El lazo que elegimos
Crecí en sombras, buscando un rostro,
un eco de amor que nunca fue mío.
Mis pasos vagaban por caminos vacíos,sin guía, sin rumbo, perdido en lo incierto.
Pero entonces apareciste, silencioso y firme,
sin promesas, sin sangre que nos una.
Tu voz, como un faro, iluminó mi senda,
y en tus manos encontré un hogar.No eres mi padre, pero tu amor es real,
más fuerte que la ausencia,más profundo que el vacío.
En ti, descubrí que el lazo más fuerte,es el de un corazón que elige.
Cuando los letargos de la noche comenzaban a invadir la academia, los guardias patrullaban los pasillos revisando cada habitación. Pero Enid no estaba en su dormitorio. Se encontraba sumergida en la oficina del director, con una pila de documentos frente a ella. El contrato que la alcaldesa había enviado era interminable, y a medida que avanzaba, sus ganas de seguir leyendo disminuían. De repente, frunció el ceño al llegar a un párrafo en particular.
—Escucha esto... —dijo, su voz cargada de molestia—. "Los miembros activos de la institución, como directivos, maestros y empleados relacionados, deberán realizar un registro informativo cada que deseen salir de la institución y dirigirse al pueblo" . No puedo creerlo. No solo está controlando a los estudiantes... ¡también a los directivos! Esto es un caos —enfatizó, dejando el contrato sobre el escritorio con frustración.
Al otro lado de la oficina, el director leía un periódico con gesto tenso. No había tenido tiempo de verlo en todo el día, y ahora, mientras compartían esa sala, el ambiente se sentía cargado. Al oír a Enid, su incomodidad se intensificó, pero no por el contrato.
—Enid... mira esto —dijo en voz baja, señalando el periódico que sostenía.
Enid se levantó, acercándose al director. Cuando sus ojos recorrieron el titular, el estómago se le revolvió de inmediato, como si el mundo se tambaleara bajo sus pies. Miro al director con incredulidad, pero este, con una mirada firme, le indicó que siguiera leyendo.
Con una mezcla de horror y desconcierto, Enid leyó en voz alta:
—"El día de hoy, nuestra pacífica ciudad ha sido mancillada en la plaza principal. Los oficiales están conmocionados, y la población, temerosa. Una escena espantosa teñida de rojo ha dejado su marca. En un acto sádico, un brazo desmembrado colgaba de una estaca de al menos dos metros de alto. Los mantendremos informados sobre el caso".
La voz de Enid se quebró ligeramente al final, su garganta seca y su piel erizada. Miró al director, que compartía su inquietud. Ambos estaban pensando lo mismo, aunque ninguno se atrevía a decirlo en voz alta.
—¿Es... un asesino? —preguntó Enid, su voz apenas un susurro, como si temiera la respuesta.
El director no respondió con palabras, pero su asentimiento lento y sombrío fue suficiente. El aire en la habitación se volvió denso y pesado, casi irrespirable.
—Es un caos —murmuró el director finalmente, su tono cargado de una preocupación fría y distante—. Pero esto ocurrió mientras estábamos en confinamiento... Hicimos un trato. Deberían dejarnos en paz. No estoy contento con que una mujer haya muerto, pero... esto nos libera.