🐺Capítulo 2🐺

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MÓNICA

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MÓNICA

Entramos a su casa, y la opulencia me dejó sin aliento. La mansión era más hermosa de lo que podría haber imaginado, con decoraciones sutiles y una luz suave que parecía abrazarlo todo. Jackson se acercó a una gaveta y sacó un par de guantes blancos, introduciéndolos en sus manos con un gesto casi ritual.

—Desnúdate —me dijo, su voz fría y autoritaria.

Mi corazón latía con fuerza. La orden resonaba en mis oídos mientras lentamente comenzaba a quitarme la ropa. Cuando finalmente revelé mi lencería, sentí sus ojos recorriendo mi cuerpo, tocando con los guantes como si buscara algo oculto. Me estremecí ante su exploración, un cosquilleo recorriendo mi piel.

—Eres hermosa —murmuró, pero su tono carecía de sinceridad.

Se quitó los guantes y se sentó, observándome con una intensidad que me hacía sentir pequeña. Me acerqué a él, incapaz de resistir la atracción. Puse mi mano en su pecho, y un gruñido profundo salió de su garganta. Sus ojos comenzaron a oscurecerse, como si una tormenta se estuviera formando en su interior.

—No me toques —dijo, y su mirada se volvió helada— No quiero que una prostituta como tú me toque.

El golpe de sus palabras me golpeó como un balde de agua fría. Me giré rápidamente mientras la ira comenzaba a burbujear en mí.

—¿A dónde crees que vas? —preguntó, su tono era amenazador.

—Voy a buscar otro cliente —respondí, mi voz firme, a pesar del miedo que comenzaba a asediarme.

Jackson se acercó, su rostro llenándose de una rabia contenida.

Apenas podía responder cuando un gruñido resonó en su pecho, llenando el aire de una tensión palpable. Sentí como si el tiempo se detuviera, y el aire se volviera pesado.

Antes de que pudiera reaccionar, tomó un puñado de mi cabello, tirando de mi cabeza hacia atrás, sus ojos negros fijos en los míos, chispeando con una ferocidad que me asustó y, al mismo tiempo, me excitó.

—No menciones a otro cliente cuando estás conmigo —gruñó, su voz llevándose consigo cualquier atisbo de desafío que pudiera haber tenido.

Y entonces, sin previo aviso, me besó. Fue un beso salvaje, lleno de necesidad y desesperación. En ese momento, todas mis reservas se desvanecieron. Nadie me había besado así antes, y la pasión que emanaba de él encendió un fuego en mi interior.

Mis bragas se humedecieron en respuesta a su ardor, y el gruñido de Jackson resonaba en mi pecho, avivando una llama que nunca supe que existía en mí. Cada segundo del beso era un torbellino de emociones, una mezcla de deseo, miedo y una fascinación que no podía controlar.

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