🐺Capítulo 31🐺

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Ahí estaba Jackson, mirándome con esa intensidad que me ponía nerviosa

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Ahí estaba Jackson, mirándome con esa intensidad que me ponía nerviosa. Algo en su expresión me inquietaba, pero lo que más me perturbaba era su aparente preocupación por mí. Era extraño, pero de alguna manera me hacía sentir segura. Era como si hubiese una conexión entre nosotros que no lograba comprender, algo que me envolvía, a pesar de que todo esto no tenía sentido.

Dejé el plato de comida a un lado y llevé la mano a mi cuello, justo donde la mordida ardía con un dolor insoportable. En cuanto toqué la marca, el dolor aumentó, haciéndome jadear. Pero entonces, un gruñido bajo y profundo me sacó de ese trance doloroso. Miré a Jackson, que me observaba con los ojos completamente negros, una mezcla de preocupación y enojo reflejados en su mirada.

—No toques la mordida —gruñó, su voz más grave de lo normal—. Te dolerá más.

—¿Por qué me hiciste esto? —dije, sintiendo cómo mi voz temblaba. Había tanto miedo como enojo en mi pregunta, y él lo sabía.

Jackson se levantó de golpe, pasando una mano por su cabello en un gesto frustrado. Empezó a caminar de un lado a otro de la habitación, como si no supiera qué hacer con toda la tensión que lo consumía.

—¡Para! —grité, el sonido de mis propias palabras sorprendiendo incluso a mí.

Se detuvo de inmediato y me miró. Sus ojos seguían oscuros, casi feroces, pero en un instante volvieron a su color normal. Esa mirada que solía confundir, ahora me desarmaba por completo.

—No pude controlarme —dijo finalmente, su voz quebrada, cargada de arrepentimiento—. Mi lobo tomó el control antes de que supiera lo que estaba haciendo. Cuando me di cuenta, ya te estaba reclamando.

Sentí un nudo en la garganta. Llevé de nuevo la mano a mi cuello, pero esta vez no para tocar la herida, sino por la angustia de entender lo que significaba.

—¿Por qué perdiste el control? —pregunté, mi voz apenas un susurro.

Jackson soltó un gruñido bajo, como si estuviera batallando con algo dentro de él. Dio un paso hacia mí, sus ojos volviendo a oscurecerse, llenos de emociones que no lograba descifrar.

—No soporto cuando hablas de otro hombre —dijo, su tono bajo pero cargado de rabia contenida—. Mucho menos cuando insinúas que vas a alejarte de mí.

Su presencia se volvió abrumadora cuando avanzó hasta quedar frente a mí. Antes de que pudiera reaccionar, tomó mi barbilla con fuerza, inclinándome para que lo mirara directamente. Su agarre no era para lastimarme, pero la tensión en su mano revelaba cuánto luchaba por mantener el control.

—Eres mía —gruñó, su voz ronca y decidida—. Y tienes prohibido mencionar a otro hombre que no sea yo.

Esas palabras resonaron en el aire entre nosotros, pesadas y posesivas. Algo en su declaración encendió una mezcla de rabia y confusión dentro de mí. ¿Cómo podía decirme eso? No era suya, no pertenecía a nadie. Pero, en lo más profundo, una parte de mí entendía que la mordida, esa marca en mi cuello, significaba mucho más de lo que estaba lista para aceptar. Esta conexión con Jackson era más poderosa de lo que jamás hubiera imaginado, y no podía escapar de ella, por mucho que lo intentara.

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