🐺Capítulo 34🐺

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Podía sentir todo lo que él sentía

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Podía sentir todo lo que él sentía. No era solo su mirada intensa o las palabras que intentaba decirme, era mucho más profundo. Era como si estuviera conectada a Jackson de una manera que no podía explicar ni entender del todo. Había un vínculo, invisible pero tangible, que transmitía cada emoción suya directamente a mí. Su desesperación, su culpa, su deseo de redimirse... todo eso lo sentía como si fuera mío. Era confuso, abrumador, pero imposible de ignorar.

El dolor en mi cuello, donde me había mordido, comenzó a latir con fuerza, recordándome cada segundo de lo que había sucedido. Me llevé la mano a la herida de nuevo, intentando aliviarlo de alguna manera, pero solo hizo que el ardor aumentara. Era un recordatorio constante de lo que Jackson había hecho, de lo que habíamos hecho, y de lo inescapable que era esta conexión entre nosotros.

Vi cómo Jackson notó mi gesto, cómo su mirada se oscureció al ver mi sufrimiento. Dio un paso hacia mí, lento, casi como si temiera que me alejara. Y la verdad es que una parte de mí quería hacerlo, quería gritarle, exigir respuestas. Pero la otra parte... la otra parte simplemente quería dejar de sentir tanto dolor.

—Mónica... —susurró, y su voz tenía un tono que no había escuchado antes, como si estuviera suplicando.

Se acercó aún más, sus manos temblando ligeramente mientras se estiraban hacia mí. No lo detuve. Ni siquiera sabía por qué, pero algo en mí me pedía confiar en él, aunque fuera por un momento. El vínculo, esa sensación de estar entrelazados de una manera inexplicable, vibraba dentro de mí, y supe que él también lo sentía.

Jackson se inclinó, sus labios rozando la piel de mi cuello justo donde me había mordido. Un estremecimiento recorrió mi cuerpo. No estaba segura de lo que pretendía, pero no lo detuve. Su aliento era cálido, su proximidad casi dolorosa, pero no de la manera en que había sido antes. Había algo distinto en este momento.

Cuando sus labios tocaron la mordida, un alivio inmediato se extendió por mi cuerpo. El dolor que había sentido, ese ardor insoportable, comenzó a disiparse lentamente. Cada beso que Jackson dejaba sobre la herida eliminaba un poco más de ese tormento, como si estuviera retirando el veneno con cada suave caricia. No entendía cómo lo estaba haciendo, pero no me importaba. Lo único que importaba era que el dolor desaparecía bajo su toque.

Cerré los ojos, incapaz de detener la oleada de alivio que me invadió. Pero junto con el alivio físico, algo más se asentó en mí. Pude sentir su arrepentimiento, su necesidad de arreglar lo que había hecho, de sanar más que la herida en mi cuello. Cada beso, cada caricia, era su forma de disculparse sin palabras. Sentí el peso de su culpabilidad, el anhelo desesperado por redimirse, y aunque me resistía a admitirlo, no podía ignorar el vínculo entre nosotros. Lo sentía en lo profundo, como si nuestras almas estuvieran entrelazadas, como si no pudiera escapar de él ni él de mí.

—No lo merezco —murmuró Jackson contra mi piel, su voz apenas un susurro, cargada de emociones que compartíamos sin hablar—. No merezco tu perdón.

Sus palabras me sacudieron. El alivio que había traído con sus besos no borraba lo que había hecho, ni lo que había prometido. Me había dicho que jamás me reclamaría como su compañera, que yo era solo una transacción, alguien de quien se desprendería al final de un año. Pero ahora todo era distinto, y ambos lo sabíamos. El trato había quedado atrás, enterrado bajo esta conexión que ninguno de los dos podía negar.

—Dijiste que nunca lo harías —le recordé, mi voz más suave de lo que había querido—. Dijiste que yo no era más que un trato para ti. Pero ahora... ahora estamos aquí, y no sé qué hacer con esto.

Jackson levantó la cabeza, mirándome con ojos llenos de arrepentimiento y deseo.

—No puedo cambiar lo que dije —admitió—. Pero lo que siento ahora... es algo que no puedo negar. No puedo dejarte ir, Mónica. No después de esto.

Me quedé en silencio, sintiendo el peso de sus palabras. No sabía cómo manejar lo que estaba pasando entre nosotros, pero lo único claro era que esa conexión, ese vínculo, iba más allá de lo que yo podía entender. El dolor de la mordida había desaparecido casi por completo, pero lo que quedaba entre nosotros era más profundo, más complicado.

La pregunta que me rondaba la mente, más allá del dolor y el alivio, era si realmente podía perdonarlo y aceptar este vínculo, o si al final, todo lo que habíamos construido era una ilusión rota desde el principio.

La Prostituta Del Alpha MafiosoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora