5 - Demasiado borracho

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FEBRERO, 2019.

Juanjo lo estaba besando.

No, Juanjo lo estaba devorando.

Martin soltó un jadeo y lo cogió por el cabello de la nuca, sintiendo sus manos recorrerle las costillas. Su lengua sabía a humo y alcohol, la humedad de su boca mareándolo como una droga. No tenía idea de cuanto tiempo había deseado aquello inconscientemente, cuantas veces se tocó con él atormentándole la mente, cuantas veces cerró los ojos e imaginó que era Juanjo a quien estaba acorralando contra un colchón. Pero ahí, en ese momento, se sentía como una infinidad.

Era como volver a ser un adolescente, cada contacto llevándolo al borde de un abismo de forma vergonzosa. A Martin le gustaban las mujeres, de eso nunca había dudado. Estaba fascinado con la suavidad de su anatomía, la delicadeza natural con la que acariciaban su piel, el sonido de sus voces cuando el placer les impedía respirar. Disfrutaba de los olores florales de sus champús y lociones para el cuerpo, de la sensación de sus uñas recorriéndole la espalda y las marcas que dejaba el lápiz labial. Joder, claro que le gustaban. Pero nada en su vida se había sentido como esto.

Esto iba a arruinarlo para siempre.

Con el cigarrillo aún en la mano, algo lo impulsó a ponerse de rodillas y subirse a horcajadas sobre él, la sensación arrolladora de tenerlo tan cerca obligándolo a colocar una mano en la pared para estabilizarse. Juanjo se aferró a su cuerpo bruscamente y, en un gemido, lo empujó hacia abajo para sentirlo a través de los vaqueros, sus caderas subiendo en un movimiento que no controló él. Le recorrió la mandíbula con los dientes y dejó un rastro mojado sobre su piel hasta alcanzar el centro de sus clavículas, donde mordió con fuerza y luego besó para calmar el ardor.

Martin atacó su boca completamente fuera de si mismo, sus manos indecisas de donde tocar, su pelvis buscando más y más contacto. Para ser una persona acostumbrada a tener el mundo a su merced, parecía dispuesto a arrastrarse en ese momento, una decena malas palabras escapando de su garganta mientras Juanjo le desabrochaba el pantalón.

En su vida había tenido buenos polvos, muchas experiencias satisfactorias y muchas otras bastante regulares, pero nunca la necesidad de exteriorizar a gritos lo que estaba sintiendo. No hasta ese momento. No hasta que sintió sus dedos rozarlo por encima de la ropa interior y quiso hacer de su nombre una estampa preciosa y obscena sobre el tono rojizo de sus labios.

Desesperado, comenzó a tirar de su camiseta para sacársela por la cabeza, la mano de Juanjo perdida en sus vaqueros.

—Esto va a durar penosamente poco—susurró en un jadeo, besándolo hasta que fue imposible respirar. Sin dejar de tocarlo, el mayor deshizo su propio cinturón en un movimiento rápido, abriendo el botón, pero dejándose llevar por la impaciencia antes de poder hacer algo más. Se aferró a su espalda baja y volvió a sentarlo sobre él, hambriento por la reacción que causaba en su cuerpo y ansioso porque Martin lo sintiera también. Si él se lo pedía, Juanjo estaba seguro de que se habría puesto a rezar ahí mismo, a rogarle que le permitiera saborearlo un poco más.

"Te juro que te haré sentir muy jodidamente bien", se imaginó susurrándole a aquel dios pagano, escondiendo la cabeza entre sus piernas, y la impureza de ese pensamiento lo enloqueció. No había vuelta atrás; lo habían destrozado todo. No se suponía que aquello funcionara tan a la perfección, que se sintiese así de bien probarse el uno al otro. Nada en este mundo debería ser así de bueno, mucho menos entre ellos. Pero lo era.

En el fondo la curiosidad siempre había estado ahí, intacta e inexplorada por los dos. Les causaba pánico la idea de descubrir en qué se convertía el sexo cuando esa clase de conexión estaba sobre la mesa, lo que podría desencadenarse de esto. Después de todo, era su sintonía lo que los había llevado al estrellato en primer lugar, y era su sintonía lo que los destruiría eventualmente.

SILVER SPRINGS [M +J]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora