15. Kiki al rescate

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No lo entiendo. No entiendo porque hace unos segundos Juanjo me estaba besando como si su vida le fuese en ello, como si no quedara nada más en el mundo que él, yo, nuestros besos y nuestras caricias. No entiendo porque se ha separado tan repentinamente y se ha esfumado como si de una estrella fugaz se tratase, llevándose consigo mi corazón.

Lo único que tengo por seguro es que todo lo cuerpo está temblando, no sé si es por el frío que de repente se ha apoderado de mí cuerpo o por el torrente de frías lágrimas que siguen cayendo por mis mejillas hasta mi camisa, entremezclándose con la sangre falsa.

Estoy seguro de que ahora mismo mi cara será un poema, tanto por mis ojos rojos como por mis labios hinchados y el maquillaje mezclado con agua salada. Ahora solo me centro en llorar desconsoladamente y en sentir como mi corazón poco a poco se va rompiendo más, quedando solo cenizas de este.

Y lo peor de todo es que no odio a Juanjo, no puedo odiarlo. Y no sé porque, y me odio por no poder hacerlo. Pero al mismo tiempo le entiendo. Comprendo el miedo que he visto en sus ojos, e incluso le puedo llegar a imaginar porque ha huido de aquella manera. Pero en una parte en el fondo de mi dolorido corazón todavía quedan restos de esperanza de que vuelva y me diga que todo es una broma. Que se vuelva a lanzar a mis labios. Que me lleve a su habitación y nos encerremos ahí toda la noche, sintiendo los latidos acelerados del otro y nuestro cuerpo en contacto. Que nos digamos todo lo que sentimos. Que seamos felices.

Pero solo es una ilusión, se que eso no va a pasar. No sé porque lo ha hecho. Pero a lo mejor no quiero ni saberlo, porque estoy más que seguro de que solo ha sido un despiste tonto y que no querría ni hacerlo. Seguro que estaba borracho y me ha confundido con alguna chica guapa. Y cuando ha visto que era yo, pues se ha ido.

Y tampoco le puedo ignorar, pues tendré que seguir haciendo el puto trabajo con el. Será la hostia de incómodo. ¿Cómo se supone que hablas con una persona la cual te ha besado para después dejarte tirado?

Noto como los pantalones se me mojan por la fría y húmeda hierba de aquella noche de otoño. Y eso me hace llorar más, pues seguro que estoy lleno de barro y todo el mundo se reirá de mí ahora cualquier razón me hace llorar, por muy tonta que sea. Pero creo que tengo el derecho, ¿no?

Sigo con los ojos entre mis brazos, los cuales están apoyados en mis rodillas cuando noto unos ruidos a mi lado, pero no me importa mucho, si no que sigo dejando que todo lo que tengo dentro de mi se libere poco a poco.

Tampoco dejo de hacerlo cuando noto un suave y dulce brazo pasar sobre mis hombros, atrayéndome a su cuerpo el cual desprende algo de calor que me llega a aliviar por unos instantes. Hasta que me asusto por si es Juanjo, el siempre tiene calor. Aunque ese miedo no dirá mucho, pues enseguida una dulce voz se cuela entre mis oídos.

-Eso es, darling. Suéltalo todo.

No me hace falta más que eso y unas suaves caricias por parte de mi amiga para llorar aún más desconsoladamente, si es que eso es posible.

Tengo miedo, porque si Chiara está aquí es porque me ha visto. Y si me ha visto lo más posible es que me haya visto besándome con Juanjo. Y si nos ha visto se lo contara a Violeta. Y Violeta A Bea y A Álvaro, los cuales a su vez se lo contarán a Ruslana. Y todo el mundo se enterará. Y Juanjo me odiara más de lo que ya me odia. Genial. Todo va la hostia de genial.

Así que espero, casi más que solucionar todo con Juanjo, que ella no lo haya visto. No es que no confíe en una de mis mejores amigas, pero es que habla por los codos y a veces se le escapan las cosas sin querer.

No sé cuánto tiempo pasamos así, con ella abrazándome y yo llorando, pero cuando siento que me he quedado sin lágrimas que echar, me separo lentamente para encontrarme con la sonrisa apenada de Kiki.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora