y dejando caer el brazo- Ya sabréis que mi intención es ayudar...

-Oh, claro que sí, bonita- Arrullada por sus lindas palabras, me distraigo tan solo un milisegundo, que es tiempo suficiente para que ella me coja del cuello con una mano y me sostenga en el sitio.

Noto el aire escapar de mis pulmones y mantengo la concentración en no perder los nervios. Aunque es una tarea difícil cuando una trastornada me aprieta el cuello hasta desgastarse los nudillos.

-¡La tengo!- Grita, poniendo en sobreaviso a los demás.

Me siento como una ardilla en una madriguera de coyotes. Resoplo y bufo en busca de algo de oxígeno pero es inútil, la mujer me sostiene con firmeza y crispando las puntas de sus dedos sobre mi. Tras una pausa que se me hace eterna, aparecen cuatro de los 7 hermanos en escena, siendo el quinto el que rompe el silencio (para variar):

-Bien hecho, Lila- Un nombre delicado y sútil para alguien que no es ninguna de esas dos cosas- Ahora, suéltala.

Abro los ojos ante el repentino cambio de actitud.

-¿Qué?- Responde mi captora igual de sorprendida y con un marcado acento británico que no había percibido hasta ahora.

-Si queremos respuestas, tenemos que dejar que hable- Dice, señalando lo obvio- Y como lleva hablando hasta ahora, no creo que se niegue. Al menos no después de ser consciente de que hemos leído sus... Anotaciones.

Incluso al borde del desmayo siento la vergüenza invadirme.

-¡Si!- Se une a la moción el hermano de los cuchillos- ¿A quién llamas tu descerebrado con... "una conducta narcisista" idiota?

Trago saliva (o eso intento). Si que han leído todas mis notas, si.

-No te atrevas a quejarte, al menos tu no eres un "calamar con complejo de superioridad"- Apunta otro, marcando las comillas con los dedos -Y, que conste, no huelo a pescado siempre... Justo ese día había comido marisco- Se cruza de brazos.

Lila resopla antes de dejarme caer de rodillas al suelo. Aspiro tanto aire como puedo y comienzo a toser como una loca bajo la atenta mirada de todos los presentes. El cuaderno yace a mi lado, abierto por la mitad y con un par de hojas dobladas. Cuando me recompongo, lo agarro y lo aplasto contra mi pecho, abrazándolo.

-Supongo...- Empiezo con un hilillo de voz- Que no me queda otra más que quedarme ¿No?

Número 5 niega con la cabeza.

-No te irás hasta que sepamos quién coño eres, Antrim Bonneville y el porqué estás tan dispuesta a ayudarnos.

DeconstructedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora