12.

1.4K 110 7
                                    

Odio las noches porque la oscuridad tiene espacio para expandirse y parece más peligrosa. Cuando era pequeña solía resguardarme bajo el peso de una sábana vieja para no tener que ver las esquinas de mi habitación, donde las malvadas sombras se congregaban para confabular sus pérfidos planes. También lo hacía para evitar encontrarme con mi padre.

Con el tiempo aprendí a convivir con la mayor bestia de todas, con ese rey que vivía en las tinieblas. Comprendí, que lo más sensato era ocultarme en la oscuridad y fundirme en ella, por mucho que hubiese veces que no funcionara. Acepté con ello esta parte de mí que ahora se ha vuelto metódica. Esa parte que se fue por el retrete el día que escapé de mi casa bajo la gran excusa de probar mi valía. Y, aunque en parte es una mentira completamente cierta, no es del todo verdad.

Hace mucho tiempo que mi padre dejó sus castigos atrás. Parecen una mala pesadilla en el sótano de mi mente, y procuro que se mantenga así la mayor parte del tiempo. Sin embargo, habiendo cometido una ofensa como lo es escaparme ante su negativa a ello, dudo que su buen humor haga frente al monstruo que lleva encerrado tanto tiempo.

De mis ojos aún cerrados caen lágrimas que me mojan las mejillas. Debo aceptar las consecuencias de mis actos impulsivos.

Aguanto un rato sentada abrazando mis rodillas, esperando que lo que queda de noche pase rápido. Escucho la respiración de Five sobre la cama, y admiro su capacidad para dormir incluso cubierto de heridas. Las que tengo yo no son visibles, pero con la misma me impiden dormir correctamente. Bueno, eso, y que estoy en el frío suelo una noche de otoño.

Finalmente, casi a regañadientes y para evitar cavilar más ideas sobre el tema, me pongo de pie y decido que lo más sensato es tumbarme en el huequito restante de la cama.

Primero me siento con cautela, lo último que quiero es que Five se despierte. Tan despacio como puedo me dejo caer lentamente sobre el límite de la almohada y cuando por fin noto la suave colcha sobre mi espalda destenso un poco los músculos. No me permito moverme ni un centímetro por puro miedo a rozar al chico a mi lado, que sigue exactamente en la misma posición: regio como un monje y con una mano en el pecho. Parece un caballero aceptando su cargo ante la corona.

No tardo en quedarme dormida definitivamente. Mis sueños son un batiburrillo de imágenes vividas sin sentido aparente y cuando me despierto se convierten en insignificantes. El sol se ve reflejado en el vidrio de la ventana cerrada y el cielo luce de un bonito tono celeste, dejando la oscuridad de la noche enterrada.


Five a mi lado también se despereza mientras descubre sus orbes oscuros con desgana. Tarda un poco en comprender dónde está... Y con quién está.

-¡¿QUÉ DEMONIOS?!- Espeta, irguiéndose rápidamente hasta que siente un pinchazo en el abdomen y se retuerce de dolor- Mierda.

-¿Quieres bajar la voz?- Mascullo, acomodándome más en la cama. Con las pocas horas que he dormido es impensable que yo me espabile ahora.

-¿Bajar la voz?- Pregunta entre dientes, perdiendo notoriamente los papeles- ¿Cómo quieres que baje la voz cuando me despierto y te tengo al lado, periodista?

-Fuiste tú quién apareció aquí en mitad de la noche- Le recuerdo, volteándome hacia el otro lado de la cama, dispuesta a seguir descansando. Pero obviamente Five tiene otros planes para mí.

-¿De qué estás hablando?- La confusión reina en su voz, y aunque no lo esté viendo directamente, sé que también cubre su expresión.

-Claro, cómo ibas a recordar nada- Apunto sarcásticamente- Ibas tan borracho que apenas te mantenías en pie.

El contrario bufa, pero no se mueve. Doy por hecho que está agotado después de la paliza que recibió ayer. Más que merecida, he de añadir.

-Tu maldito informe me ha causado muchos problemas- Comenta, un deje de desprecio en la voz. Me digno por fin a girarme y encararlo.

DeconstructedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora