La vida del doctor Zee Pruk y el cantante Nunew Chawarin se vuelven a cruzar tras varios años desde su primer encuentro.
(...)
"No creí que lo volvería a ver, no en un lugar como este y mucho menos esperaba ese brillo en sus ojos cuando nuestras mir...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Pov Nunew
—¡Ahhh, auch! —gemí involuntariamente al sentirlo presionar demasiado dentro de mí.
—¿Te duele? Lo voy a sacar —dijo mientras empezaba a retirar su miembro, pero eso era lo último que quería en ese momento. Rodeé su cuello con mis brazos, hundiendo mis dedos en su cabello lacio y atrayéndolo para que me besara mientras intentaba acostumbrarme a su tamaño.
—Estoy bien... solo necesito un momento —le pedí, y él asintió. Poco a poco, la incomodidad comenzó a desvanecerse
Antes de que pudiera decirle algo, Zee ya estaba colocando un cojín bajo mi cadera, elevándola para asegurarse de que estuviera cómodo y que mi cabeza no golpeara el cabezal de la cama. No esperó más y volvió a hundirse entre mis piernas, su ritmo rápido arrancando gemidos de mi boca. Estaba descubriendo lo flexible que era gracias a él, y la intensidad de sus movimientos me hizo rendirme completamente al placer.
Nos besamos de nuevo, y con cada embestida rápida y profunda, sentí cómo se adueñaba de mi cuerpo, moviéndose como si siempre hubiera pertenecido a él. Cada vez que uno de los dos llegaba al clímax, cambiábamos de posición. Pasamos tanto tiempo así que, en algún punto, mis piernas dejaron de responderme. Justo cuando pensé en pedirle que se detuviera, me encontré sobre él, montándolo, mientras él exploraba cada rincón de mi cuerpo, descubriendo pequeños detalles que ni yo mismo conocía.
Su mirada dulce se volvía posesiva y feliz cada vez que su miembro se abría paso y sobresalía en la piel de mi abdomen. Después de horas, la caja de condones estaba vacía, y yo descansaba sobre su cuerpo, escuchando los reconfortantes latidos de su corazón.
No tenía fuerzas para moverme, pero tampoco quería hacerlo. Mientras él masajeaba mis adoloridas caderas, no podía evitar preguntarme qué comía para seguir tan duro después de tantas rondas. Cada vez que mi abdomen rozaba su miembro, un suave gemido escapaba de sus labios. Me moví un par de veces solo para escucharlo, pero pronto me di cuenta de que no fue la mejor idea. Antes de que pudiera detenerlo, volvió a girarnos en la cama y, con una sonrisa traviesa, me penetró de nuevo. Así, nos entregamos a otra ronda.
Cuando volví a abrir los ojos, lo primero que noté fueron las prendas que cubrían mi desnudez y el aroma a limpio que impregnaba la gran habitación. Zee ya no estaba allí, pero se había encargado de aplicar lo que parecía una pomada en mi cintura y cadera.
Mis mejillas comenzaron a arder al darme cuenta de que realmente estábamos saliendo oficialmente. Además, lo habíamos hecho... y no solo una vez, sino varias. Recordar las palabras de Zee mientras lo hacíamos no ayudó a disminuir mi sonrojo; por el contrario, me puso aún más nervioso. Comencé a girar entre las sábanas, intentando contener la felicidad que sentía en mi pecho.
Narrador Omnisciente
—Es real... —murmuró el castaño, abrazándose a las colchas con una sonrisa de pura felicidad.