CAPITULO 50

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KALI

Frente al espejo, doy los últimos toques, repasando cada rincón de mi cuerpo con la mirada crítica de quien sabe que es perfecta. El vestido largo, de lentejuelas doradas, se desliza suavemente por mi piel, acariciando cada curva con precisión, como si hubiera sido creado solo para mí. El escote profundo insinúa lo justo, haciendo que mis pechos, aunque pequeños, se vean llenos de gracia y sensualidad. La tela transparente del vestido se adhiere a mi figura como una segunda piel, revelando y ocultando en un equilibrio irresistible. El cinturón dorado, delgado pero firme, abraza mi cintura, acentuando la forma de reloj de arena que tanto admiro.

Me he recogido el cabello en un moño alto, elegante, una elección que resalta mis rasgos afilados y sofisticados. El maquillaje que cubre mi rostro es una obra maestra: mis ojos parecen más profundos, más brillantes, y mis labios, perfectamente delineados, se ven irresistibles.

Frente a mi reflejo, no hay duda. Soy perfección pura.

Esta noche será un poco... ¿Agitada? Digamos que sí. Agitada, dado que a Call se le ha metido en la cabeza que quiere presentarte como se deba frente a mis padres. Le dije que ya no estamos en el siglo pasado, que eso en esta época no se usa, pero él insistió que quiere hacer las cosas bien conmigo.

Si solo supiera que la familia que tanto quiere conocer es la misma que está cazando a su padre y que dado el caso, él puede resultar siendo el cordero que irá al matadero.

Las puertas de mi habitación se abren, y allí está ella, la mujer que me dio la vida, irradiando una presencia que es imposible ignorar. Entra con una calma majestuosa, envuelta en un vestido largo de lentejuelas plateadas que brilla bajo la luz como si fuera forjado por las estrellas mismas. El corte de un solo hombro deja al descubierto su piel impecable, mientras la tela transparente cae sutilmente por su figura. La abertura en la pierna izquierda deja ver su andar seguro, casi como si cada paso estuviera calculado para hipnotizar.

La decoración floral en su cintura se posa justo sobre sus caderas pronunciadas, dándole un aire de realeza, como si fuera una reina a punto de tomar su trono. Su cabello rubio cae en ondas perfectas sobre sus hombros, alcanzando la mitad de su espalda, enmarcando su rostro con esa suavidad que siempre me desconcierta. Pero lo que realmente me atrapa son sus ojos grises, dos glaciares que parecen poder atravesar el alma. Sus labios, pintados de un rojo profundo, añaden el toque final: la mezcla exacta de elegancia y sensualidad que define su presencia. Y ahí está, tan imponente como siempre, como si el mundo mismo girara en torno a ella.

-Te ves hermosa – Dice con la voz entre cortada.

Blanqueo los ojos. Quisiera saber en que momento yo no me veo hermosa. Soy la perfección misma.

La gente aun no entiende que el cielo es mi trono y la tierra es el estrado de mis pies.

-Tú también te ves hermosa – Le digo.

Ella me da una tímida sonrisa, y se pasa las manos por el vestido, como si estuviera estirando algunas arrugas.

-Tú padre dijo que intentara que la cena se acabara rápido que se muere por enrollarlo en mi cintura, doblarme en la – Comienza a darme información que no recuerdo haberle pedido.

-Ewwwww – Me quejo, y la silencio antes de que siga colocando imágenes en mi cabeza que no deseo – No pregunté ¿Por qué compartir cosas que nadie ha pedido?

Ella suelta una carcajada y se acerca a mí. Una de sus manos se extiende y se posa en mi rostro.

-Ya no crezcas más – Me dice con sentimentalismo – Quiero que te quedes chiquita toda la vida.

THE PRINCESS OF THE DEATHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora