Capítulo 8.

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La despedida...

Los días pasaron sin mucha novedad. En mi casa todos me notaron rara, pero lo enfocaba en la oposición, aunque para ser sincera, después de la despedida tan trágica, no había podido estudiar nada, leía y leía la misma línea, pero sin entender nada.
Todavía no había sido capaz de borrar la conversación de mi móvil en la que Rubén siempre me mandaba fotos y me decía cosas bonitas. La leí tantas veces que me la sabía de memoria. Veía sus fotos y acariciaba la pantalla del movil como si mi dedo pudiera traspasarla y tocarle de verdad su preciosa cara, esa barba perfectamente recortada, su cuerpo perfecto y atrapar su risa contagiosa con mi boca. (Lo sé, me estaba torturando a mi misma una y otra vez, pero no me veía capaz de eliminar todos esos meses, todavía no estaba preparada)

La agonía me estaba matando, otra vez delante del ordenador en la que entender una palabra se estaba convirtiendo en la mayor tortura de mi vida. Tenía que hacer algo pasa salir de ahí, necesitaba volver a ser la de antes, necesitaba distraerme y no pensar.
La bombilla de la imaginación se enchufó de repente cuando una publicidad saltó en mi movil.

— Piénsalo bien, no es una decisión fácil, una vez que la proyectes ya no hay marcha atrás — me susurraba la vocecita de mi cabeza.

Tenía que volver a tomar las riendas de mi vida. Me metí en la ducha y borré todo el rastro de tristeza de mi cuerpo. Me lavé el pelo, me eché mis cremas y salí de mi habitación en busca de mis padres. Deseaba con todas mis fuerzas que no estuvieran, así no tendría que hacer esto, no era lo que quería, más bien era lo que tenía que hacer, como una obligación impuesta para recuperar la sonrisa, un sacrificio para no morir en esa habitación aferrada a una pantalla de móvil y a una conversación completamente acabada llena de dolor y desesperación.

— Necesito una señal de que lo que estoy apunto de hacer es lo correcto — le pedí al universo.

Por arte de magia, mi madre apareció de la nada.

— Cariño, por fin sales de tu cuarto, pensaba que ya no te volveríamos a ver — sabía que estaba de coña, así que hice el esfuerzo por sonreír y que no pareciera forzada.
— Quería hablar contigo y con papá, es algo urgente e importante. ¿Dónde está?
— Creo que esta en la piscina, voy a buscarle y nos vemos en el salón — le hice un gesto de aprobación y me fui al salón, me encantaba esa parte de la casa, era enorme y tenia una biblioteca que mi padre construyó para mi madre y para mi. La teníamos repleta de libros, apenas podíamos meter más, pero nunca era suficiente, siempre que salíamos a comprar volvíamos con cuatro o cinco libros nuevos, aunque a veces también me gustaba comprarlos de segunda mano y darles una segunda vida. Nos la dividimos para diferenciar sus libros de los míos, a ella le gustaban mucho las novelas de época y romance, a mi mucho más un dark romance o enemies to lovers, asesinatos, mafias, fantasía... libros que te hacían enamorarte de un personaje tóxico al que nunca dejarías entrar en tu vida real.

Me senté en el sofá y esperé a que mis padres aparecieran por la puerta, no estaba segura de lo que iba a hacer, pero después de todo creía que no iba a ser tan mala idea.

Mi madre llegó primero, se sentó a mi lado y me analizó. Estaba preocupada y a la vez confusa, no se esperaba para nada lo que iba a decirles. (Estaba tan nerviosa, que pensé varias veces en salir corriendo)

— Mamá, por favor, deja de mirarme así.
— Solo intento averiguar que es eso tan importante que tienes que decirnos — arrugué las cejas y la fulminé con la mirada.
— Cuando venga papá, no te desesperes — apenas terminé de decirle eso y mi padre apareció detrás de nosotras. Tenía el pelo mojado, con la cara completamente roja. — Papá, te has quemado un poquito. — Mi madre se echó a reír y luego lo remató echándole la bronca de su vida por no echarse crema y jugarse la vida con el cáncer de piel. Mi padre le cogió la cara y le dio un beso en la punta de la nariz. Eran demasiado tiernos, tantos años juntos y nunca los había visto discutir de verdad, ni enfadarse el uno con el otro. Se querían y eso era más que obvio, deseaba una relación así, deseaba que un hombre me mirara como mi padre miraba a mi madre.
— ¿Qué es eso tan importante que nos tienes que decir? — preguntó mi padre.
— Creo que nos va a decir que está embarazada — añadió mi madre. La miré con los ojos entrecerrados y luego le di un manotazo en el muslo.
— Mamá, quería decírselo yo a papá, me has jodido la sorpresa — dije siguiéndole el juego. Ambas miramos a mi padre que se había puesto blanco y, a la vez, nos echamos a reír.
— Me estáis tomando el pelo, que sepáis que no ha tenido gracia, por favor, di ya lo que tengas que decir, me estoy preocupando de verdad — me sudaban las manos, pero tenía que armarme de valor, así que lo solté.
— Quiero aceptar la oferta de trabajar en la empresa y quiero empezar cuanto antes — ambos me miraron como si acabara de decirles que me mudo de país, con los ojos abiertos como platos y lanzándose miradas entre ellos, pero que no pude descifrar.
— ¿Es una broma? — preguntó mi madre.
— ¿Por qué iba a pediros que vengáis a hablar conmigo y deciros eso si resulta que es mentira?
— A mi me parece una idea estupenda — dijo mi padre.
— Es que si me dices que te parece mal después de todo el mareo que me has dado con el tema...
— Por eso te digo, voy a arreglarlo todo para que puedas empezar el lunes voy a hablar con Mati para que te arregle un despacho — mi madre aún estaba en silencio intentando averiguar que me ha hecho cambiar de opinión.

Si ella supiera...

Todos los caminos que elegíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora