Epílogo

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-¡Qué no, Ruslana! ¡Qué estoy demasiado nervioso! ¡Deja de tocarme el pelo!

-Martin, tienes que peinártelo, no puedes parecer Pumuki el día de tu boda.

-¡Qué pares! Me pone nervioso que lo hagas.

-¿Más de lo que lo estás, amor?- me pregunta la pelirroja, divertida, mientras sigue a lo suyo.

-No estoy tan nervioso.

-Martin, darling- interrumpe chiara a mí otro lado.- Estás prácticamente temblando.

Aparto a ambas chicas de un empujón, más nervioso de lo que intento aparentar, por mucho que no lo consiga.

Hoy, por fin y después de ocho años de una hermosa relación, que aunque haya tenido sus altibajos, hemos podido superar juntos, me voy a casar con el amor de mi vida.

Todavía me acuerdo de esos primeros roces, miradas o abrazos tímidos. De esos primeros besos a escondidas o esos roces de manos debajo de la mesa. Del momento en el que por fin, después de mucho luchar, fuimos novios. De todas las mariposas revoloteando como locas en mi interior con un simple roce o con un beso en la mejilla. De la electricidad entre nosotros, de los destellos de alegría que me daban cada cuatro segundos cuando estaba a su lado.

De cómo, meses después, por fin pudimos de hacernos de todos los demonios, también conocidos como exnovias locas o familias homófobas. Cómo, poco a poco y juntos, pudimos ir superándolo. Cómo cada vez que uno de los dos estaba mal, sabía que el otro estaba ahí para él sin importar cómo, cuándo o dónde.

De cómo al año de ser novios decidimos mudarnos juntos porque pasábamos más tiempo en la habitación del otro que en la propia nuestra. Decoramos el lugar con plantas, cuadros y objetos que, de una manera y otra, la hicieron nuestra.

De cómo Juanjo, a pesar de terminar la carrera, la dejo a un lado para dedicarse a lo que de verdad amaba. La música. Recuerdo que al principio él tenía miedo, mucho. Miedo de no gustar, de que nadie supiera apreciar su música y si arte. Pero, en pocos meses, esos miedos se fueron disipando cuando empezó a ver el apoyo que la gente le proporcionaba. Que yo le proporcionaba.

El mismo apoyo que el me regaló cuando me dieron mi primer papel como actor en una serie de Los Javis. Al principio no podía ni creérmelo, creía que estaba en un sueño. Pero Juanjo me trajo de vuelta al a realidad. Fue el proyecto de mi vida y gracias al cual me di a conocer como actor. Poco a poco y gracias a eso, fui participando en otros proyectos, algunos de mayor relevancia que otros, hasta poder dedicarme única y profesionalmente a esto.

Durante todos estos años hemos tenido nuestros altibajos, como cualquier pareja, pero enseguida lo hemos solucionado con palabras, abrazos y besos reconfortantes.

Hace un año y medio, un 23 de diciembre, Juanjo y yo celebrábamos nuestro séptimo aniversario. Decidimos no hacer nada a lo grande, sino hacer algo muy nuestro. Fuimos al parque de siempre, al lugar de siempre a disfrutar de la fría mañana de diciembre allí. Entonces, cuando yo estaba haciendo unas fotos a unos patitos del lago y sin esperármelo, Juanjo se arrodilló frente a mí. Al principio pensé que solo iba a atarse los cordones. Pero cuando me giré y vi que sostenía una caja de terciopelo rojo con un anillo en su interior, empecé a llorar de emoción, sin creérmelo.

Y ahora estamos aquí, a apenas una hora de la boda, conmigo a punto de desmayarme de los nervios, con Ruslana a punto de matarme por ni dejar que me arregle el pelo y Chiara intentando poner algo paz.

-¿Habéis visto a Juanjo?- pregunto, mientras me levanto y comienzo a dar vueltas por la habitación, nervioso.- ¿Sabéis dónde está?

-Creo que está en la habitación de enfrente con Denna y Álvaro.

Entrevistándote a besos - Juantin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora