1. Nuevo curso, nuevas personas

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Arrastro mis maletas por la calle con una sonrisa en mi rostro. Estoy deseando volver a la rutina, después de todo el verano en Getxo. A ver, no me puedo quejar. Me he pasado todo el verano de un lado a otro. Que si en la playa, haciendo planes con mis amigos o disfrutando de tiempo en familia. Incluso convencí a Eric de jugar al Animal Crossing alguna que otra tarde. Y María me puso al tanto de todos los cotilleos del momento. Pero también me apetece volver a la gran ciudad, donde me espera ese gran grupo de amigos con los cuales he forjado una gran amistad en tan poco tiempo.

Cuando llegué aquí, solo conocía a Ruslana. Y encima, no me pude quedar en su apartamento, pues no tenía habitaciones libres. Pero por lo menos, me pude instalar en el de al lado. Gracias a eso, conocí a Violeta, Bea y Álvaro, con los cuales forjé grandes lazos.

Cada uno aportamos nuestro granito de arena a la casa, causando así un pequeño lugar al cual podemos llamarle hogar.

Y estoy deseando volver a él.

En verano, no he tenido la oportunidad de ver a ninguno de mis amigos. Al terminar el año universitario, cada uno se fue a su casa, abandonando ese apartamento. Hemos mantenido el contacto gracias a llamadas y mensajes, pero no es lo mismo que convivir todos los días juntos.

Tenemos nuestras peleas y roces, mayormente debido al orden y la limpieza, pero los cuatro domos bastante calmados, bueno, eso obviando a Álvaro, que es como un terremoto andante. Pero debido a nuestro temperamento, enseguida arreglamos las cosas.

Y aquí estoy de nuevo, con las llaves en la mano y la ilusión rebosando de mis adentros.

Se que era el último en llegar, pues todos ya han comunicado su llegada.

-¡Ya he llegado!- grito, en cuanto abro la puerta.

Sin apenas poder dar un paso, varios pares de brazos me rodean.

-¡Por fin, Martin!- grita la voz ilusionada de Bea.

-Menudo tardón estás hecho.- comenta Álvaro a su vez. -Ya pensábamos que te habías perdido.

-¿Como no iba a acordarme del camino?- pregunto, divertido.

Los tres nos reímos en conjunto y enseguida comenzamos a contarnos todas nuestras aventuras de esas vacaciones. Yo les cuento desde mis partidas a videojuegos con mi hermano, hasta aquella vez en la que me perdí con mis amigas en medio del bosque.

-Luego que porque dudamos de que te pierdas.- rie Álvaro.

-Con lo bohemio que eres y vas y te pierdes en tu hábitat natural. -Violeta niega con la cabeza, divertida.

Nos tiramos hasta las tantas hablando, y parece que el tiempo no haya pasado. Seguimos siendo los cuatro de siempre, con nuestras tonterías y ocurrencias.

Pasadas las horas, me doy cuenta de lo tarde que es y de lo cansado que me siento, tras tantas horas de viaje.

-Chicos- me levanto
del sofá, soltando un suspiro. -Siento cortaros el chollo, pero estoy reventado. Creo que lo mejor es que me vaya a dormir, si no quiero llegar mañana tarde.

Me despido, mientras que ellos siguen hablando y me dirijo a la habitación, la segunda puerta a la izquierda, a la cual aún no he tenido oportunidad de entrar.

Como me imaginaba, sigue todo como lo deje. Ahí está mi cama, pegada a la pared izquierda. Al lado, la ventana, mientras que en la pared derecha está mi escritorio. El cual usaba casi más para dibujar que para estudiar. Lo que le falta a mí habitación son cuadros, fotos y plantas de decoración. Ah y mis libros y cámaras. Las estanterías están vacías. Y el armario empotrado frente a la cama también. Pero de eso decido ocuparme mañana, ahora solo me apetece tirarme a la cama y no despertarme hasta que mi alarma suene estrepitosamente.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora