Capitulo 18

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Después de descubrir que Nicolás se había escapado de la cárcel, estuve muy pensativa. Ambos sabíamos que él conocía perfectamente nuestros movimientos, dónde trabajábamos, a quiénes frecuentábamos. Era una amenaza que no podíamos ignorar, pero tampoco quería que eso dictara mi vida. Eric precavido decidió triplicar la seguridad, asegurando cada rincón de las instalaciones. Sin embargo, esa sensación de vigilancia constante me sofocaba. De nuevo me sentía atrapada, igual que en Abu Dhabi, como si estuviera en una jaula invisible.

¿hasta cuándo tendría que vivir así? No quería mudarme otra vez, huir ya no era una opción para mí. Estaba cansada de correr, cansada de esconderme. Esta vez, quería enfrentar lo que viniera de frente, por muy aterrador que fuera.

El lunes en la mañana, no pude llegar temprano a la oficina. Tenía una consulta médica programada para revisar la herida que me había dejado el incidente y hacerme los análisis por mi glucosa baja.

Eric me acompañó aunque insistí que podía ir sola. Nos subimos al auto y él mantuvo la mirada fija en la carretera, concentrado, pero su mano descansaba sobre mi pierna, esa pequeña muestra de afecto era relajante y me hacía sentir segura.

Cuando llegamos al consultorio, Eric se detuvo en la puerta y me miró.

—Voy a quedarme afuera. No quiero que sientas que te estoy presionando —me dijo con suavidad, inclinándose ligeramente hacia mí para depositar un beso en mi mejilla.

Agradecí su gesto, porque sabía que estaba lidiando con sus propios problemas y ahora debía incluir los míos, no habíamos hablado nada más sobre el beso que le di el sábado en la noche pero los afectos entre nosotros se volvieron más frecuentes, no de forma hostigante más bien, pacíficos. Mientras él esperaba en la sala de espera, yo estaba sentada frente al médico, tratando de mantener mi mente enfocada en algo más que en la amenaza que pendía sobre nosotros incluyendo a Hassem.

— Buenos días, señorita...— el médico hace una pausa al leer el nombre en el boletín. —Khalid.— Lo pronuncia con cuidado, y su mirada se cruza con la mía por un segundo. Trago con fuerza, consciente de que no por mucho tiempo ese apellido formaría parte de mi vida. Le ofrezco una sonrisa apagada.

— ¿Podría llamarme Alicia?— le pido, consciente de que para un doctor podría ser demasiado informal, juego con mis manos debajo de la mesa.

David me mira cálido. Asiente, satisfecho de que haya depositado en él esa pequeña confianza.

— Por supuesto, Alicia.— dice suavemente.— Vamos a hacerte unos análisis de sangre y unas muestras para un chequeo general. Me gustaría asegurarme de que todo esté en orden y que estés bien.— Asiento, sintiendo un pequeño alivio. — El resto de los exámenes estarán listos esta tarde, así que, después de realizártelos, puedes seguir con tu día y podemos vernos más tarde si lo prefieres.— me hace una seña para asegurarse de que esté de acuerdo con lo que dice.

— Me parece bien.— le confirmo, aunque en realidad no tengo mucho que hacer después de la oficina. Lo observo mientras escribe en su computador, sus dedos moviéndose ágil. A pesar de su eficiencia, hay algo en su manera de hablarme que parece más personal, más atento de lo que había esperado.

Luego, se acerca a mí  igual de profesional, pero con un aire de cuidado que me hace sentir un poco más segura.

— Ahora, déjame ver cómo está tu herida.— Se sienta frente a mí, sus manos tocan suavemente las pequeñas punzadas que aún siento sobre mi sien. Su tacto es preciso, pero no incómodo, había cerrado los ojos por inercia pero cuando veo que no es demasiado, vuelvo a abrirlos rápidamente.

— Está en muy buen estado.— comenta con una leve sorpresa en la voz.— La cicatrización es excelente. Alicia, ¿has sentido algún tipo de fatiga?— frunce el ceño, serio.— ¿Dolores de cabeza persistentes?— Me mira dudoso.

Árabe Encadenada A Ti [2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora