Capitulo 11

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¡Queridas lectorxs!, quiero agradecerles por acompañarme en cada página, en cada historia, y por darle vida a mis palabras con su imaginación. Ustedes son la chispa que enciende la magia de la lectura. Espero que encuentren en cada libro un refugio, una aventura, y un amigo fiel. ¡Que sigamos compartiendo juntos muchas más historias! Feliz día del lector (24 de agosto del 2024).




Esa tarde fue nuestra, como nunca antes. En Nueva York, recreamos un día similar al que vivimos en Abu Dhabi, pero ahora, la ciudad tenía un aire diferente. Comenzamos con perros calientes y gyros. Le aseguré que serían los mejores que probaría, aún siendo árabe. Me reí al verlo tener una conversación inesperadamente animada con los dueños del local, donde entre risas y gestos exagerados, parecía que estaba negociando algo más que comida.

Luego, fuimos a un rascacielos. Mientras subíamos, nuestras manos se mantenían entrelazadas, y en cada pausa, tomábamos fotos divertidas, capturando momentos que, hasta entonces, nunca había compartido con nadie. Por primera vez, subí una foto con él a mi Facebook. Ver cómo los comentarios se acumulaban, sorprendidos, me sacó una sonrisa. Nunca había mostrado algo tan personal en mis redes, y la reacción fue inmediata.

Seguimos caminando por Chinatown, nuestras manos aún juntas. Nos detuvimos en una heladería en Little Italy, disfrutando de un helado ya de noche con ese frío que comenzaba a colarse por nuestra ropa.

Los pasos se volvían más lentos, cansados, hasta que al final, encontramos un sport bar, rodeados de pantallas que transmitían partidos que ninguno de los dos entendía. Pero no importaba. Nos reíamos, compartíamos cervezas locales, y por un momento, todo se sintió increíble.

La realidad es que no me sentí atrapada en expectativas ni privada de mi libertad. Fue solo él y yo, por cómo me hizo sentir. Como si, por fin, estuviera en una relación real.

Terminamos en  la terraza del edificio, la ciudad se extendía bajo nosotros, un mosaico de luces y sombras que hacía parecer todo pequeño y distante. El sonido del tráfico llegaba a nuestros oídos como un murmullo constante mientras masticábamos los corndogs que habíamos comprado.

—Este no me gustó tanto —admitió Hassem, dejando el corndog a un lado con una mueca de disgusto—. El gyro fue mi preferido.

—El mío también, y el helado —respondí, asintiendo con una sonrisa. Él se unió a mi risa, y por un momento nos quedamos en silencio, mirando la vista desde las alturas, sintiendo la brisa fresca en nuestros rostros.

—Ojalá todas las tardes fueran así —dije sin pensarlo llena de anhelo

—Imagínalo.—dice el, perdido en sus pensamientos, la idea me hizo soñar por un instante.

—Llegar del trabajo, vivir una vida normal... cocinar juntos, hablar de cualquier cosa sin preocupaciones, sin conflictos políticos ni personas dañándonos a nuestro alrededor, solo tú y yo —susurré, visualizando ese escenario tan simple y tan distante a la vez.

Hassem esbozó una sonrisa, pero algo en el cambió rápidamente sus ojos me mostraron tristeza —Pero no es así —dijo, mirándome—. Y nunca lo será... No puedo darte esa vida normal que deseas.

Ese choque entre lo que queríamos y lo que la realidad nos imponía. Pese a todo, tomé su mano, buscando en ese simple gesto que superara las palabras.

—No necesito que sea normal, Hassem, solo necesito que seas tú — el aclara su garganta sacando esos pensamientos mezquinos de su cabeza y volviendo a lo que parecía ser nuestra realidad alterna.

— Lo importante es que ahora somos tú y yo... ¿sabes? Cuando estoy contigo no necesito aligerar mi mente.— me tenso, recordando como usa el licor y las drogas para olvidarlo todo.— es más fácil llevar mi peso cuando estoy a tu lado.— lo envuelvo en un abrazo espontáneo y susurro en su oído.

Árabe Encadenada A Ti [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora