35. Magallón

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Minutos después, veo a Juanjo bajarse del coche de forma apresurada, mirando hacia todos lados en mi busca. Me levanto del bordillo en el que me encuentro sentado y comienzo a dar lentos pasos en su dirección.

No hace falta más que unos simples segundos para que nuestras miradas se conecten y Juanjo, preocupado, eche a correr hacia mí. Me rodea con sus fuertes brazos en cuanto llega junto a mí, llenándome la cara de besos al mismo tiempo.

Por fin me siento seguro, me siento protegido y querido. Se que entre sus brazos nada malo va a suceder.

-¿Qué ha pasado, Martin?- agarra mi rostro entre sus manos, analizándolo en el proceso, en busca de alguna señal de que me hayan hecho daño- ¿Te han hecho algo?

-Mi madre...- me limito a decir, y parece que con eso lo entiende todo.- Luego... Luego te cuento mejor, pero por favor, ahora solo alejarme de aquí.

No hace falta que diga nada más para que entrelace nuestras manos y tire de mícen dirección al coche del que ha salido. Al principio voy tranquilo, pero cuando me doy cuenta de que están sus padres, me freno en seco, con miedo a lo que puedan opinar o llegar a decir.

-¿Qué ocurre, Martin?

-Tus padres... No... ¿Les parece bien?

-¡Pues claro, Martin! Ellos te adoran y les parece genial que seas mi novio. Se lo conté ayer, así que por eso no te preocupes.- me da un beso antes de entrar a la parte trasera del coche, donde se encuentra Ruslana, la cual no duda en darme un abrazo en cuanto me ve que me recarga un poco la energía. Al fin y al cabo, siempre será mi mejor amiga.

-Martin, cariño, ¿qué tal todo?- me pregunta Nieves, la madre de ambos chicos, desde el asiento del copiloto.

-Podría ir mejor.- me limito a decir, sin querer exagerar tampoco tanto la situación.

-Bueno,- alarga la mano para acariciarme suavemente la cara- tú no te preocupes, que ya verás como ahora en Magallón te lo pasas genial.

Me limito a asentir dado ahí por concluida la conversación. De repente noto como una mano cubre la mía y comienza a acariciarla suavemente. Enseguida se que es Juanjo, el cual se limita a sonreír y seguir a lo suyo.

El camino tampoco se me ha e demasiado largo. Los padres de Juanjo intentan cubrir el silencio con conversaciones vanales en las que tampoco participó mucho o encendiendo la radio, y la verdad es que lo agradezco, pues gracias a eso no pienso prácticamente en la discusión con mi madre que tanto me atormenta la cabeza.

-Pues ya hemos llegado, chicos.

Los tres nos bajamos del coche y automáticamente noto la brisa del campo directamente en mi cara. Las calles están vacías pero se siente diferente, especial respecto a la última vez que estuve aquí, ya hace unos años. Nada ha cambiado pero todo lo ha hecho al mismo tiempo. Quién iba a decirle al Martin de quince años que correteaba por estas carreteras persiguiendo a Ruslana que en unos años iba a volver con el amor de su vida.

-¿Te apetece que vayamos a dar un paseo?- me susurra Juanjo al situarse a mi lado.

-Pero... Tus padres... La comida...- comienzo a balbucear, mirando a su familia a unos metros de nosotros, sin querer estropear su día especial por mi culpa.

-No te preocupes, no tenemos que volver hasta dentro de un par de horas, así que tenemos tiempo de sobra para ir a dar una vuelta.

Asiento, aún un poco duditativo e inseguro, mientras Juanjo tira de mí hacia las afueras del pueblo. Enseguida estamos en los campos de Magallón, apenas sin casa a nuestro alrededor y con el sonido de la grava en contacto con la suela de nuestros zapatos.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora