La tertulia...
La tarde con mis amigos y mi abuela fue sobre ruedas, pasar la tarde con ellos siempre fue maravilloso, de los mejores planes de mi vida. Me ayudaron a elegir las cosas de la fiesta, no fue fácil, simular una feria de abril quizás no fue tan buena idea, encontrar la decoración adecuada resultó ser un calentamiento de cabeza enorme. (Podría haber elegido unas banderitas de España y colgarlas por toda la sala, seguro que también les hubiera gustado y hubiera sido mucho más fácil)
Decidimos sentarnos en la terraza de un bar a tomar algo, tampoco fue la mejor de las decisiones. El calor murciano podía dejarte pegado en la silla sin problema alguno o calentarte la bebida, que también era un problema.
Mi abuela sacó su "abanico mágico" como ella lo llamaba, decía que sí movía el aire fresco, aunque con 40 grados la magia de ese abanico era bastante cuestionable.— Joder, que calor hace — bufó Rafa. — No entiendo que hago aquí, ya te tengo que querer mucho — Rafa odiaba el calor, todos los veranos era la misma historia, quejas sobre el calor, quejas sobre la humedad, quejas sobre la ropa... ya conocíamos su guión.
— Por favor, métete en una cueva y cállate ya — respondió Irene de esa manera tan suya, tan simpática y tan amable (ironía)
— Me encanta que me quieras tanto, hija — le dijo él tirándole una aceituna a la cara.
— Serás capullo... me has dado en toda la cara — respondió ella con el mismo gesto.
— No pienso desperdiciar ni una aceituna más — dijo mi abuela cogiendo el cuenco y acercándolo a su pecho.
— Chicos, os quiero mucho, pero a veces resultáis un pelín insoportables — les dije yo con todo el cariño del mundo.
— Me encanta que los jóvenes de ahora os insultéis para mostrar el cariño — soltó mi abuela todavía sujetando el cuenco y comiéndose las aceitunas.
— Son insultos con cariño, abu.
— ¿Y como los diferenciáis de insultos de verdad?
— Es con el tono que te lo dice y, sobre todo, quien te lo dice — mi abuela puso una cara muy extraña y los tres soltamos una carcajada.
— Solo diré que en mis tiempos si alguien te insultaba, le calzabas una buena hostia.
— Ellos, los menos delicados — añadió Rafa.
— Eran otros tiempos, abu, ahora se estila eso, a lo mejor en 10 años será otra cosa, no lo sé, lo iremos viendo — dije yo mirando el móvil esperando ver un mensaje de esa persona de la cual no quiero hablar y de la cual estaba pasando olímpicamente (quien dice pasando dice esperando con ansias su mensaje, cosas de la vida que nunca voy a entender, quizás tampoco quiera, entenderlo digo)— Estás mirado el móvil demasiado — dijo Irene mirándome de esa forma, como juzgándome.
— ¿Estás esperando un mensaje de alguien? — preguntó mi abuela con mucha intriga.
— No, de nadie, solo estaba mirando la hora — mentí, obviamente, aunque sabía que lo sabían.
— Entonces significa que te aburre nuestra presencia, ¿no? — dijo Rafa.
— No es eso, joder, sabéis que no y se por lo que lo estáis diciendo, no me vais a sacar nada, así que vamos a cambiar el tema.
— A ti te ha pasado algo con Alberto — soltó Irene sin medir sus palabras.
— ¿Alberto? ¿Qué me he perdido? — preguntó mi abuela confusa.
— Es mi nuevo compañero de trabajo... — hice una pausa. — Es una larga historia. — Lo último que me apetecía era hablar del tema, Alberto estaba muy enfadado conmigo y eso me tenía muy mal, oír su nombre y hablar de él no me ayudaba a superar lo que sea que tuviera que superar, lo que sea que pasó entre nosotros, aunque estaba claro, al menos por su parte y por eso estábamos así.
— No tengo nada que hacer en toda la tarde, así que empieza a hablar — conté por encima un poco de lo que pasó entre nosotros, haciendo un breve resumen de como nos conocimos y como estábamos en ese momento. No fue muy agradable, la verdad.
— Espera, espera, espera, ¿os habéis acostado? — preguntó Rafa flipando y asimilando al mismo tiempo la noticia. — ¿Por qué no nos cuentas las cosas? Pensaba que éramos amigos. Por cierto, ¿soy el único que no sabia que son compañeros de trabajo? — preguntó mirando a mi abuela e Irene. Las dos negaron con la cabeza mientras me echaban la peor de las miradas.
— No me ha dado tiempo, ya os he dicho que eso pasó ayer — dije golpeando la espalda contra la silla. — Sois unos putos pesados de mierda.
— Bien que te callaste que sois compañeros de trabajo. No me jodas, Alex. ¿Desde cuando lo sabes?
— Pues desde ayer, os lo juro — les miré. — Cuando os lo presenté en mi casa no sabía nada, de verdad.
— Lo tuyo es muy fuerte, no me cuentas que te follas a tu profesor, no me cuentas que te follas a tu "amigo" — dijo haciendo el gesto de las comillas en la última palabra.
— Fue algo inesperado, la verdad.
— Vale, pasó, muy bien, pero quiero saber detalles, ¿cómo es que sois compañeros de trabajo? — preguntó Irene.
— Yo no lo sabía, pero él si supo todo este tiempo quien era yo.
— O sea que se lo calló, uhh — añadió Rafa. Yo asentí con la cabeza.
— Y tu como premio te acuestas con él — soltó de nuevo Irene. Era la más dura en cuanto a juzgar a alguien y esta vez lo estaba siendo conmigo.
— No fue como premio, eso me apetecía mucho antes de saber que éramos compañeros de trabajo.
— ¿Y que pasa con todo lo que sentías por Rubén? — dijo ella de nuevo.
— Esa misma pregunta me hago yo todos los días.
— Está clara una cosa — dijo mi abuela y todos les miramos. — Que no le querías, no al menos como pensabas.
— Tal vez solo fue la obsesión y el morbo de que fuera su profesor — respondió Irene.
— Se que sí quise a Rubén, pero quizás no estaba enamorada y por eso le olvidé tan rápido, no lo sé.
— Quizás eso sea lo más probable — dijo mi abuela acariciándome la mano.
— Vale, pero volviendo a Alberto. ¿Qué sientes por él? — me encogí de hombros. — Estás más confusa que yo cuando me bebo 4 cubatas. — Dijo Rafa. Todas nos reímos porque sabíamos que era verdad.
— Un poco así me siento — dije yo aún ahogando la risa.
— Esto no lo vamos a solucionar hoy, tendrás que averiguar que es lo que sientes por Alberto.
— Yo sé lo que él siente por mi — todos me miraron confusos. — Me debe estar odiando ahora mismo.
— Explícate — dijo Irene.
— Cuando pasó lo que pasó, ya me entendéis... — todos asintieron. — Pues yo había olvidado que había quedado con vosotros y... bueno — conté lo que pasó y como prácticamente le dije que solo fue un polvo para mi.
— Espera, espera. ¿Por qué le dijiste eso? — preguntó Rafa.
— Me asusté, sabía que él quería una relación y no un polvo de una noche, os juro que por un momento me pareció buena idea, dormir abrazados, seguir follando, pero cuando llegó el momento de la verdad lo único que pude hacer fue huir.
— No te vamos a juzgar, entendemos tu sensata reacción -- mi abuela le dio un manotazo a Rafa.
— Pero ahora me siento fatal, no se como arreglar esto, quiero que volvamos a tener la misma relación de antes, pero él espera que mi perdón sea diciéndole que le quiero, que quiero estar con él... una declaración de amor.
— Pero él también debería entender que tu hace poco saliste de una relación, si se puede llamar así — dijo Irene.
— También fue culpa mía, porque le prometí que el primer beso que nos diéramos iba a significar todo eso, le prometí que me apartaría si él se acercaba demasiado, no quería faltar a su palabra y se que lo hizo porque me vio segura, le hice creer con mis actos que estaba pasando eso que tanto tiempo llevaba esperando — hice una pausa. — No me presionó ni nada... al menos yo no lo veía así.
— Cariño, no te eches toda la culpa, él también pudo haber puesto límites, pero si quieres solucionar esto, lo mejor es que hables con él — aconsejó mi abuela.
— Es lo que quiero, pero es imposible hablar con él, me evita todo el rato. Hasta le seguí al baño y me echó de cualquier manera.
— Hombres... — dijo Rafa.La tertulia duró unos minutos más hasta que el calor ya no nos dejaba casi ni respirar, así que cogimos nuestras cosas y nos fuimos, yo llevé a mi abuela a su casa, y Rafa e Irene se cogieron el bus.
Toda esta charla me sirvió para darme cuenta de que sí podía pasar unos días de Alberto, para no agobiarle... pero que tarde o temprano íbamos a tener que hablar sobre todo lo ocurrido, no se cuanto tiempo más podría aguantar esto, pero había algo que sí sabía, no podía sacarme a Alberto de la cabeza, lo que pasó en mi casa me importó más de lo que jamás me hubiera imaginado.
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Todos los caminos que elegí
Romance¿Cuántas veces te has enamorado? ¿Existe el amor para toda la vida? ¿Cómo sabes que estás enamorada de verdad? Esas son las preguntas que se hace Alex, una joven abogada y futura policía. Su vida se verá envuelta en diferentes cambios cuando en su c...