Capítulo 13.

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El primero de muchos...

Llegamos a mi edificio, aparcamos en mi garaje y no tardamos en encontrarnos en la puerta del ascensor para subir a mi piso. (Nunca en mi vida el camino a casa se me había hecho tan largo como ese)
Cuando llegó a mi lado, no tardó ni un segundo en agarrarme por la cintura, acercarme con fuerza hacía él y besarme con esa misma fuerza que hasta mis piernas flaquearon (si no me hubiera tenido agarrada me hubiera caído de culo contra el suelo y eso hubiera sido de todo menos erótico)
Su beso me tenía completamente atrapada, mi entrepierna, estaba suplicando placer, mis manos deseaban acariciar su piel, mi cuerpo deseaba estar desnudo contra el suyo, joder, quería tenerlo entre mis piernas lo antes posible.

Las puertas del ascensor se abrieron y Alberto, me levantó dejando mis piernas alrededor de su cintura y me apoyó contra una de las paredes, pero sin apartar sus labios de los míos. (Era de agradecer, lo último que quería era que dejara de besarme, sus labios sabían demasiado bien como para alejarme de ellos, no podía ni quería parar)
Estaba sintiendo tantas cosas, tantas cosas buenas, mi cabeza, mi mente, mi cuerpo, todo estaba ahí, respondiendo a ese beso que me subió a las nubes y me hizo creer que estaba volando sobre ellas, era tan placentero, sentía tanta paz y a la vez tanto fuego en mi interior que me estaba quemando. (Arder de placer es una de las mejores sensaciones de la vida y yo la estaba sintiendo en carne propia)

Llegamos a mi planta y entramos al piso, todavía en sus brazos, no quiso soltarme ni un segundo y yo lo agradecí, no quería que lo hiciera. Me sentó sobre la encimera de la cocina, mientras se colaba entre mis piernas y me besaba, cada segundo con más intensidad, con más pasión. (Joder, estaba tan excitada... no podía pensar en otra cosa, me daba igual que los vecinos oyeran mis gemidos, me daba igual todo, yo solo quería más, más placer, más sexo, más orgasmos)
Le pasé el polo por encima de la cabeza lanzándolo sobre el suelo mientras mis manos deleitaban cada rincón de su torso, era perfecto. (Hubiera lamido cada rincón sin dejar nada). Él hizo lo mismo con mi vestido, con mi ayuda me lo quitó dejándolo caer al suelo acompañado por mi tanga (ahora estaba completamente desnuda para él, para sus maníos, para sus besos... para que me hiciera suya una y otra vez)
Acarició mis pechos, pasando sus dedos por mis pezones duros, mientras bajaba sus labios por mi cuello, hasta la zona sensible entre mi oreja y mi clavícula. Eché la cabeza hacía atrás para darle un mejor acceso a mi cuello. (Que paseara su lengua por mi cuello solo hizo que me derritiera aún más entre sus brazos, que me volviera más vulnerable)
Dios, estaba disfrutando tanto, sus labios perfectos recorriendo todo mi cuerpo, sus manos acariciando mi piel desnuda, agarrando con fuerza mi culo, sus dientes tirando de mis pezones duros, joder, cuando lamió desde uno de mis pechos hasta mis labios donde volvió a agarrar mis labios y mi lengua succionándola con desesperación.

— Joder, mi lengua está suplicando bajar hasta... — dijo señalando con la cabeza mi entrepierna.
— ¿Dices esto? — dije señalando mi coño y abriendo las piernas. — porque si es así está deseando recibirla. — Sonrió y volvió a mis labios con deseo, me agarró por la nuca con fuerza mientras su lengua entraba en mi boca para encontrarse con la mía. Su mano libre bajó hasta mi entrepierna y acarició el clítoris por encima del tanga.
— Joder, que mojada estás — soltó un gruñido mientras apartaba el tanga y metía un dedo. Gemí. Lo sacó y volvió a meter, esta vez dos con una fuerte estocada. Solté un grito, fue entre doloroso y placentero, casi me corro por lo cachonda que estaba y por como usaba sus dedos, claro, de la manera que entraba y salía de mi.
— Llévame a la cama, por favor — me tomó de nuevo, rodeando su cintura con mis piernas mientras nos llevaba a la cama. Me tiró sobre ella y me puso boca abajo, se sentó a horcajadas encima de mi culo y me acarició la espalda, erizando mi piel a su paso, repitió el camino de sus manos con sus labios, mientras apretaba su erección contra mi culo. Besó mi nuca, mi columna, hasta mis nalgas, que las mordió con fuerza. Me provocó tanto placer  que no pude evitar estremecerme y mojarme aún más. Me giró con destreza, dejando mi espalda sobre la cama y todo mi torso descubierto a la vista de esos ojos marrones que derrochaban excitación. Todavía a horcajadas sobre mi le acaricié su pecho, bajando hasta su abdomen hasta llegar al botón del pantalón. Lo desabroché y metí la mano para acariciar su erección. Cerró los ojos y se mordió el labio inferior. Soltó el aire y bajó hasta quedarse completamente desnudo, pasando el pantalón y su ropa interior por sus pies.
Como me sentí al verle desnudo fue lo último que imaginé, grabé cada rincón de su cuerpo en mi cabeza, no quería olvidar nunca esa imagen, tampoco la imagen de su miembro con una erección perfecta, dura, por mi, por lo que yo le provocaba, eso hacía que mi autoestima estuviera en su máximo esplendor. (Tenerle así no solo me excitaba, que también, sino que me hacía sentir especial, joder, me sentía única en sus brazos, eso era capaz de hacerme sentir Alberto)

— Por favor, Alberto — supliqué mientras acariciaba mi coño húmedo.
— No te toques, tranquila, cariño — dijo besando mi barriga y agarrando mis manos por las muñecas.
Hundió la cabeza entre mis pierna, besó el interior de mis muslos y lamió toda mi humedad recogiendo cada rastro de excitación. Se detuvo en mi clítoris y lo lamió con fuerza, subiendo la intensidad poco a poco y metiendo los dedos con tanta intensidad que no tardó en llegar el orgasmo. Me dejé ir en su boca y lo lamió todo, borrando todo rastro de orgasmo posible.
Subió hasta mis labios, lamiendo todo el camino de mi vientre, entre mis pechos, mi barbilla, llegando por fin a mis labios, que le recibieron con muchas ganas, me besó intensamente, mordiendo mi labio inferior y tirando de el con fuerza.
Bajó su mano hasta agarrar su polla dura y la colocó en la entrada de mi coño, envistió con fuerza y durante unos segundos nos quedamos ahí mirándonos aguantando la respiración, mientras sus caderas empezaban a moverse poco a poco.
Nos giró a ambos hasta quedar sentada a horcajadas sobre él, me incorporé un poco hasta que su polla volvió a estar dentro de mi y comencé a moverme con rapidez, sus manos subieron hasta mis pechos, estrujándolos y tirando de mis pezones, eso solo me excitaba más y hacía que mis caderas subieran la intensidad del movimiento, buscando el orgasmo de ambos.

— Si sigues moviéndote así, me vas a hacer explotar en dos segundos — dijo incorporándose y atrapando mis labios de nuevo.
Agarró mi culo y me ayudó a moverme, apoyando su frente sobre la mía, compartiendo nuestras respiraciones aceleradas, empapados en sudor, gimiendo, sintiendo el orgasmo cada vez más cerca. (Joder, me iba a correr en su polla, quería, claro que quería)
— Joder, preciosa, me voy a correr como sigamos follando así, estoy muy cachondo — intensifiqué el movimiento por sus palabras, que solo consiguieron que mis ganas de correrme se adelantaran.
— Me voy a correr, joder, Alberto, me corro — dije entre gemidos y segundos después se dejó ir dentro de mi.
— No he podido aguantar, los espasmos de tu vagina no han ayudado mucho a retener mi orgasmo — soltó antes de dejarse caer sobre la cama.
—  Te entiendo, cuando me has dicho lo cachondo que estabas yo tampoco he podido aguantar las ganas de correrme — soltó una risita, pero acompañada de cansancio.
Joder, eres preciosa — me dijo mientras tiraba de mi.

Nos tumbamos en la cama y nos quedamos abrazados, desnudos, sudados, con la respiración acelerada y sonriendo. Bueno, él sonreía, yo estaba luchando por no dormirme. (Los orgasmos me dan sueño, no lo puedo evitar)

— ¿Por qué esa sonrisa?
— ¿Por qué no? Y, ¿Por qué haces esa pregunta tan tonta? — dijo apartándose un poco para poder mirarme.
— Solo preguntaba — parecía serio.
— Que tonta eres, eh — dijo sonriendo de nuevo.
— Me lo había creído, imbécil. — respondí dándole un manotazo en el pecho.
—¡Au! — me agarró con fuerza colocándose encima de mi. — Estas inmóvil, debajo de mi, puedo hacer contigo lo que quiera.
— ¿Estás intentando darme miedo? Lo digo porque no funciona, tendrás que ponerle un poco más de entusiasmo — me agarró los brazos por las muñecas y las sujetó por encima de mi cabeza.
— No me pongas a prueba, preciosa, puedo dar mucho miedo, mucho — me estremecí y arqueé mis caderas para encontrar las suyas. Sonrió. — Joder, Alex — dijo hundiendo la cara en mi cuello.
Me besó el cuello y la clavícula, y lamió el lóbulo de mi oreja. Se me erizó la piel.
— Me encanta como reaccionas a mis besos, me pone muy cachondo, tengo que decirlo — se tumbó a mi lado y me rodeó con sus brazos. Le miré sorprendida. — No me mires así, te dije que cuando pasara algo entre nosotros nos despertaríamos abrazados. — Sonrió. — Siempre cumplo lo que digo, así que ven aquí. — Me abrazó con más fuerza.

Me acurruqué entre sus brazos, disfrutando del momento y mis ojos no tararon en cerrarse. Sentía demasiada paz, demasiada tranquilidad, eso era justo lo que necesitaba.

Todos los caminos que elegíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora