5. No bebo, pero sí bailo

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No sé cuánto tiempo he estado bajo el agua caliente, relajándome bajo las gotas de agua artificial. Me gusta tomarme las cosas con calma, ducharme tranquilamente, sin prisa alguna por terminar. Sin nadie que me moleste. Pero claro, vivo con tres personas más, así que eso se me complica un poco.

Salgo de la ducha cuando los golpes en la puerta y los gritos de Álvaro no cesan. Me está repitiendo una y otra vez que salga de una vez, que el también tiene que entrar para arreglarse. Así que no me queda más remedio que salir rápidamente, suspirando y secarme en un par de minutos.

Claro que me gusta vivir con ellos, pero hay momentos como estos en los que desearía volver a casa de mis padres, donde tenía el tiempo que yo quería para hacer mis cosas y no tenía a nadie metiéndome prisa todo el día. Si no era por la ducha, era porque llegábamos tarde a clase o a alguna quedada, porque no había puesto el lavavajillas cuando me tocaba, la lavadora...

Me ato la toalla a la cintura para dirigirme a la habitación, aunque antes dedido pasar por la cocina para ir a por un vaso de agua.

Ya es mediados de septiembre, pero en Madrid sigue haciendo demasiado calor. Estoy deseando que sea Noviembre para que el frío llegue de una vez.

Oigo murmullos en el salón cuando estoy bebiéndome mi vaso tranquilamente, pero no les presto mucha atención. Supongo que serán Violeta y Bea hablado, pues Álvaro no ha tardado ni dos segundos en meterse al baño.

Salgo de la cocina tranquilamente, con la intención de explicarles a mis compañeras de piso que estaré listo en unos minutos, si elijo la ropa rápido, claro está. La verdad es que no me importa que ellas me vean en toalla, pues tengo la confianza suficiente con mis amigas.

Pero me quedo paralizado cuando veo la espalda ancha y robusta de un chico. Una espalda que conozco muy bien. ¿Que diablos hace aquí Juanjo?

-Ah, hola Martin. Justo Juanjo ha venido a preguntarnos si nos faltaba mucho...- me saluda Violeta, tan tranquila, mientras yo siento que me están dando cuatro infartos al mismo tiempo. Siento como la cara se me torna demasiado roja cuando Juanjo se da la vuelta y me hace un buen repaso descaradamente, sonriendo levemente. Eso me causa más nervios aún, y lo único que se me ocurre hacer es huir de ahí, como siempre hago cuando le veo. No digo ni palabra, solo me muevo a paso rápido y me encierro en mi habitación, apoyándome contra la puerta el cerrarla.

Cierro los ojos, pensando en lo que acababa de ocurrir. ¿Es un sueño o Juanjo me acaba de hacer un repaso en toda regla, y yo me había dado cuenta? Que vergüenza, en serio. ¿Porque me tiene que pasar esto siempre a mí?

Intento olvidarme de lo sucedido, centrándome en que ponerme esa noche.

Optó por algo sencillo pero bonito, al mismo tiempo. Unos pantalones anchos y una camiseta negra de tirantes que se ciñe a mí pecho.

Me echo un poco de colonia y me miro en el espejo de mi habitación, peinando me el pelo con los dedos para que no parezca tan alborotado.

Antes de salir, acerco mi oído a la puerta, para intentar oír las voces provenientes del salón. Cuando reconozco las voces de mis amigas, pero no la de Juanjo, salgo, un poco más tranquilo ante la seguridad de que no está ahí.

-Joder, Martin, parece que Juanjo y tú estáis destinados. La semana pasada, el trabajo, ahora esto...- me dice Violeta, recordándomelo como si no me acordará. Claro que me acuerdo, y muy bien. Menos mal que por lo menos no sabe nada sobre la primera vez que le vi la semana pasada, donde hui de él como si de un monstruo se tratase.

-Ya bueno, no me lo recuerdes.

-¿Qué? ¿Que semana pasada?- pregunta Bea, confusa.

-Nada, pues que esté de aquí tuvo un encuentro un tanto vergonzoso con Juanjo y para colmo tiene que hacer un trabajo de una asignatura junto a él.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora