CAPITULO 58

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CALL

10 AÑOS

Camino por los interminables pasillos de la enorme casa, cada paso se siente como un eco vacío que retumba en mi mente. Desde hace días, mi madre no ha podido salir de su habitación. La última vez que intentó defenderme, terminó en el suelo, rota, tras la furia implacable de mi padre. Todo comenzó cuando, con voz trémula pero decidida, le dijo que necesitaban llevarme a ver a un especialista. Las pequeñas lagunas mentales que sufro, los vacíos donde el tiempo desaparece, eran una señal que ella no podía ignorar. Pero él... él lo hizo.

"¡No pienso llevar a mi hijo a un loquero!" gritó, mientras la casa temblaba bajo el peso de su furia.

Cada mañana, me llevan a las jaulas donde entrenan a los hijos de varios jefes de las mafias. Recuerdo la salida de casa, el portón de hierro que se abre, pero nunca cómo llego al lugar. La oscuridad me envuelve en algún momento, y después... silencio. Solo el vacío. Cuando despierto, es como si hubiera regresado de un largo y profundo sueño, uno del que no tengo control. Mis nudillos, reventados. Mi cuerpo, cubierto de moretones. Pero el cómo... nunca puedo recordarlo. Me esfuerzo, cierro los ojos e intento recrear los momentos perdidos, pero solo encuentro sombras y fragmentos que no tienen sentido.

Cada vez que vuelvo a casa en ese estado, veo a mi padre perder la razón. Enfurece, arrasa con lo que encuentra a su paso, como si fuera yo el causante de su ira, cuando en realidad es su miedo, su impotencia. Mi madre fue la única que tuvo el valor de enfrentarlo, de intentar protegerme. Pero ella también pagó el precio.

Esa noche, la escuché suplicar, con la voz temblorosa pero decidida. "Por favor... no es normal lo que le está pasando. Necesita ayuda". Me quedé paralizado, rezando en silencio para que dejara de hablar, para que el tema muriera ahí. Sabía lo que venía, lo sentí en el aire como se siente el trueno antes de la tormenta. Mi padre no soporta que le lleven la contraria, y mi madre lo sabía. Pero aun así, insistió. Quería salvarme.

Lo siguiente fue un borrón de gritos y golpes. Cuando el estruendo se calmó, salí de mi escondite, con el corazón retumbando en mi pecho como un tambor. Mi padre ya no estaba. Corrí hacia ella, mi madre yacía en el suelo, rota y frágil como una muñeca de porcelana, su rostro cubierto de sangre y moretones. Me arrodillé a su lado, mis pequeños brazos apenas podían rodear su cuerpo maltrecho. La acaricié con la suavidad de quien teme causar más dolor, limpiando sus heridas con el esmero y la precisión de alguien que no debería saber cómo hacerlo.

Llevé a mi madre a su habitación, arrastrando sus pasos como podía, cada gemido de ella era una aguja atravesando mi pecho. Sentía que el dolor la asfixiaba, y, sin embargo, había algo en sus ojos, algo que me decía que no se arrepentía. La curé con manos temblorosas, limpiando cada herida con el cuidado de alguien que sabe que la infección, si llega, podría arrebatarme lo poco que me queda.

Cuando terminé, el cansancio me venció, pero no el miedo. Al poco tiempo, escuché los pasos pesados de mi padre. El eco de su presencia fue suficiente para hacerme huir de nuevo. Corrí, me escondí. Y en ese rincón oscuro, lejos de las sombras que gobernaban mi vida, solo podía pensar en una cosa: rezaba para que el silencio durara... pero sabía que, como todo lo demás, no lo haría.

No me gusta estar en una habitación solo con él. Le gustaba tocarme en partes que mi madre me ha enseñado que no deben tocarme, le gusta que yo toque también esas mismas partes y por mas que en un principio me negaba, él me obligaba diciendo que si no lo hacia mataría a mi madre. No podía permitirlo, ella es la única persona en esta casa que se preocupa por mí, mi deber como su hijo es cuidarla. Por eso no me gusta que provoque a mi padre. Lo detesto.

Escucho los autos de mi padre llegar y mi cuerpo se tensa. Con cuidado de no despertar a mi madre y de no llamar la atención de mi padre me muevo por los pasillos intentando llegar con rapidez hasta mi habitación. Tenia hambre, pero mejor espero a que mi padre se vaya de nuevo para poder bajar a comer algo, me aterra estar solo con él.

THE PRINCESS OF THE DEATHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora