Esta es la versión en que la vida, con sus misteriosas maneras de enseñarte, demuestra que los planes pueden cambiar en un instante, sin importar lo que hayas elegido por qué nunca fue tu elección.— Aun así, necesitamos conversar. Hay ciertas cosas que debemos resolver antes de hacer esto oficial.—
Hasse lanza la cabeza hacia atrás con un suspiro exasperado, como si mis palabras fuera un castigo inmerecido.— ¡Dios! — exclama con frustración, dejando escapar una risa seca y con humor. Luego, baja la mirada hacia mí, su intensa mirada se encuentra con la mía, y siento cómo mi corazón da un salto involuntario. ¿Esta magia durará toda la vida? — ¿Por qué las cosas contigo nunca pueden ser fáciles? — pregunta, aunque su tono no es del todo reproche. Una sonrisa ladeada se le escapa, suavizando los bordes de su habitual dureza.
Sin pensarlo demasiado, me pongo de puntillas, buscando alcanzarlo. Deposito un beso en su mejilla, pero incluso así, él debe inclinarse ligeramente hacia mí. Su proximidad me envuelve.
Le sonrío, esta vez sin mostrar los dientes, una sonrisa pequeña pero sincera, y él responde tomando mi mano con una delicadeza que me desarma. Sus dedos acarician el dorso de mi mano, y por un instante, parece querer decir algo, pero guarda silencio. Solo asiente, como si estuviera resignado a lo que viene.
— Sí, sé que tenemos que tener esta conversación — dice al fin, con un deje de cansancio, aunque hay algo en su tono que lo hace sonar más cálido de lo que esperaba. — Aunque estoy 101% seguro de que no me gustará nada de lo que tengas que decir.
Su honestidad, arranca una pequeña risa de mis labios. Y mientras nuestras manos permanecen entrelazadas, no puedo evitar pensar que, aunque las cosas con él nunca sean fáciles, siempre valen la pena.
— Ven, vamos a sentarnos...— Su mano toma la mía con una sutileza que contrasta con la intensidad que suele caracterizarlo, pero en lugar de guiarme hacia la casa, me lleva en la dirección contraria.
Frunzo el ceño, desconcertada.
— ¿Pero a dónde me llevas? — pregunto, sin poder ocultar mi confusión.
— Al mar. — Con la mano que tiene libre, señala la playa que se extiende frente a la casa, bañada por la luz tenue del atardecer. Sus palabras son tan simples como profundas. — Quiero sentarme contigo en la orilla, hablar mientras lavo tus pies.
Parpadeo, incrédula. Trago con fuerza para apartarlo, intentando tomarme su propuesta con ligereza.
— ¿Para qué lavarlos si estarán llenos de arena otra vez? — le pregunto entre risas, aunque me escuchó más suave de lo que pretendía. Seguimos caminando en silencio hacia la orilla, el sonido de las olas convirtiéndose en el protagonista.
Cuando el agua finalmente toca la punta de mis pies, él se detiene y se gira hacia mí. Sin previo aviso, su mano se eleva y acaricia mi rostro con cariño. Sus dedos recorren la piel de mi mejilla como si buscara memorizar cada detalle, cada imperfección.
— Porque no se trata de la arena — dice. Sus ojos me observan llenos de un brillo especial, esta vez no es la mirada dura o impenetrable a la que estoy acostumbrada. Es suave, vulnerable. — No importa quién sea yo o qué tanto tenga que cargar, quiero que sepas que mi humildad y mi corazón siempre estarán a tus pies, como un igual.
Mis labios se entreabren, pero no sé qué responder. Las palabras se quedan atrapadas en mi garganta, ahogadas. Siento el calor de sus manos aún sobre mi piel, como si quisiera transmitirme algo que no se atreve a decir en voz alta.
Nos sentamos en la arena, y mientras el agua acaricia nuestros pies, él toma un poco en sus manos y la deja correr lentamente sobre los míos, en un gesto que me sorprende tanto como me conmueve.
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Árabe Encadenada A Ti [2]
RomanceHassem juró que se alejaría de Alicia para mantenerla a salvo y así darle la oportunidad de una vida plena sin su sombra oscura. Pero el destino, en un capricho cruel, los reunió de nuevo en la vibrante y caótica ciudad de Las Vegas. Una noche de d...