CAPITULO 43

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CALL

Detuve la moto al llegar al gran portón que me daba la entrada a mi antigua casa. Regresé al lugar que alguna vez creí era mi hogar, pero solo encontré un vacío desolador. La mansión, con sus amplios salones y sus jardines cuidados, era una burla cruel. Era como si mi padre hubiera construido una prisión de lujo para mí, un lugar donde podía encerrarme y torturarme a mi antojo.

La mansión se erguía imponente al final del camino, una joya arquitectónica que deslumbraba a cualquiera. Pero para mí, era una jaula dorada, una prisión de cristal donde mis peores pesadillas se habían hecho realidad. Al cruzar el umbral, el aire pesado y rancio me envolvió como una manta húmeda.

No quería venir, pero como el gran hijo de puta que es mi padre encontró la manera de hacerme regresar. Me enteré que hace unos días, se le ocurrió la maravillosa idea de secuestrar al padre de Kali, pensó que había sido fácil cazarlo. Mi informante me contó que alardeaba de que tenia al poderoso Devil en su poder, que iba a torturarlo y no sé que otras pendejadas mas. Con lo que no contó es que él era el que había resultado cazado, pues Agust Darrend simplemente le puso una trampa y mi padre como una persona que carece de inteligencia cayó.

También me enteré que varios de sus hombres habían sido destrozados por Darrend, y mi padre aunque salió con vida, le amputaron tres dedos de su mano dominante. Sus hombres lo encontraron casi desangrándose en la vieja bodega donde tenia a Darrend, lo sacaron tan rápido como pudieron y lo trajeron a la mansión, una que usa como casa de seguridad.

Es un lugar que pocas personas conocen. No voy a negar que mi padre sabe como escurrirse y como esconderse, así que hace muchos años construyó esta casa, para mi madre y para mi y aquí nos mantuvo cautivos.

La mansión era un laberinto de dolor, un lugar donde mis sueños se habían perdido. Las paredes, que antes me habían parecido tan acogedoras, ahora se cernían sobre mí como muros impenetrables. El jardín, otrora un lugar de alegría, ahora era un cementerio de esperanzas. Cada rincón de esta casa era una tumba, un recordatorio de mi infancia robada.

Tome varias bocanas de aire antes de que las rejas se abrieran y me dirán paso. Conduce el camino de piedras hasta la casa grande. Me detuve por un momento. Obligando a que los latidos de mi corazón se ralentizaran, que mi respiración se regulara y que tragándome las nauseas que me producía estar en este lugar una vez mas.

Apague la moto, me bajé y me quité el casco. Siempre suelo andar en uno de mis autos, pero después de ver a mi padre voy a ir a recoger a mi pequeño demonio. Por fin pude conseguir el pago de nuestra apuesta, y aunque me enerva tener que ver a mi padre, estoy emocionado por lo que le he preparado a ella.

Al cruzar el umbral, el aire pesado y rancio me envolvió como una manta húmeda. El olor a madera pulida y cuero viejo chocaba con el hedor a desazón que impregnaba cada rincón. El tic-tac del reloj de pared, tan familiar y tan irritante, me recordaba el tiempo perdido, las horas interminables encerrado en este lugar.

Mi padre no me dejaba salir mucho de la casa grande. Decía que tenia muchos enemigos y que todos querrían atacar al heredero del su gran imperio. Las pocas veces que logré salir de la enorme mansión fue para que me llevara a las jaulas, donde rusos, Italianos, irlandeses entre otras mafias enviaban a entrenar a sus hijos. Rara vez recordaba lo que pasaba en aquellas jaulas. Dado que recordaba que llegaba, pero nunca como lograba salir de allí.

Al pisar la alfombra, sentí una repugnancia visceral. Cada paso era una punzada en mi corazón, un recordatorio de todo lo que había perdido. Y allí estaba él, el arquitecto de mi sufrimiento, observándome con esa mirada fría y calculadora.

THE PRINCESS OF THE DEATHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora