10.

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Trastabillo en mi precipitado intento por llegar hasta él, guiada por una ansiedad abrumante que se atasca en mi pecho y hace que mi corazón vaya a mil por hora. Me tiro de rodillas a su lado, inspeccionando su rostro magullado donde destaca un círculo que cerca todo su ojo, aunque podría decirse que esta es la herida más leve que resalta en el amasijo que constituye su cuerpo.

-Abajo...- Susurra con una línea de voz suave. Es la primera vez que lo escucho sin un tono repleto de furia.

-¿Qué?

Sus palabras me dejan algo descolocada en lo que sigo con la mirada el camino que trazan sus manos hasta levantar el borde de la camisa, dejando a la vista un grotesco corte que separa su piel en dos y del que brotan borbotones de sangre. La carne cercenada provoca que me gire un segundo, algo impresionada por el índole de la herida.

-Dios...- Mascullo, volviendo a mirarlo a los ojos- Espérate aquí, voy a llamar a tus hermanos... Ellos sabrán qué hacer.

Hago el amago de levantarme, pero una mano firme cierra su agarre sobre mi muñeca.

-No...- La negación escapa de sus labios como un silbido y el esfuerzo hace que tosa.

-¿No?- Pregunto confundida.

-No.

El estupor de la circunstancia me impide rebatirle, por mucho que la solución más lógica sea ir y conseguir ayuda. Vuelvo a hincar las rodillas sobre el suelo, cavilando lo más rápido que puedo una solución. Escucho como mi pobre corazón bombea sangre tan velozmente que apenas puedo captar la corriente de mi pulso, solo un fuerte tamborileo en mi oreja que me apremia a darme prisa.

-¿Crees que puedas caminar un poco?- Rompo el silencio, acercándome un poco más a él para quitarle un par de mechones que descansan sobre sus ojo. Orbes de color oscuro que me miran fijamente.

-Si...

Con un poco de ayuda, se separa parcialmente del suelo. Cuelo un brazo por su espalda y lo agarro de la cintura con toda la fuerza que puedo reunir. Five, a su vez, se apoya torpemente sobre mí, dejándose caer un poco cuando comienzo a caminar. Noto su equilibrio vacilar y se me escapa el aliento cuando admiro el conjunto de escalones que nos enfrentan y que debemos subir.

-Necesito que subas- Mascullo, entre cansada y alterada.

El contrario deja escapar un gruñido, pero no presenta queja alguna. Un tras otro subimos los escalones hasta el piso de arriba y no pierdo tiempo en dirigirnos a la cocina, donde Five se desploma sobre una silla. Su respiración se vuelve algo errática, pero doy por hecho que es por el esfuerzo. Le doy la espalda y comienzo a abrir los cajones de par en par sin ningún tipo de cuidado, buscando alguna botella de licor. Y teniendo en cuenta que Klaus ha vivido en esta casa, la encuentro más pronto que tarde. Atrapo el bote de vidrio entre las manos y agarro el primer trapo que hallo en la encimera, no sin antes cerciorarme de que está limpio, para luego acuclillarme en el hueco entre sus piernas. Su mirada me sigue curiosa en lo que alzo el dobladillo de la camisa lo más alto que la tela me deja enrollarlo. Desprotegido, el corte se despliega ante mí. Es largo y le abarca gran parte del abdomen bajo, sus bordes están hinchados y la sangre sigue esparciendose a su gusto, manchando un poco el elástico del pantalón.

-¿Qué demonios vas a hacer?- Bufa, retorciéndose en la silla.

-La solución más rápida que se me ha ocurrido- Confieso, para acto seguido verter el interior de la botella sobre la herida.

Five profiere un grito, supongo que notando el ardor del alcohol penetrar la piel desgarrada. Sus ojos, que con tanta atención me observaban, se cierran fuertemente al son de las maldiciones que va soltando. En lo que él se queja yo empapo el trapo con un poco del licor, y cuando por fin se calla, acaricio con la tela el tajo, ejerciendo un poco de presión.

-Mi odio por ti acaba de incrementar con creces- Sisea, pasándose las manos por la cara.

Ante esas palabras aprieto con saña el corte, olvidándome de la dulzura previa. El repentino cambio de contacto le hace contener el aliento, aguantándose un gemido de dolor.

-¿Eres incapaz de dejar de ser un capullo incluso cuando estoy tratando de ayudarte, imbécil?- Trato de susurrar, pero no me sale muy bien. La emoción se apodera de mi tono.

Dejo caer las manos hacia mis costados, expectante.

-En mi personalidad no destaca el ser agradecido- Se limita a responder, apoyando la cabeza en la pared, notoriamente agotado.

-No hace falta que me lo jures- Befo, en lo que me pongo de pie para dejar la botella en una mesa- ¿Se puede saber qué demonios ha pasado?

-No creo que sea un buen momento para dar explicaciones, periodista- Comenta y en el momento que lo vuelvo a encarar, señala el corte- Sigue saliendo sangre.

-Mierda.

Agarro el trapo nuevamente y retomo mi posición de antes. Esta vez no lo muevo, me planto en el sitio y oprimo el flujo de sangre. El tejido no tarda en absorber toda el líquido carmesí, pero eso no significa que vaya a dejar de fluir.

-Qué perspectiva más curiosa- Apunta y suelta una risita ácida que contiene de todo menos humor alguno.

Le dedico una mirada cargada de furia.

-Cretino.

Poco rato después doy por terminada la tarea, al menos por ahora. Abandono el trapo teñido de rojo sobre su piel y me siento sobre la mesa, por fin respirando tranquila.

-Por mucho que no me quieras explicar lo que ha pasado- Comienzo, fijando mi vista en la botella de licor medio llena. Hago malabares para no tener que mirarle a la cara- Me lo puedo imaginar.

-Parece ser que tus dotes deductivas están más desarrolladas que tu propia inteligencia...- Escupe, haciendo un amago de ponerse de pie que termina en fracaso- Joder...

-Te ayudaría...- Repongo- Pero soy incapaz de tolerar tu presencia un segundo más.

Salgo de la cocina sin dignarme a echar ni siquiera una mirada de soslayo. Suelo ser bastante paciente, pero todo tiene un límite, y ese chico lo cruzó hace bastante tiempo. Me guío a través de la oscuridad hasta el cuarto de la otra noche y me tiro sobre la cama, regodeándome en el pensamiento de que tenía razón con respecto al laboratorio y saboreando el regusto de una pequeña victoria contra Five.

El colchón, mullido sobre mi peso, me abraza y erradica cualquier tensión que tuviese en el cuerpo, a pesar de que la imagen de número cinco no abandona los recovecos de mi memoria. Cuando apareció en el salón, tirado en el suelo con el rostro desencajado y el cuerpo lleno de heridas, creí que me moría ahí mismo junto a él del susto. Mi mente, ajena al lado racional de mi cerebro, rememora el momento en que me planté entre sus piernas a curarle la herida y un leve calor me invade. Pero borro cualquier atisbo de ese recuerdo antes de quedarme dormida.

Las horas corren entre las manecillas de un reloj y rato después un ruido chirriante me despierta de mi sueño. Aún algo torpe, abro los ojos trazando la sombra de una figura apoyada sobre la pared. Por segunda vez en la noche, me despierto súbitamente del susto, enfocando por fin la forma de Five. Y esto, más allá de tranquilizarme, me pone mucho más nerviosa.

-¿Qué te pasa, periodista?- Balbucea, arrastrando algunas sílabas por el camino- ¿Por primera vez en tu vida no tienes nada que decir?

DeconstructedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora