MÓNICA
Cuando terminamos, él se levantó de la cama y empezó a ponerse su ropa como si nada hubiera pasado. Esa frialdad me incomodaba, como si todo lo que habíamos compartido no significara nada para él.
—Levántate y vístete —dijo, casi desinteresado, mientras yo lo miraba con una mezcla de enfado y confusión.
Me enojaba que hiciera eso siempre. Su actitud desalmada me estaba cansando, y aunque en mi interior sentía una lucha entre el deseo y la ira, decidí que ya no podía permitir que me tratara así.
Me levanté de la cama y me detuve frente a él, con el corazón latiendo con fuerza.
—La próxima vez que pienses en tocarme, no te dejaré hacerlo —le dije con determinación, mi voz firme.
Sus ojos se volvieron oscuros por un instante, como si un relámpago de sorpresa hubiera cruzado su mirada. Pero, en un instante, regresaron a su naturaleza habitual: despectivos y seguros.
—Perfecto, ahora vete a cambiar, pronto será la hora de que conozcas a la manada —respondió, sin inmutarse, como si fuera lo más normal del mundo.
Me envolví con la sábana y salí de la habitación, tratando de ocultar mi frustración. Después de todo, el gran estúpido se había encargado de romper mi ropa durante el ímpetu del momento.
Al entrar a mi habitación, fui directo al baño. Necesitaba una buena ducha, un momento a solas para calmarme y aclarar mis pensamientos. El agua caliente caía sobre mi piel, llevándose consigo parte de la tensión que me invadía. Cuando terminé, salí envuelta en una toalla, sintiéndome un poco más en control, y me dejé caer en la cama.
—Claro que no voy a ir a ninguna celebración —murmuré para mí misma— ¿Con qué vestido? Si el estúpido no me dejó ir de compras.
Un sonido en la puerta me distrajo de mis pensamientos.
—Adelante —dije, intentando que mi voz sonara más relajada de lo que realmente estaba.
La puerta se abrió revelando a Marco, el Beta de la manada. Sus ojos, siempre llenos de una bondad que contrastaba con la dureza de nuestro mundo, me miraron con preocupación.
—¿Qué quieres? —pregunté, aunque en el fondo apreciaba su presencia.
—El alfa te manda esto —dijo, extendiendo una prenda de vestir hacia mí— Dice que tienes 10 minutos para estar abajo.
—¿Pero quién diablos se cree? —exclamé, sintiendo cómo la rabia volvía a encenderme.
—No le haga caso, Luna —dijo Marco con una sonrisa comprensiva— Tómese todo el tiempo que necesite, hazlo esperar.
Su apoyo era un bálsamo en medio de la tormenta. Pero, por otro lado, sabía que el tiempo se me echaba encima. Tendría que decidir entre enfrentar el desafío de la manada o quedarme aquí, lejos de la situación y de él.
Mientras miraba la ropa que Marco me había traído, una mezcla de preguntas y miedos se agolpaba en mi mente. ¿Realmente me estaba convirtiendo en lo que siempre había temido?
ESTÁS LEYENDO
La Prostituta Del Alpha Mafioso
WerwolfEn un mundo donde la ley de la selva se entrelaza con la vida urbana, "Mónica", una prostituta astuta y resiliente, ha aprendido a sobrevivir en las calles, desafiando las expectativas y buscando su propio camino. Sin embargo, su vida da un giro ine...