5.

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La claridad me golpea el rostro cuando abro la puerta y comienzo a recorrer las calles. Mis pasos son controlados por la rabia. Doy grandes y largas zancadas pisando la acera con fuerza.

¿Por qué a ese... Amargado, le cuesta tanto dejarme ayudar? Lo he seguido lo suficiente como para saber que no es para nada tonto. Entonces ¿Por qué se muestra tan reacio a lo que es, objetivamente, la respuesta correcta?

Aprieto los puños instintivamente, arrugando un par de hojas de mi cuaderno. Con el enfado se me había olvidado por completo que lo tenía en la mano, y en un intento barato por distraerme, comienzo a ojearlo. En una de las páginas aparece una línea subrayada que juraría que antes no lo estaba:

"Parece que la familia no sabe nada de la catástrofe que se avecina. Si la teoría de papá no falla, y ellos están relacionados con las partículas, deberían estar experimentando cambios anímicos en unos pocos días... Salvo que ya los estén sufriendo "

Y no es lo único que está cambiado. Hay páginas con tachones y palabras sueltas escritas. Por ejemplo, cuando llamo a Diego "Orangután" en una frase, la palabra en cuestión presenta un tachón de bolígrafo azul y unos centímetros más arriba aparece la palabra "sexy" en una calígrafia algo cuestionable para una persona de su edad. Ahogo una risotada, imaginandome como de dolido se tuvo que ver el ego del susodicho al leer como lo comparaba con un animal al que la mayoría de gente detesta.

Estoy en esas cuando una mano se cierra sobre mi hombro frenandome. Me giro rápidamente y lo primero que veo es la cara de consternación de número cuatro, Klaus.

-¿Qué quieres?- Pregunto con frialdad- Tu familia me ha dejado claro que mi presencia es non grata.

-Son todos unos idiotas con el ego demasiado gordo como para aceptar que necesitamos ayuda- Responde, en un tono jocoso pero cargado de profundidad. Mueve las manos exageradamente cuando habla y las deja caer según termina. Es ligeramente gracioso.

-Pues mal por ellos, así les va- Bufo, dispuesta a seguir el camino hacia mi casa. Pero otra vez me vuelve a agarrar del brazo

-Vuelve esta tarde- Me implora- Nos vemos en el restaurante de aquí al lado. Es un ambiente más cálido y... Normal. Te juro que se mostraran predispuestos a aceptar tu ayuda. Por favor Antrim.

Ruedo los ojos. Por mucho que mi lado racional me indique que lo mas sensato que puedo hacer es alejarme de esa familia de trastornados, otra cosa en mi interior me grita que debo ayudarles y decido hacerle caso.

-Esta tarde. Es vuestra última oportunidad- Contesto finalmente. Klaus esboza una sonrisa y da palmaditas con las manos- Y llámame Ann, solo mi padre me dice Antrim.

-Muchísimas gracias, Ann- Dice, empezando a trotar de vuelta a la academia- ¡Te prometo que no te arrepentirás!

Y más le vale que no lo haga.

...

El olor a comida recién hecha activa mis sentidos nada más pisar mi casa. Busco a mi padre en el laboratorio, pero solo hallo recipientes con contenidos burbujeantes y su gran microscopio. Me resulta extraño, pues él apenas se deja ver fuera de su habitación, pero decido no darle importancia y dirigirme a la cocina, fuente de ese aroma delicioso. Frente a los fogones encuentro, nada más ni nada menos, que a Sir Caraval Bonneville, científico loco y progenitor en sus ratos libres, desmenuzando un pollo que parece estar dándole guerra.

-¡Oh menos mal que llegas!- Exclama, soltando la carne y dirigiéndose hacia mi- La criada hoy no ha podido cumplir con sus funciones y he tenido que preparar yo la comida ¡Y qué desgracia! Sabe Dios allá arriba que soy incapaz de hacer si quiera un huevo frito.

Ruedo los ojos ante su posición dramática pero me abstengo de hace algún comentario. Lo que menos me apetece es molestarlo.

-¿Que tal con la familia Hargreeves?- Pregunta al ver que no pienso contestar.

-He quedado con ellos esta tarde para ofrecerles mi ayuda- Suelto sin más, intentando restarle peso al asunto.

-¡¿QUE HAS HECHO QUÉ?!-

Mi padre, que había vuelto a coger el pollo por las patas, lo suelta violentamente sobre la encimera para girarse en redondo y mirarme con los ojos bien abiertos.

-Si... He decidido que, ya que saben de mi existencia e intenciones, lo más sensato sería que los ayudase de primera mano y no desde las sombras- Comento, recorriendo la superficie de la encimera con la mano hasta toparme con una manzana- Será mucho mas efectivo, porque de verdad que son muy incompetentes.

El hombre frente a mi se lleva unas manos enguantadas a las sienes para frotarselas en círculos. Está notablemente alterado y me gustaría saber el motivo.

-Antrim...- Comienza, ocultando su creciente enfado- Te dije que no dejaras que te vieran, bajo ningún concepto... ¡MUCHO MENOS QUE INTERACTUARAS CON ELLOS !

-¡No me quedo más remedio!- Justifico mientras cojo la manzana y le meto un buen mordisco.

-No irás a esa reunión- Sentencia- Y definitivamente no los seguirás investigando. Fue un grave error en primer lugar dejar tal misión en manos de una joven tan inexperta como lo eres tú. Podrías haber puesto en peligro el destino del mundo ¡Ponerte en peligro a tí!

Parpadeo ante sus graves acusaciones y sus duras palabras. Las digiero como puedo para poder plantear mis argumentos en su contra, pero mi padre ya se ha dado la vuelta y continúa desmenuzando el pollo con un ceño fruncido.

-Soy lo suficientemente mayorcita como para tomar mis propias decisiones- Escupo, dejando la manzana en la encimera de un fuerte golpe.

-Con 20 años no eres "mayorcita", Antrim, eres un cervatillo explorando el mundo por primera vez: Ingenua, indefensa y frágil. Y esta es mi última palabra.

Bufo antes de salir de la cocina y dirigirme a la buhardilla. Estoy tan sumamente enfadada que al llegar cierro la puerta de un portazo y profiero un gritito por la rabia contenida. Hoy se me ha menospreciado más de lo que puedo soportar. Se me ha tratado de inepta e incapaz y definitivamente no voy a permitirlo.

Me siento en el borde de la cama, dejando el cuaderno en la mesilla de noche. Es entonces cuando me doy cuenta de que se me había pasado por completo preguntar por el paradero de mi pluma, que sigue siendo posesión de los Hargreeves. Pero es lo último que me importa ahora que tengo un objetivo claro: demostrar que soy capaz de ayudar. Y no podré hacer nada para cumplirlo si sigo encerrada en esta casa.

Me levanto otra vez y me asomo a la ventana. Desde el marco observo como una tubería de titanio se desliza hasta un contenedor lleno de basura. La agito con saña y luce lo suficientemente estable como para poder resbalarme por ella hasta la calle y salir corriendo sin hacer demasiado ruido.  Es peligroso y algo que no haría si las circunstancias no lo quisieran así. Pero me presentaré esta noche en esa cena. Me plantaré allí delante de todos y, cueste lo que cueste, los convenceré de que me necesitan. Y le enseñaré a mi padre que estaba equivocado conmigo. Que todos estaban equivocados conmigo.

DeconstructedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora