7. trabajos y nuevas amistades

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El resto del fin de semana no hago mucho. Me quedo en casa todo el tiempo menos el domingo por la mañana, que salgo con Chiara y Ruslana a una cafetería nueva del centro de la ciudad, un poco cara para mi gusto. No pueden cobrarme cinco euros por un café con hielo.

Ya es lunes de nuevo y las clases de esta semana comienzan. La verdad es que las primeras clases se me hacen bastantes largas, pues solo quiero que llegue la clase de Abril, donde podré pasar tiempo con Juanjo, aunque al mismo tiempo me aterra pensar en que tendremos que pasar tiempo a solas dentro y fuera de la clase. Así que me limito a hacer apuntes o garabatos en mi cuaderno, deseando que se pasen las horas.

Violeta me esta hablando sobre una nueva serie que ha salido en Netflix, aunque tampoco es que le esté prestando mucha atención, pues prefiero centrarme en ver quién entra clase, por si algunas de esas personas que entran, en su mayoría con aspecto cansado, son Juanjo.

Pero por mucho que mire, son las mismas caras de siempre, por lo que asumo que los voluntarios vendrán más tarde.

Empiezo a preocuparme por si no van a venir cuando ya han pasado diez minutos de la clase y ni ellos ni Abril vienen.

-¿Qué crees que habrá ocurrido?- miro preocupado a Violeta, que está a mi lado mirando su móvil.

-Se habrán retrasado, Martin.

No creo que sea eso. Es decir, tiene que haber pasado algo. Ya han pasado quince minutos de clase y no aparece nadie. Encima estoy perdiendo tiempo que podría estar empleando para desarrollar mi trabajo junto a Juanjo. ¿Sabrá el que le ha tocado conmigo y ahora no querrá venir? A lo mejor eso es lo que ocurre y tienen que buscar a un sustituto porque a Juanjo no le apetece pasar tiempo conmigo por lo que le dije el otro día.

-A lo mejor le ha pasado algo a alguien.

-Dios mío, Martin. Tranquilízate, por favor. Que no ha pasado nada, Te lo aseguro. -suspira Violeta, apagando su móvil.

-Pero...- y antes de que pueda continuar con mi diálogo de inquietudes e hipótesis, la puerta se abre, dando paso a un grupo bastante grande de gente, donde, entre ellos, enseguida distingo a Juanjo, con su pelo perfectamente peinado y su mochila colgada del hombro. Tiene un aire de indiferencia que me hace quedarme embobado mirándolo hasta que nuestra profesora comienza ha hablar.

-Perdonad por el retraso, es un poco difícil reunir a tanta gente. Otros días nos será así, ya saben donde está la clase. 

Tras la disculpa, cada uno va llamando por orden lista a su compañero, así que nuevamente me toca esperar, esperar y esperar. Y cuando solo van por la mitad, ya me estoy despertando. Hace un rato Violeta se ha acomodado en una mesa con su compañero. Es un chico moreno, de pelo corto y sonrisa dulce que desprende amabilidad y alegría allá por donde pasa. Creo que se llamaba Cris y tiene pinta de que él y Violeta se van a llevar muy bien.

Después de un rato, ya por fin me toca a mí. Miro a Juanjo, el cual me mira fijamente. Parece que me está leyendo la mente, como si ya supiera que me ha tocado con él. Tampoco es muy difícil de adivinar, pues apenas quedan dos personas más después de mí.

De todos modos, digo el nombre sin mirar el papel, pues no me hace falta, me lo de de memoria.

En cuanto lo digo, veo como sus ojos se iluminan, como ilusionado porque le haya tocado conmigo y no con un desconocido. A mí también me contenta eso, pues es mucho más fácil realizar todo con alguien con quien tienes confianza a alguien a quien no has visto en tú vida.

-Mira que suerte que hemos tenido, Pumuki.

Ruedo los ojos ante el apodo, el cual no oía desde hace años.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora