Capítulo 4

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En las nubes gallegas

Desperté de repente y revisé toda la habitación, miré a un lado de la cama y estaba vacía. Se me aceleró un poco el corazón hasta que recordé donde estaba, miré la hora del móvil 13;22.

Mierda, mierda. Joder.

Tenía diez llamadas perdidas de mi madre y otras cuantas de mi hermana, también algún que otro mensaje. (Ofensivo)

"He visto que no has dormido en casa, espero verte esta tarde como me prometiste"

"Joder, Alex, como me falles hoy te juro que te mato, te hago picadillo, hago albóndigas contigo y las vendo en la vía pública"

(Gracias por ser tan explícita hermanita)

Mierda, mierda, mierda.
(Mi hermana era capaz de cumplir su promesa, parecía una broma, pero os aseguro que no lo era)

Me puse la ropa lo más rápido que pude y salí al salón, ni rastro de Rubén. (Me cagó en la puta, ¿dónde esta?)

— Rubén, Rubén — marqué su número en mi teléfono, pero sonó encima de la mesa de la cocina. (¿Quién coño no se lleva el móvil a la calle?)

"Joder, me tengo que ir ya, pero quiero despedirme"
¿Dónde estás, Rubén?

La puerta se abrió de repente y entró. Llevaba unas bolsas colgadas en los brazos que le quedaban muy bien sobre esos músculos, que se marcaban perfectamente debajo de la camiseta. (¿Se puede estar más bueno?)

— ¿Dónde estabas? Tengo que irme, tengo comida familiar, mi hermana nos va a presentar a su novio y como no llegue a tiempo me va a matar.
— He aprovechado que dormías plácidamente y he ido a comprar unas cosas que me hacían falta — dejó las bolsas encima de la encimera y comenzó a ordenar todo. Fui al baño corriendo para adecentarme el pelo y la cara, no quería que en mi casa me hicieran muchas preguntas, aunque no es la primera vez que dormía fuera con mis amigos, así que tampoco les pillaba por sorpresa. (Aunque cuando haces estas cosas luego piensas que la gente cuando te mira sabe perfectamente de donde vienes, aunque estén pensando en lo que van a cenar)
Salí del baño y me estaba esperando sentado en uno de los taburetes mirando su móvil. (No soporto lo guapo que es, llevaba una ropa tan apretada que le podía intuir las venas del brazo)

— Tengo que irme, de verdad. Si tardo un minuto más mi hermana es capaz de cumplir lo que me ha dicho por mensaje, hacerme picadillo y, además, sin piedad — dije acercándome a él para besarle. Tenía que ser un beso rápido, me conocía y podía perder los papeles si me besaba como lo había hecho por la noche.
— ¿Volveré a verte? — preguntó mientras me acercaba a él apretándome el culo.
— Claro, me encantaría volver a verte, te llamaré, lo prometo — intenté deshacerme de sus manos, pero estaban haciendo mucha fuerza contra mi culo.
— Estaré esperando esa llamada ansioso — dijo acercándose de nuevo para besarme.
— Buf — (te llamaría ya si pue diera, créeme) Soplé. Él sonrió.
— Anda vete, no quiero que nadie acabe con tu vida sin piedad — soltó una carcajada. Me acompañó a la puerta y me dio un beso de despedida. — Cuídate mucho, pequeña.
— Adiós, Rubén — a lo mejor pudo sonar soso, pero es que no sabía que decir, demasiado pronto para una despedida romántica, pero tampoco podíamos despedirnos de una manera seca y cortante después de todo lo que pasó esa noche.

Cogí el coche y salí a toda velocidad camino a mi casa, no pude evitar pensar en todo lo que pasó con Rubén y en las ganas que tenía de que volviera a repetirse. (Ahora me tenía que centrar en el novio de mi hermana, en el cuñado gallego)

En 10 minutos llegué a mi casa, apreté el mando para abrir la puerta y poder meter el coche en el garaje. Vi a mi madre regando sus plantas del porche, les tenía un cariño especial, le encantaban las plantas, por eso mi padre casi todos los meses le traía una nueva, era su manera de hacerla feliz, ya que después de tantos años seguían manteniendo esa magia, que era a lo que yo aspiraba en el amor, esos detalles que marcan la diferencia. (donde no hacen falta muchas palabras bonitas para demostrar todo el amor que sienten el uno por el otro)

Todos los caminos que elegíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora