Capítulo 14.

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Cuando todo se tuerce...

Me desperté por el sonido del móvil. Tenía 10 llamadas perdidas de Irene y mensajes en el grupo.

Mierda, mierda, mierda.

Eran más de las 12 de la noche.

Joder había quedado con mis amigos para tomar algo, mierda, putos hombres que siempre me hacen perder la noción del tiempo y la cabeza. Joder.

Irene;
"Espero que tengas una buena excusa para habernos dejado tirados"

Rafa;
"Y yo espero que sea por el trabajo, porque como sea por un tío, en concreto ya sabes a quien me refiero, te juro que te mato"

Irene;
"Alex, tía, me estás preocupando, no contestas las llamadas y eso es raro en ti"

Tenía que ponerles una excusa creíble y que hiciera que su enfado conmigo dejara de existir, porque era más que obvio que no podía decirles la verdad. (Soy una mierda de amiga, me siento fatal)
Después de leer todos los mensajes de odio y preocupación decidí contestar poniendo la peor excusa, pero quizás la más creíble.

Yo;
"Lo siento, chicos, me he dormido leyendo todos los papeles que me han dado hoy en la empresa, no me he dado cuenta, me acabo de despertar, ni siquiera he cenado"

Mis amigos me conocían muy bien, pero yo no sabía por dónde iban a salir ellos, porque la probabilidad de que no me creyeran era alta, aunque para ser realistas, ellos no sabían que Alberto era mi compañero de trabajo, así que cabía la posibilidad que me librara por eso.
Yo nunca les mentía y empezar a hacerlo ahora me hacía sentir la peor basura del mundo.

Rafa;
"Al menos no ha dicho que nos ha dejado tirados por Alberto, eso me consuela"

Yo;
"Os lo hubiera dicho, joder, que mal pensados sois, de verdad. Sabéis que soy una marmota, que me haya quedado durmiendo es lo más normal en mi"

Irene;
"En eso tienes razón, lo raro es que quisieras quedar un lunes"

Yo;
"Cuando os lo dije no estaba tan cansada, lo siento"

Rafa;
"No te preocupes, he aprovechado para quedar con uno de internet"

Irene;
"Joder, es verdad, cuéntanos todo"

Rafa;
"Nada del otro mundo, la tenía pequeña, demasiado"

Me sentí aliviada cuando cambiaron de tema, menos mal.

Irene;
"Dicen que el tamaño no importa"

Rafa;
"Eso será a ti, a mi es lo que más me importa de un tío"

Yo;
"Rafa, tío, no seas así, Irene tiene razón, el tamaño no importa, importan otras cosas"

Rafa;
"Creo que os estáis confundiendo, nadie ha hablado de sentimientos, yo solo quería echar un polvo, un buen polvo para ser exactos"

Irene;
"Te entiendo... en ese caso, no se que decirte, quizás ahí si importe el tamaño, aunque también importa como lo haga"

Rafa;
"Fatal, ya te lo digo"

Yo;
"Creo que eres un poco especial y exquisito"

Rafa;
"Por supuesto que lo soy, soy calidad y quiero calidad"

Dejé la conversación a medias porque noté como Alberto se movía en la cama, abrió los ojos y me miró con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿Qué haces despierta? ¿Qué hora es? — dijo soltando inmediatamente después un bostezo.
— Son las doce, puedes seguir durmiendo — me levanté y me puse una camiseta que me quedaba bastante larga, pero que tapaba lo justo.
— Sin ti no puedo, ¿por qué no vienes? — soplé preocupada por lo que le había dicho a mis amigos. — Alex, ¿qué pasa? — se incorporó para ponerse de pie a mi lado.
— Nunca les he mentido a mis amigos, nunca, me siento fatal por haberlo hecho.
— Y, ¿por qué lo has hecho? — me acarició la mejilla.
— Había quedado con ellos para tomar algo y se me ha olvidado.
— Por estar conmigo, ¿no? — asentí con la cabeza. — Y, ¿por qué no le dices la verdad? No tiene nada de malo que hayamos pasado la noche juntos.
— No puedo decirles eso.
— Pero, ¿por qué? — preguntó alejándose de mi y frunciendo el ceño.
— Porque les prometí que no quedaría contigo a solas, no sabíamos nada de ti y tenían miedo de que pudieras hacerme algo.
— Pero eso era antes de saber que trabajo en la empresa de tu padre — se puso la ropa interior, esto no pintaba bien. — Explícales las cosas, diles la verdad — negué con la cabeza.
— Pero... es que no quiero, lo siento — soltó un bufido por la nariz mientras gesticulaba. — Alberto, no te enfades conmigo, por favor, entiéndelo.
— ¿Qué es lo que se supone que tengo que entender? ¿Qué me estás escondiendo de tus amigos?
— Claro que no, es solo que me he olvidado de ellos por estar contigo y se que se van a enfadar conmigo.
— Pero si le explicas las cosas... lo van a entender, lo que sentimos el uno por el otro — miré al suelo mientras jugueteaba con mis dedos. — No sientes nada, ¿verdad? Es por eso por lo que no quieres decirles nada. — Sacudió la cabeza. — Que imbécil soy— sonrió sarcásticamente, con un vacío en la mirada que se estaba tornando a triste.
— Alberto — hice el amago de acercarme, pero levantó las manos para que guardara las distancias.
— Será mejor que me vaya — comenzó a ponerse la ropa, (¿Cuándo se han torcido tanto las cosas?)
—  No quiero que te vayas, por favor — dije con la voz dulce.
— Esto era justo lo que no quería contigo — dijo mientras terminaba de ponerse los zapatos. Sus ojos estaban muy tristes, demasiado. Parecían que pronto iban a dejar caer una lluvia de lágrimas (aunque no las dejó salir delante de mi). Salió de la habitación y yo salí detrás de él para intentar retenerle.
— Alberto, por favor, para, por favor, quédate conmigo — negó con la cabeza.
— ¿Sabes lo que más me jode? — me apuntó con el dedo. — Que te creí cuando me dijiste que querías estar conmigo. — Se pasó la mano por el pelo. — Me he creído cada beso que nos hemos dado esta noche, todo, pero ahora me acabo de dar cuenta que todo ha sido una puta mentira.
— No digas eso, no lo ha sido, de verdad, para mi ha sido maravilloso estar contigo — dije intentado por segunda vez acercarme a él y volviendo a ser rechazada.
— Ya, que pena no haberme dado cuenta antes, nos hubiéramos ahorrado todo este paripé de mierda — sus palabras se volvieron más duras a la par que terminaba la frase.
— No digas eso, te juro que no ha sido un paripé — hice una pausa, pero al ver que él no decía nada, solo se dirigía a la puerta, decidí volver a hablar. — Para mi ha sido...
— Mejor cállate, no quiero oír lo que tengas que decir — dijo interrumpiéndome de malas maneras. Abrió la puerta y salió al rellano, quise cogerlo del brazo, pero no pude, tiró tan fuerte para soltarse que decidí darme por vencida, aunque lo intenté por última vez.
— Alberto, por favor, no te vayas — me miró de esa manera cruel y, sin decir nada, se dio media vuelta perdiéndose en la curva de las escaleras.

Cerré la puerta y me fui al sofá, quería desahogarme con algo, me sentía fatal por la pelea con Alberto, quería hacerle cambiar de opinión, pero no había nada que decir, quería pasar la noche con él como pensé que la pasaríamos, pero tenía razón, no habían sentimientos, no había nada que pudiera hacerle cambiar de opinión. Ojalá hubiera podido, verle tan destrozado me mató.

Cogí mi móvil y debatí mentalmente si escribirle o no, escribí y borré el mensaje varias veces, pero tenía que armarme de valor, aunque sabía cual iba a ser su respuesta, ninguna.

Yo;
"Siento mucho lo que ha pasado, ojalá puedas perdonarme, te juro que lo que ha pasado entre nosotros ha sido real, no quería que esto acabara así"
"Alberto, por favor, respóndeme"

Todos los caminos que elegíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora