8. el callejón

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Por fin es sábado. Y lo mejor de todo es que no hay nadie en casa, lo que significa que me puedo ver una peli tirado en el sofá sin que nadie me moleste.

Álvaro lleva todo el día en casa de su ligue. Violeta se ha ido con Chiara a no sé dónde. Y Bea se ha ido a cenar a casa de sus padres. Así que tengo la casa entera para mí mismo.

Y la verdad es que hoy he preferido quedarme solo y hacerme un maratón de mis películas favoritas comiendo muchas pero muchas palomitas. Estoy bastante cansado de madrugar toda la semana para ir a clase y luego por las tardes ir a bailar y quedarme hasta las tantas haciendo trabajos o estudiando. Llevamos ya un mes y medio de clase y la verdad es que eso se va notando. Aunque lo que no noto es el avance en el trabajo con Juanjo. Seguimos sin encontrar nada. Llevamos estancados en lo mismo y por mucho que me diga de quedar alguna tarde para hacerlo me dice que no, que está ocupado.

Le llevo notando ya un tiempo como triste y sin ganas de hacer nada. He intentado preguntarle si está bien o que le pasa pero siempre me dice lo mismo. Que está cansado, que no ha dormido bien, que tiene que estudiar mucho... Y puede que otras personas se lo crean, como Ruslana, a la cual le pregunté si sabía algo de lo que estaba ocurriendo pero me dijo lo mismo que dice su hermano. Pero yo no me lo creo, se que está mal, se que algo le está carcomiendo por dentro y que no para de pensar en eso en todo el día. Se lo veo en los ojos, siempre tiene la mirada perdida en algún lugar y también se lo noto en la forma de actuar. Ya no está tan feliz como suele estar. Ya no le veo esa sonrisa que tanto me gusta. Su mirada se ha apagado, ya no brilla como lo solía hacer. Ya no hace bromas cada dos minutos. Ni siquiera sale con el grupo como solía hacer las primeras semanas. Y yo estoy dispuesto a averiguar que le ocurre de cualquier forma con tal de conseguirlo. Con tal de que vuelva a ser el mismo que era.

No quiero que nadie ni nada le quite su luz propia que le hace brillar como la estrella que es.

Pero por hoy, me voy a limitar a bajar al súper a por un paquete de palomitas y un Nestea.

De hecho, estoy yendo hacia el super cuando oigo unas voces en un callejón de al lado. Al principio no les doy mayor importancia, pensando que será algún grupo de adolescentes problemáticos haciendo el tonto, pero me empiezo a preocupar cuando esas voces se oyen más alto, siendo desgarradoras, como si estuvieran pegando a alguien.

Rápidamente y con el miedo presente en mi piel, me asomo por el oscuro callejón apenas iluminado con una farola.

Al principio solo puedo identificar a tres personas. Son un par de chicos altos y robustos y una chica de pelo moreno bastante más bajita que ellos. Los tres están alrededor de algo, o más bien de alguien, a quien no paran de gritar y dar puñetazos. Y claramente esa persona no puede hacer frente a dos chicos como ellos, que parecen incluso boxeadores y imponenen a primera vista. Me apiado de la persona del suelo, pensando en lo mal que lo tiene que estar pasando y en el dolor interno y externo que debe de tener en ese momento. Me pregunto que estará ocurriendo exactamente para que le estén haciendo sufrir de esa forma. Pero en cambio no puedo hacer nada, no puedo ni sacar el móvil para llamar a una ambulancia. Estoy paralizado observando todo lo que está ocurriendo, con el miedo de que me pueda ocurrir a mí en mis venas.

La única chica que hay, al contrario que sus acompañantes, se mantiene a un lado, con una sonrisa malévola y victoriosa, observando como se desarrolla aquella escena desgarradora.

De repente, como si hubiera notado lo presencia a varios metros de ella, gira la cabeza como si de la niña del exorcista de tratara. Se queda mirándome fijamente durante unos segundos que se me hacen eternos. Si mirada está llena de odio y de ira, pero también en maldad y... ¿Miedo? De repente parece que tiene miedo de que alguien les vea, de que alguien les pille haciendo eso.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora