LA FIESTA...
La semana fue un desastre, Alberto seguía pasando de mi y yo (medio) pasando de él, aunque hubo momentos en los que intenté hablar con él (nos os lo voy a negar, ignorarle todo el día me resultaba muy difícil), pero en pocas palabras siempre me terminaba mandando a la mierda, así que decidí dejar las cosas tal y como estaban, esperé a que un milagro hiciera que Alberto se volviera a acercar a mi. Para él era un mueble más de la decoración sobria de la oficina, me dolía sí, pero también sentía que me lo merecía. Alberto fue muy claro conmigo y yo rompí la promesa que le hice solo porque mi entrepierna no se podía quedar quieta (joder, me sentía como el puto culo)
Y, ¿sabéis que era lo peor? Que cada vez mis sentimientos por Alberto crecían más y más, no sabía hasta que punto ni que era lo que sentía realmente, pero algo había, pero el miedo a equivocarme me paralizaba, después de creer que había estado enamorada de Rubén, todos mis sentimientos se volvieron confusos, aunque ahora no tenía manera de comprobarlo.Miré el reloj, todo estaba organizado, solo faltaba ultimar unos detalles y ya todo estaría listo.
— Muchas gracias por todo, de verdad, ha quedado espectacular — dije a mis amigos y abuela.
— Espero que la fiesta vaya bien — dijo mi abuela directa a darme un beso.
— ¿Qué haces? — respondí apartándome.
— Darte un beso de despedida, ya nos vamos para que puedas recibir a tus invitados.
— ¿Estáis de coña? — dije amenazándolos con el dedo.
— No te pillo — dijo Irene con ese tono borde, pero adorable.
— Después de todo lo que habéis trabajado, ¿creíais que os ibais a perder la fiesta?
— Es la fiesta de tu empresa, obviamente sí lo pensábamos, además no tenemos ropa y estamos sudados.
— He pensado en todo, en los baños que están al lado de mi oficina os he dejado todo lo que necesitáis para ducharos, maquillaje, ropa, zapatos...
— Espera, ¿cómo cojones has conseguido todo eso? — preguntó Rafa muy confuso.
— Tengo acceso a vuestras casas, familiares, gustos... Se puede decir que os conozco — los acompañé hasta los baños para mostrarles todo lo que había traído. — Espero que os guste mi elección. Abuela, tu has sido la más difícil, tengo que admitirlo, esos cuatro armarios llenos de ropa no me lo han puesto nada fácil. ¿Cómo puedes tener tanta ropa?
— Son muchos años los que tengo ya y me gusta mucho la ropa.
— Pues solo espero que te guste lo que te he elegido.
— Seguro que sí, mi niña, aunque no hacía falta.
— Claro que hacía falta, vosotros teníais que estar aquí — los tres me abrazaron. — Venga vamos, no hay tiempo que perder. — Dije mientras salía del baño de chicas.
— ¿Dónde vas?
— Voy a decirle a mi hermana que ya está todo listo, tengo el móvil cargando en el despacho.Después de hablar con ella, me reuní en el baño con mi gente, estaban casi terminando de ducharse, ahora me tocaba a mi. Carlos también estaba terminando de probar los altavoces, todo tenía que estar perfecto.
— Por cierto, ¿dónde está Alberto? — preguntó Rafa.
— Lo quité del cuadrante, le dije que no viniera hoy.
— ¿Por qué hiciste eso? Queríamos verlo.
— Pero yo no, ya bastante voy a tener con verlo toda la noche y fingir que nos llevamos bien delante de los ingleses — dije secándome el cuerpo con la toalla. — Por cierto, tendré que estar mucho tiempo con los ingleses, pero vosotros pasadlo bien, me reuniré con vosotros en cuanto pueda.
— Tranquila, nos las apañaremos — respondió Irene.Después de unas largas horas de arreglarnos, salimos del baño. (No sé muy bien como explicarlo, pero joder, dignos de la feria de abril) Las elecciones que hice de los trajes fueron de las más acertadas, estábamos guapísimos, pero sobre todo mi abuela, iba a ser la reina de la fiesta sin quererlo.
— Creo que al final no he elegido tan mal — dije admirando a mis acompañantes. Aún quedaban casi una hora para que empezara la fiesta, pero tenía que estar lista por si los ingleses decidían adelantarse. Subimos donde estaba Carlos probando la música, se podía ir desde la otra punta de las oficinas. (Funcionaban bien, eso desde luego)
Cuando entramos a la sala principal, lo vi. Estaba hablando con Carlos, con la música no podía oír muy bien lo que le estaba diciendo, solo pude ver como señalaba a los altavoces que Carlos había preparado. Todavía no me había visto, estaba de espaldas, pero cuando Carlos nos dedicó una mirada, Alberto reaccionó girándose.
No sabía que hacer, Alberto me estaba mirando de esa manera (ya sabéis, como embobado), pero yo no me quedé atrás. (Joder, que guapo estaba con ese traje andaluz) No puede evitar morderme el labio inconscientemente (se dio cuenta, pero obviamente, me dio igual)
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Todos los caminos que elegí
Romance¿Cuántas veces te has enamorado? ¿Existe el amor para toda la vida? ¿Cómo sabes que estás enamorada de verdad? Esas son las preguntas que se hace Alex, una joven abogada y futura policía. Su vida se verá envuelta en diferentes cambios cuando en su c...